Hay varios factores para este otoño caliente, pero sobresalen sobre todo la fatiga emocional que se va cronificando, del colectivo médico reactiva a la gran sobrecarga asistencial y psicológica acumulada tras el primer impacto demoledor del Covid 19. El espectro psicopatológico es variado: estrés postraumático, trastornos ansioso-depresivos e insomnio tras la estresante y trágica experiencia vivida, que ha generado altos niveles de indefensión, miedo e incertidumbre terapéutica, agravado por el alto nivel de muertos y de sufrimiento de los familiares.
Todo esto en un contexto de urgencias desbordadas en un contexto sanitario totalmente superado. Debemos recordar siempre, los alto niveles de vulnerabilidad personal sentida ante el grave riesgo de enfrentarse al Covid 19, sin “ningún escudo”, el alto porcentaje de personal infectado y sobre todo hay que resaltar una y otra vez lo que ha sido el año más trágico de los Médicos españoles: 61 fallecidos, que tras dar la cara han dado su vida. ¿Hay algún gesto mayor de compromiso y vocación? No hablamos solo de dolor, nos referimos a los altos niveles de sufrimiento soportado y que es el tatuaje mental del dolor. El cerebro, que es como la tarjeta Visa, puede entrar en números rojos emocionales y con los neurotransmisores en el sótano. Así está el cerebro de los Médicos en este momento, así están enfrentando a este segundo rebrote, así están afrontando bajar la lista de des-esperación de los pacientes que esperan en las listas. La CESM no se ha callado y ha estado más activa que nunca, ha sido la gran protagonista sindical ante las administraciones políticas y sanitarias liderando cualquier iniciativa sanitaria en defensa del colectivo, desde los R0, mires y el resto de los profesionales. En esta cruzada es digno de destacar, también el papel del Foro de la Profesión Médica. Pero lo que no es tolerable ni vamos a consentir es la ingratitud y el trato indigno de las administraciones sanitarias. Ahora menos que nunca. Estamos cabreados, dolidos, hartos e indignados y esta vez, lo vamos a exteriorizar. Por nuestra salud mental personal y colectiva y por el futuro de nuestra sanidad, no nos reprimiremos y lo vamos a escenificar socialmente.
De nuevo al CESM dando la cara. Gozamos de un gran crédito social, pero de nuevo la actitud, los gestos y la escasa empatía, (estamos hartos de tanta retórica hueca y de palabras sin hechos) de los políticos con el personal médico nos está soliviantando cada vez más. Estamos elaborando un decálogo con una serie de exigencias ante los políticos, que evite, lo que nadie desea: la confrontación. Exigimos una sanidad solvente con una financiación sanitaria que sea el 9-10% del PIB para actualizar la tecnología, adecuar las ratios de los profesionales y optimizar la atención primaria. Exigimos un nuevo modelo retributivo acorde a nuestro conocimiento, formación continua, liderazgo clínico, grado máster de Bolonia y a nuestras competencias. Exigimos ser considerados profesión de riesgo y más tras las consecuencias trágicas de esta pandemia, con dos indicadores demoledores: nivel de infectado y sobre todo los 61 médicos muertos.
Exigimos que el gran agravio retributivo de la última década, el gran hachazo al colectivo médico, la jibarización del 40 % de la paga extra, se resuelva. Hasta ahora, 14.000 euros a cada médico. Exigimos la aplicación a las guardias médicas, que son obligatorias, de los mismos índices correctores de cara a la jubilación que a los policías o los bomberos, profesiones donde también se hacen guardias y que computen para tiempo de jubilación, así como un mejor tratamiento fiscal. Esto y esta vez sí, va en serio. El que avisa no es traidor. Pero los tambores suenan y razones sobran. En derrota transitoria pero nunca en doma.