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Los estragos del burnout médico galopante

Miguel Lázaro
Psiquiatra HUSE
Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión
La medicina es una profesión que se las tiene que ver con la incertidumbre, siendo como es una disciplina de medios y no de resultados (excepto la medicina estética). Los médicos nos manejamos con certezas razonables, tanto en los juicios diagnósticos, pronósticos y terapéuticos. De ahí la necesidad de aspirar siempre a tomar decisiones prudentes. La ciencia no es una certeza irrefutable acerca de los hechos sino la metodología de abordaje más adaptativa e inteligente. Aprender a pensar científicamente es una parte clave de la formación profesional, clave en la carrera profesional, que actualmente está bloqueada desde el 2018.

Con respecto a la carrera profesional hay una gran indignación entre el colectivo médico ante el recorte de esta legislatura de unos 20 millones de euros, con premeditación y alevosía para 1.400 médicos. Simebal lo ha judicializado. Los médicos, sobre todo los quemados, tienden a aconsejar lo que anticipa que la gente no puede o no quiere cumplir. Cuánto cuesta reconocer de facto la autonomía y el necesario compromiso del paciente. Desde el agotamiento y distanciamiento emocional médico no nos importa que los pacientes pidan recomendaciones que no seguirán. Nos da igual que muchas veces prescriban fármacos que las personas reclaman pero no toman. El burnout tiene graves consecuencias: médico y paciente dialogan acerca de qué cosas es necesario hacer pero jamás abordan acerca de cómo hacerlo. Mucho diálogo pero poca comunicación. Demoledor. El médico quemado no articula lo necesario con lo factible, siendo presa de la rutina médica. La falta de adherencia produce propuestas imposibles de cumplir o de comprender, sobre todo en el tratamiento complejo y largo en enfermedades cronicas. Nadie da lo que no tiene, y desde la fatiga de la compasión (ese es el cáncer del burnout), los valores y preferencias del enfermo apenas cuentan en el diseño terapéutico. No se articula la imprescindible corresponsabilidad. Ningún profesional quemado podrá desterrar el paternalismo, que todavía permanece irreductible ante pacientes con patologías crónicas, que exigen un alto de autogestión.

Todo esto se incluye en la atmósfera del desgaste profesional de formidables y excelentes médicos. La medicina es una profesión maravillosa que exige entusiasmo, pasión y compromiso. Esto es lo que se está cargando la mediocre gestión de la secta gerencial y de las administraciones sanitarias, incapaces de generar estrategias específicas para captar y para fidelizar a los médicos. De ahí la fuga al extranjero y a la medicina privada. Este es el gran drama, sobre todo en nuestra Atención Primaria. Las víctimas, los profesionales y los pacientes.

Esto es lo que late en el ámbito de la Atención Primaria a nivel del estado. Por eso las huelgas se están generalizando. No puede haber modelos reorganizativos sin médicos. El dato mata al relato. Queremos ver a nuestros pacientes con tiempo y a tiempo. Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.

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