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Feliz Naviridad

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz.
Médico-Forense.
Especialista en Medicina Legal.
@Alarconforense
Me llama mi editor Calafat a última hora de esta previa navideña, solitaria y bella, y creo que con la excusa de pedirme el artículo me sugiere que le dé alegría y algo de paz. Sin decirlo entiendo el encargo, entiendo que la revista necesita el contrapeso aleve necesario a las noticias sanitarias desastrosamente señaladas, un poco de paz a tanto desconocimiento real, a tanta chapuza gestora y -sobre todo- a tanto papanoelismo baratón, a tanto regalo trampa de última hora de la noche de este año diferente.

Pienso en la alegría de estos días como pienso en la alegría del resto de los días, no en la frase hecha de “hacer del resto de los días Navidades” sino en la de “hacer del resto de los días verdades”, momentos reales desde los que ser y estar sobre todo en nosotros, en hacer de los días nuestros días.

Pienso sin querer en la felicidad de estos días y pienso que la ficción de la felicidad es la peor de las soledades; que la obligación de sentir algo es la peor de la infelicidades, y que esperar al día de Navidad para estar con alguien es poco menos que haber perdido la oportunidad de estar 364 días sin uno mismo, sin cumplir con ese regalo que es regalarnos felicidad cualquier día.

Si tuviera que ocuparme de algunos de los grandes dramas del Hombre, dejaría el covid con sus miserias para otro momento. Me centraría en la tragedia de no vivir en el presente, en la imposibilidad que tenemos para paladear lo real, en lo dramático de estar obligado a vivir felicidades futuras y los sinsabores de cuando llegan, en el desastre de que una fecha deba ser el motivo no ya para ser feliz sino simplemente para ser. De ahí que pudiendo escribir de lo que pasa suela escribir de lo que siento. De ahí que la alegría que me pide Juansea simplemente recordar la que él y yo nos bridamos todos los días, cuando -descojonándonos- me afea las letras feas y me ensalza las letras ya altas, las que nunca llegan más allá de cualquier Navidad solitaria. Escribo un artículo en primera persona como quien escribe la carta a Papa Noel pidiéndole algo que es precisamente lo único que él no espera que le pidan, el regalo exclusivo que únicamente un ser imaginario podría traerte un día cualquiera llamando a la puerta de tu corazón.

Escribo en primera lo que es de última generación, como las cefalosporinas, sin darme cuenta de que le pido la alegría de verdad de sentirnos vivos, sin trucos epidemiológicos ni trampas que se hamacan en el desconocimiento y en la incertidumbre, cada uno con la suya, cada uno encerrado en su propio cerrar de ojos.

Debería tener palabras para todos los compañeros, para todas las personas que han vivido en este año en una suerte de miedo, para los que en este momento lo tienen y para los muchos que lo tendrán pase lo que pase. Pero para todos ellos que de alguna manera son los actores de su tiempo, no quiero desearles inercia de vida sino constancia de sentir. Solos y alegres, celebrando estar vivos sin más razón ni más tiempo. Feliz vivir.

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