Sabemos que la COVID-19 ha golpeado fuertemente a España, con más de 300.000 casos, 28.498 muertes confirmadas, y alrededor de 44.000 personas de exceso de mortalidad, más de 50.000 trabajadores de la salud han sido infectados y casi 20.000 muertes ocurrieron en residencias de ancianos. ¿Cómo ha sido posible esto teniendo España uno de los mejores sistemas de salud del mundo?, ¿cómo es posible que España ahora se encuentre en esta posición?
Las posibles explicaciones apuntan a una falta de preparación para una pandemia (es decir, sistemas de vigilancia débiles, baja capacidad para las pruebas de PCR y escasez de equipo de protección personal y equipo de cuidados críticos), una reacción tardía de las autoridades centrales y regionales, procesos lentos de toma de decisiones, alta niveles de movilidad y migración de la población, falta de coordinación entre las autoridades centrales y regionales, poca dependencia del asesoramiento científico, envejecimiento de la población, grupos vulnerables que experimentan desigualdades sociales y de salud, y falta de preparación en residencias de ancianos. Pero la realidad es que estos problemas se vieron exacerbados por los efectos de una década de austeridad que había agotado la fuerza laboral sanitaria y reducido la salud pública y las capacidades del sistema de salud, sobre todo de la atención primaria. Con casi nada de Salud Pública y poca Atención Primaria, nos ha pillado el virus.
Y ahora necesitamos una evaluación exhaustiva, independiente e imparcial por parte de un panel de expertos internacionales y nacionales, centrados en las actividades del Gobierno Central y de los gobiernos de las 17 comunidades autónomas de los sistemas de salud y asistencia social para preparar al país para nuevas oleadas de COVID-19 o futuras pandemias, identificando debilidades y fortalezas, y teniendo claro las lecciones aprendidas. Esta evaluación debe incluir tres áreas de la gobernanza y toma de decisiones, del asesoramiento científico y técnico y de la capacidad operativa. Y además, deben tenerse en cuenta las circunstancias sociales y económicas que han contribuido a que España sea más vulnerable, incluidas las crecientes desigualdades.
Esta evaluación no debe concebirse como un instrumento para asignar culpas. Más bien, debe identificar áreas en las que la salud pública y el sistema de salud y asistencia social deben mejorarse. La clave no es encontrar culpables, la clave es la mejora. Necesaria, no: IMPRESCINDIBLE.