Y tampoco hubieran comenzado jamás las emisiones del programa de televisión Salut i Força. De hecho, nunca hubiera existido el proyecto Salut i Força, de cuya irrupción en el sector de los medios de comunicación se cumplen ahora 27 años. El mundo escénico de la isla tampoco hubiera sido el mismo sin la aportación de Joan Calafat. No en vano, se las arregló en su momento para convencer a un grupo de médicos y profesionales sanitarios para formar una compañía amateur que llegó a actuar en recintos tan emblemáticos como el Auditorium de Palma y el Teatre Principal.
Son Sardina no sería la misma barriada que es en la actualidad si Joan Calafat no hubiera estado entre nosotros. Su contribución a la mejora y el progreso de esta zona tan querida de Palma, como presidente y dirigente de la asociación de vecinos, dio frutos incontestables, uno de los cuales, por cierto, fue el nacimiento de la televisión local en Mallorca.
Y, desde luego, el ámbito sanitario habría notado su ausencia. No ya tan solo por su faceta de editor y comunicador, en la que ha mantenido un liderazgo firme y sólido a lo largo de casi tres décadas, sino, muy especialmente, porque, en efecto, Joan Calafat fue, antes que nada, un sanitario.
Un excelente sanitario, debemos añadir. Un profesional que se granjeaba la confianza de los pacientes, los familiares, los compañeros de trabajo y los propios médicos. Todos ellos sabían, por experiencia, que con Joan, ya fuera en la camilla del área de Urgencias, en la cama de un hospital, en una UCI o en un avión ambulancia, todo estaba bajo control.
Joan Calafat se ha ido. Nos ha dejado a los 68 años de edad. Y muchas de las personas que hemos tenido el privilegio de conocerle lloramos ahora su pérdida. En primer lugar, por la estima personal que le profesábamos, pero también porque somos plenamente conscientes de que, sin Joan, ninguno de nosotros seríamos lo que somos.
Descanse en paz esta persona irrepetible, entusiasta, vital, valerosa, sin la cual muchas cosas no hubieran ocurrido. El mundo no sería igual sin Joan Calafat. Eso, se lo deberemos siempre.