JUAN RIERA ROCA
Los investigadores de la Escuela Universitaria ADEMA han finalizado con éxito la fase del ensayo clínico del estudio sobre la eficacia del dispositivo de cierre personalizado ADEMA MASK SAFER (AMS) en mascarillas quirúrgicas entre diferentes colectivos con riesgo frente al COVID-19.
Según han explicado el presidente del Patronato de la Escuela Universitaria ADEMA, Diego González, “es muy importante buscar un sistema de cierre personalizado para mejorar la adaptación de la mascarilla al contorno facial e impedir de esta forma la entrada de aire contaminado y evitar fugas”.
La Escuela Universitaria ADEMA recomienda utilizar dispositivos de cierre personalizados que se adapten muy bien a la zona facial para conseguir convertir la mascarilla quirúrgica funcionalmente en una mascarilla dual, con protección bidireccional evitando flujo de aire.
Estas salidas pueden producirse por las aberturas o desajustes marginales de la mascarilla haciéndola más segura y un elemento de barrera frente al contagio de COVID-19, una protección proporcionada tanto a la persona que la lleva, como a la que está próxima a ella.
Para los investigadores de la Escuela Universitaria ADEMA, “la mascarilla es recomendable que sea ‘quirúrgica tipo II o IIR’, al ser las únicas cuyo tejido garantiza una efectividad BFE del 98% frente a agentes biológicos como virus, bacterias y hongos al estar tipificada como producto sanitario.
Se recomienda ajustarla con un dispositivo de cierre personalizado como el desarrollado por ADEMA, que se puede desinfectar y reutilizar. Está fabricado con una resina termoplástica biodegradable, el ácido poliláctico (PLA) a partir del almidón de maíz, sin problemas de abastecimiento y de bajo coste”.
Desde ADEMA, los profesionales e investigadores sanitarios muestran su preocupación “al ver a muchas personas con mascarillas mal ajustadas o con tejidos de bajos o ningún índice acreditado de protección frente a riesgos biológicos (BFE)”, lo cual puede incidir en un peor manejo de la pandemia.
Según ha explicado el principal investigador, el doctor Pere Riutord, “las primeras conclusiones evidencian científicamente los resultados de eficacia de nuestra patente, siguiendo las directrices de la Agencia de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) de los EEUU a diferentes colectivos expuestos, realizando pruebas mediante kits específicos fabricados por 3M”.
Dichas pruebas de ajuste se han llevado a cabo en los centros más expuestos, en los que los profesionales deben protegerse al máximo frente a posibles contagios de COVID-19, como son: el 112 con la participación de su personal especializado, el Servicio de Enfermedades Infecciosas de Son Espases, el CEIP Miquel Porcel, y alumnos y personal sanitario de ADEMA.
Según el Dr Riutord “este dispositivo de cierre periférico de las mascarillas quirúrgicas ha sido admitido e incluido en las guías frente al COVID-19 para clínicas dentales del Instituto Balear de Seguridad y Salud Laboral (IBASSAL) a petición de UBES, CAEB y la Escuela Universitaria ADEMA-UIB”.
El nuevo dispositivo se ha sometido a pruebas evaluadoras de la OSHA de EE UU, que es la metodología que se está usando en diferentes estudios internacionales. Las pruebas de ajuste se realizan con el kit de 3M mediante una escafandra específica en la que se aplica interiormente un aerosol.
De este modo se procede a un calibrado mediante la difusión de una solución de sacarina sódica, creando una atmósfera saturada que el participante percibe al respirar, si es que existiera un desajuste marginal de la mascarilla en su superficie facial., que es lo que se que se pretende evitar
El Dr Riutord ha explicado que “en las pruebas en las que se utilizan mascarillas quirúrgicas sin el dispositivo de cierre periférico a medida y en las FFP2 y FFP3, a los pocos segundos los participantes notan la penetración de la solución de sacarina sódica en la cavidad oral”.
Esta penetración se percibe “notando un fuerte sabor dulce. Por el contrario, cuando se utilizan las mascarillas quirúrgicas con el dispositivo de cierre periférico a medida, el participante no nota la entrada de dicha solución en la cavidad oral, ya que el sellado que se consigue es óptimo”.
“Con ello –añade el prestigioso médico estomatólogo, profesor universitario, investigador y académico –con lo que la seguridad ante una posible entrada de aire contaminado en situaciones de alto riesgo es prácticamente nula”, lo que evidencia la mejora que aporta el nuevo dispositivo.
Para el doctor Riutord, “es clave y fundamental que las instituciones públicas y privadas se animen a implantar este dispositivo dada la relevancia que ha significado; y que, como Escuela Universitaria especializada en el sector sanitario, deseamos hacerlo público y que se beneficie toda la sociedad”.
El equipo de investigadores ha finalizado ya el estudio preliminar, cuyos excelentes resultados han interesado a centros extranjeros que han decidido unirse al proyecto. Universidades como las de Oslo, Edimburgo y Cracovia han decidido implicarse en el desarrollo de esta patente.
Sus científicos y están trabajando conjuntamente con los investigadores de ADEMA, otorgando a este proyecto multicéntrico internacional una proyección académica de referencia, con el objetivo común de poner en conocimiento de la comunidad científica un nuevo método de protección.
La Escuela Universitaria ADEMA-UIB ha desarrollado y patentado estos dispositivos y se distribuye a través de su fundación ADEMA+ sin ánimo de lucro y cuyos ingresos se reinvierten en investigación y en asistencia sociosanitaria a personas en situación de vulnerabilidad.
El dispositivo de cierre ADEMA MASK SAFER se aplicaría sobre las mascarillas quirúrgicas, dotándolas de mayor seguridad y eficacia ante situaciones de riesgo frente al contagio de COVID-19 y otros agentes infecciosos, tanto en asistencia sanitaria como en transporte o educación.
Se trata,a juicio de estos científicos, de un elemento, “muy necesario” en situaciones donde es previsible el contagio por vía aérea, no solo a través de gotículas de fluidos orales contaminados, sino incluso ante aerosoles que quedan en suspensión en ambientes cerrados donde hay poco volumen de aire renovado, los cuales pueden contener los agentes infecciosos, tal como demuestran las últimas investigaciones avaladas por la OMS.