Imagen de un momento del proceso de formación de alumnos de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia “San Juan de Dios”-Comillas, extraída de sus redes sociales.
Las urgencias de salud mental durante la pandemia de COVID19 han aumentado un 47% entre los adolescentes. Entre los profesionales sanitarios ha habido un incremento de síntomas depresivos, ansiedad, estrés postraumático y abuso de sustancias, entre otros. En los centros sanitarios se han creado nuevos protocolos e intervenciones para minimizar el impacto de la pandemia, facilitando cuidados dirigidos a la humanización de la asistencia.
La pandemia ha supuesto significativos cambios en la salud mental de la población general. Como señala Alicia Cunillera, profesora de Enfermería, especialista en Salud Mental, de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia “San Juan de Dios”-Comillas y enfermera en el Hospital Universitario Gregorio Marañón, “los índices de ansiedad, depresión e insomnio se han multiplicado en el último año.
Esto se ha dado especialmente en algunos colectivos más vulnerables como son la población infanto-juvenil, las mujeres, las personas en situación de vulnerabilidad social, los profesionales sanitarios y las personas con problemas de salud mental previos y/o discapacidades”. Su experiencia asistencial le ha permitido observar un aumento de las urgencias relacionadas con ansiedad, un aumento de casos de algunas patologías concretas.
Es el caso de los trastornos de conducta alimentaria y un incremento de los ingresos en plantas de hospitalización de psiquiatría infanto-juvenil por conductas autolíticas. Un del Hospital Sant Joan de Déu señala un aumento de un 47% de las urgencias por motivos de salud mental en adolescentes en el primer trimestre de 2021 comparado con ese trimestre del año anterior. Destacan los trastornos de conducta alimentaria, entre otros.
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), desde el inicio de la pandemia hasta la actualidad, un 6,4% de la población ha acudido a un profesional de la salud mental por algún tipo de síntoma, siendo el mayor porcentaje un 43,7% por ansiedad y un 35,5% por depresión. Más del doble de las personas que han acudido a estos servicios de salud mental son mujeres.
Según este mismo estudio, un 5,8% de la población ha recibido un tratamiento psicofarmacológico, entre los que destacan los ansiolíticos (un 58,,7%) y los antidepresivos (41,3%). “Esta situación -añade Cunillera-, sumada al agravamiento de los problemas de salud mental que ya tenían nuestros pacientes antes de la pandemia, ha propiciado que desde enfermería nos hayamos replanteado nuestra labor asistencial».
El objeto de este replanteamiento ha sido «poder adaptar nuestra forma de cuidar a nuestros pacientes y familia”. Esta gran responsabilidad, unida al cambio de tareas, protocolos y al miedo inherente a una pandemia, también ha tenido un impacto, no sólo en la población general, sino entre los profesionales sanitarios. La enfermera también advierte que en este sector se ha objetivado un incremento de síntomas de salud mental.
Es el caso de síntomas depresivos, ansiedad, estrés postraumático y abuso de sustancias, entre otros. “Bajas laborales, cambios de servicio e incluso cuestionar el abandono de lo que hasta ahora era su profesión y en algunos casos vocación. Hemos comprendido que existen diferentes respuestas emocionales y conductas más o menos adaptativas frente a situaciones críticas”, señala.
Según algunos estudios el 28,1% presenta depresión, el 22,5% trastorno por ansiedad, el 22,2% estrés postraumático y un poco más del 6%, abuso de sustancias. Algo que ha observado durante este tiempo es que en algunas ocasiones la petición de ayuda por parte de los profesionales resulta difícil o se tiende a negar el malestar y sufrimiento que vivimos.
“Se trata de una cuestión que desde enfermería trabajamos con los pacientes habitualmente, especialmente en el ámbito de la salud mental y que paradójicamente a veces tenemos como tarea pendiente”, añade a la enfermera. Éste es el motivo de que en los hospitales se hayan creado grupos de intervención en los que enfermería, junto con otros profesionales de la salud mental.
De este modo se han abordado estas cuestiones con los trabajadores que lo demandaban. Se ha rescatado la importancia del autocuidado y se han desarrollado intervenciones específicas, como el aprendizaje de técnicas de regulación de ansiedad y estrés, algo que debía replantearse a la luz de los nuevos conocimientos generados por la pandemia, pero también y sobre todo, de las necesidades planteadas por quienes tienen esos problemas.
En relación a este tema, la profesora de la EUEF “San Juan de Dios”-Comillas, plantea una reflexión: si los profesionales sanitarios realmente han podido dedicarse a su propio cuidado y salud emocional durante este tiempo. “Es difícil poder dedicarnos al cuidado del otro si no podemos cuidarnos, no sólo como profesionales, sino también legitimando nuestra necesidad de cuidarnos como persona”, advierte esta enfermera.
En el caso de los profesionales de enfermería que desarrollan su asistencia en instituciones o centros que atienden a pacientes con problemas de salud mental, se han creado nuevos protocolos e intervenciones para minimizar el impacto de la pandemia, facilitando unos cuidados dirigidos a la humanización de la asistencia.
Se ha puesto en relieve la importancia de desarrollar actividades dirigidas a la promoción de hábitos saludables y autocuidado (higiene, alimentación, actividad física, descanso, etc.), intervenciones que aunque siempre han guiado la práctica enfermera, se han visibilizado y atribuido un papel clave en el desarrollo de una salud mental positiva. El autocuidado permite una salud mental positiva.
Desde la adaptación de las urgencias para facilitar la atención a pacientes que acudían por motivos de salud mental, el uso de tecnologías para favorecer la comunicación entre paciente y familia, asistencia telefónica en consultas ambulatorias para no perder la continuidad de los cuidados, desarrollo de grupos de ocio y actividades de relajación en unidades de hospitalización, etcétera.
“Los profesionales de enfermería hemos podido compartir y difundir nuestras experiencias en foros y congresos y nos ha hecho enriquecer nuestra práctica asistencial y mejorar el desarrollo de los cuidados. La situación de pandemia, sus consecuencias en la salud mental de los diferentes colectivos y nuestras vivencias y experiencias como profesionales de salud, implican un punto de inflexión en nuestra práctica asistencial. Supone visibilizar y poner en relieve la importancia de desarrollar nuestros cuidados atendiendo a aspectos emocionales de nuestros pacientes, familiares, equipos de trabajo, sin olvidar nuestras propias necesidades y cuidado”, concluye Alicia Cunillera.