En una sociedad estresada como la nuestra y dónde aún hay muchos tabúes sanitarios, es frecuente aguantarse las ganas de buscar un cuarto de baño cuando vienen las ganas de hacer del cuerpo y uno no está en su ambiente de confianza. La doctora Esmeralda Rubio, especialista en Aparato Digestivo de Juaneda Hospitales, advierte en esta entrevista que “aguantarse las ganas” puede ser mucho más perjudicial para la salud de lo que puede parecer a primera vista, además de repasar otras claves sobre este fenómeno tan habitual, vital y, por extraño que parezca, en ocasiones tan poco conocido.
P.—¿Por qué es malo aguantarse las ganas de defecar?
R.—Cuando las heces alcanzan la última sección del colon, es decir, el recto, éste se estira y los nervios envían una señal al cerebro de que es hora de vaciarlo. Si ignoramos esta señal se podría perder esa sensación de querer ir al baño y habría que esperar a que volviera. Con el tiempo, puede incluso abolirse esa “llamada” del colon al cerebro porque no se le ha dado respuesta. O incluso puedes dañar los nervios en el recto, perder fuerza en esos músculos y ser propenso a, por ejemplo, que se te escape algo. Para aguantar las heces, además, hay que aumentar la presión sobre los esfínteres anales y la pared pélvica. Todo ello lleva al estreñimiento crónico. A medida que las heces se acumulan en el colon, éste absorbe su agua y se endurecen. Todo ello genera que cuando finalmente decidamos ir, sea una operación difícil y dolorosa, tanto que incluso algunas personas le cogen miedo, retrasan aún más el momento de ir al baño y así, se meten en un círculo vicioso del que ya es muy complicado salir.
P.—¿Cuál es la postura correcta para hacer del cuerpo?
R.—Para una correcta defecación es necesario que exista una flexión de caderas superior a 90º. O lo que es lo mismo, las rodillas deben estar más elevadas que las caderas. En esta posición la musculatura encargada de la continencia fecal se relaja y no es necesario hacer tanta fuerza para defecar.
P.—Además de sobre la función normal de defecar, ¿aguantarse las heces demasiado tiempo tiene otros efectos nocivos?
R.—Claro. No se limpian las toxinas y desechos del organismo, y además, la función del tubo digestivo (hacer la digestión y absorber los nutrientes) también se ven perjudicadas por una retención de heces. Si la parte final del tubo digestivo no consigue vaciarse, la parte proximal (el estómago, el esófago) tampoco funcionan adecuadamente. Por eso mucha gente con retención de heces tiene náuseas, ganas de vomitar, e incluso pierde el apetito porque no le ‘entra’ alimento, porque no le ‘cabe’ más de lo que ya hay. Finalmente, posponer habitualmente las ganas de evacuar y ralentizar el «tiempo de tránsito» intestinal puede estar asociado con un mayor riesgo de problemas como cáncer de intestino, diverticulosis (pequeñas bolsas del revestimiento del intestino que sobresalen a través de la pared intestinal), hemorroides y fisuras anales y prolapso.
P.—¿El estreñimiento puede llevar al cáncer de colon?
R.—Es un factor de riesgo, pero partiendo de responder a la pregunta de qué produce el estreñimiento: No beber agua, no comer fibra, no hacer ejercicio. Más que la propia retención de las heces, que también, los factores de riesgo que conducen a esa retención son los mismos que conducen al cáncer de colon.
P.—¿Cuántas veces al día hay que defecar?
R.—Cada persona es un mundo. No hay una regla estricta que indique si hay que ir al baño todos los días o cuántas veces hay que ir. Hay quienes van tres o cuatro veces por semana y se sienten bien y hay quien va dos veces al día y también se siente bien. No hay que fijarse en una cantidad, más bien hay que fijarse en los cambios. Si una persona está acostumbrada a ir todos los días al baño y de repente viene una temporada en la que cuesta ir, o se va solo una vez a la semana, o todo lo contario, si se comienza a ir más veces de las habituales, es que algo ha pasado: puede que haya cambiado la alimentación, que se tenga un problema de salud. No hay que fijarse en la cantidad de veces, sino en los cambios de esa cantidad. Si la persona se siente a gusto —no vomita, puede comer con normalidad, las digestiones van bien, las heces son normales, no sangra y no tiene ningún otro problema— su hábito intestinal está bien.
P.—¿Cómo reaccionar al ver sangre en las heces, hay que preocuparse?
R.—La gente se preocupa mucho (y es que a veces es una imagen muy escandalosa) si ve sangre en las heces y/o en el agua del retrete, pero no siempre es un síntoma preocupante. Cuando lo que aparece es sangre de color rojo fresco, como la que sale de una herida, a los especialistas en aparato digestivo, ese síntoma normalmente nos sugiere un problema de hemorroides. Máxime si estás estreñido, te ha costado ir al baño y has tenido que apretar. O todo lo contrario, tienes diarrea, has tenido que ir mucho al baño, has expulsado mucho, y se ha expulsado un poco de sangre al final. Siempre es aconsejable ir al médico, pero sangre roja al final de la deposición, incluso manchando el papel, no nos tiene que asustar.
P.—¿Y cuándo nos ha de asustar?
R.—Nos asusta cuando es de color negro. Quiere decir que viene del tracto superior y se ha digerido. Eso nos sugiere que hay un problema en áreas más altas del tubo digestivo.
P.—Unas heces en particular, las llamadas “melenas” son síntoma de cáncer de colon. Pero, ¿son fáciles de identificar, puede distinguirlas una persona sin formación médica?
R.—Las “melenas” [heces negras o alquitranosas con un olor fétido característico, que son una señal de un problema en el tracto digestivo superior] son difíciles de distinguir, no debe esperarse a saber distinguirlas para acudir al médico. Las heces llamadas “melenas” son pastosas, como alquitranadas, como si fuera petróleo, no una bola dura de color negro. Hay que consultar ante cualquier anomalía, pero no asumir que son “melenas” o no lo son.
P.—¿Las heces pueden tener muchas formas, verdad?
R.—Así es. Hay un mundo de posibilidades. Pero yo sobre todo animo a la gente a que se fije en los cambios en su consistencia, en el tamaño o en el color. Expulsar algo de moco también es frecuente y entraría dentro de lo normal, ya que el tubo digestivo lo fabrica de forma natural.
P.—¿A qué pueden deberse esos cambios?
R.—Pues a cambios en la alimentación, como el consumo de alimentos ultraprocesados, no consumir alimentos ricos en fibra en abundancia, y no mantener un adecuado aporte de agua. También una infección o gastroenteritis, a enfermedades más importantes, como una inflamación intestinal o incluso un tumor. El abanico de posibilidades que explique esos cambios es muy grande y va de cero a cien. Conviene consultar y, sobre todo, hacer autocrítica: ¿Estoy haciendo las cosas bien, bebo dos litros de agua al día (y más en verano, porque sudas), hago ejercicio que movilice el intestino? Si tienes una profesión sedentaria no se moviliza ese intestino, hay que hacer ejercicio. ¿Consumo suficiente fibra? Un consejo: un kiwi en ayunas activa el tubo digestivo desde la mañana. Apetece poco pero son muy eficaces.