Vocación. Esa es la palabra clave que explica por qué un grupo numeroso de profesionales de Atención Primaria ha respondido positivamente a la llamada de la Conselleria de Salut para integrarse en los equipos de seguimiento de casos de Covid-19 en Balears.
Estos médicos, enfermeras, técnicos auxiliares en enfermería, administrativos y otros perfiles laborales, han sido sensibles a las necesidades de una sociedad que, ahora más que nunca, precisa, para contener la epidemia y que se prevenga el resurgimiento indiscriminado de nuevos brotes, que cada diagnóstico sea analizado, revisado y supervisado desde el terreno, a través del contacto directo con los afectados y las personas con las que mantienen una relación más próxima. Los profesionales de los que estamos hablando, y de cuya labor damos cuenta pormenorizadamente en esta edición de Salut i Força, podrían haber optado por continuar en sus anteriores destinos, donde, por así decirlo, se hallaban perfectamente habituados y adaptados.
Sin embargo, ante el requerimiento urgente de una comunidad cuyo bienestar depende directamente de su dedicación y su tarea, han optado por sumarse a un proyecto que, en el caso de Balears, está registrando un balance satisfactorio más que notable. A todos ellos y ellas les debemos nuestro agradecimiento, porque no ha sido la ambición interesada ni los deseos, por otra parte legítimos, de progresión laboral, los factores que han guiado sus pasos y han determinado su decisión. Simplemente, lo han hecho por vocación. Vocación profesional, desde luego, pero que en el terreno de la sanidad y la atención médica adquiere una dimensión más profunda, porque tiene que ver con la solidaridad y con la corresponsabilidad respecto a las personas que nos rodean.
En su conjunto, el personal sanitario se está erigiendo, como hemos comentado en otras editoriales de este periódico, en el gran baluarte de la sociedad frente a la Covid-19. Puede que todavía no se disponga de vacuna, ni de un tratamiento efectivo en el que confiar completamente, pero, sin duda alguna, en los centros hospitalarios, en Atención Primaria, y, evidentemente, en la unidad dedicada al seguimiento de contactos, disponemos de las mejores mujeres y los mejores hombres para hacer frente a un reto mayúsculo.
Estos profesionales no nos han decepcionado. Han demostrado que se puede confiar en todos ellos. Ahora nos toca a nosotros, al resto de la sociedad, no decepcionarles. Por esta razón, cada uno hemos de poner de nuestra parte todos los esfuerzos imprescindibles para derrotar a esta maldita enfermedad. Ese debería ser nuestro compromiso, y también nuestra vocación como ciudadanos. No es mucho pedir para corresponder a quienes lo dan todo por tan poco.