Para nosotros quisiéramos una columna en esta revista tipo sálvame diario, tipo hormigas blancas, tipo sálvame de luxe, para poder enfrentarnos de igual a igual al amor. Llama la atención que a las cerezas, símbolo del deseo incestuoso, se le encadenen siempre otro par, y eso es precisamente lo que nos pasa en este espacio, que empiezas hablando de un amor de verdad, un amor compartido y enamorado de sí mismo como el de Juli y el de Patricia, y ya todo el mundo cree que hablas y que ves el amor más allá de donde existe.
Lo bueno de cuando tiras de la cereza del amor es que tiras también de la del desamor, de ahí que tirando de Biel hayamos tirado de los recursos de Magda, que tiene un pasado que se nos viene -gracias al amor que le han profesado siempre- a la memoria. Fue la misma que sufrió los embates de que fuera el amor de su padre, gerente entonces del área de Salud de Menorca, el que la colocara en su momento en el lugar de interinajes que ahora consolida gracias al artículo con el que Lladó ameniza estas tardes del sueño de una noche de verano entre covids. Todo casualidades.
Y como desde aquí no hacemos uso del pasado amoroso y nos centramos en los besos putrefactos y enmascarillados, ante la posibilidad de que estemos afectos de alguna psicopatología tratable por una inexperta, solicitamos hora en la consulta privada de la Sra. Yebra. Una consulta semipresencial a través del grupo Juaneda desde donde cimentar nuestras sospechas de que -evidentemente- podría no tener concedida la compatibilidad para el ejercicio privado, una vez incluso solicitada, lo cual podría ser realmente grave.
Por hablar de tragedias previsibles, sería lamentable que conociéndolo, que siendo tan público y notorio, no se hubieran adoptado las medidas sancionadoras pertinentes. Pero claro, ahora que lo pensamos, tomar las medidas pertinentes podría estar en manos del tal Lladó, y así sucesivamente. Por si acaso, como somos preservativos, le recordamos la norma, el artículo 72 del Estatuto Marco (ley 55/03). Ahí queda, Bielet.
Por centrarnos entonces en él y omitir en parte a la parte, consideremos la posibilidad de que, misteriosamente, se hubieran incrementado los viajes justificados de Biel Lladó a Menorca en los meses pasados, en los anteriores a nuestra viremia preferida. Sería inimaginable -dicho de otra forma en palabras de gente solvente del propio Ib-Salut- que todos esos viajes no estuvieran debidamente colgados y acreditados -con sus razones respectivas- en el portal de transparencia del Ib-Salut, un lugar de paz y de ausencia amorosa, al menos hasta donde hemos podido profundizar.
Por terminar la traca que no termina, porque el amor es realmente una explosión a dos que vive uno mismo, deberíamos preguntarnos por el cobro del plus de fidelidad en Menorca, pero esa será en otro rincón y en otra apartada orilla. Suerte.