Son las cosas de Francina. De hecho siempre que la olvidamos la recordamos de copas, de farra, como cuando aquel artículo que le escribimos siendo una recién llegada a la política en la inocencia que nunca tuvo y que titulamos “el positivo de Francina”. Una columna aquella en el diario El Mundo del año 2003 donde recreábamos su positivo en la prueba de alcoholemia benemérita a la salida de un mitin, un positivo que terminó en un no, en una negativa electoral.
Ahora, mientras dice que “se está pensando el toque de queda en Baleares”, mientras está pensando si utilizar juguetes, instrumentos jurídicos ilegales ausentes en la constitución para la estimulación anal de los ciudadanos, dicen que sale a refrescarse la boca con unos tragos prohibidos a altas horas. Unos sorbos llenos de esas restricciones que no sólo te impone cuando se pone Sor Francina, sino de las que te hace responsable en cuanto suben los casos de la nueva trampa covid llamada “incidencia acumulada”. Una más.
Ahora que Patriciamiamor es patriciacolutorio, que enjuaga su irresponsabilidad en la disculpa de la irresponsabilidad presidencial alegando que aquí todos podemos hacer lo que nos salga de las pelotas, Armengol es el contraste exacto entre toda la negatividad que transmite, entre toda la indisposición y falsedad que transmite su mensaje, y lo positivo que le resulta que tú como ciudadano seas el culpable de que ella deba cercenar tu libertad con el toque de queda que se acaban de inventar.
Si no fuera porque somos elegantes, podríamos hablar de que Armengol anda embebida de soberbia libertaria, borracha de argumentos donde haga lo que haga actúa bien, y en la que tú, hagas lo que hagas, bebas lo que bebas, eres el responsable al que ella castiga desde el púlpito del tardeo ilegal en el que ha convertido su Consolat de Mar. Un consolador para la tranca llorosa del día después, arrepentida, tramposa, una “reunión de trabajo” nocturna que no estaba en su agenda, y que mientras pagamos los ciudadanos notamos el lenguaje farfullado de la libertad de su comunicado, los gritos de los asesores que le llevan la litrona y que le dicen desmayándose todo eso de “escóndete en el baño, presidenta, que viene la local”.
La reincidencia en todo lo que se bebe Armengol nos preocupa poco, que cada uno resuelve sus traumas políticos como buenamente puede, pero nos ayuda porque andábamos preocupados sobre por qué tanta nada en una presidenta no ha creado una sola cama de UCI en una sanidad potencialmente colapsable. Andábamos desconsolados sin saber por qué tanto silencio no habiendo contratado a un solo intensivista de la comunidad catalanoparlante por la que suspira; por qué no había subido el sueldo a los profesionales sanitarios a los que tanto aplaudía desde el balcón del desconsuelo.
Ahora ya sabemos por qué, sabemos dónde estaba la rojezna presidenta los días pares en los que te reñía por “no ser solidario” y los impares en los que te hacía responsable por ejercer la libertad que lanarmente muchos ciudadanos han decidido libarse a tragos largos. No estaba muerta, estaba de parranda, estaba tomando cañas, que decía el gitano. Salud, Francina.