Convendría recordar algunas nociones sobre la naturaleza humana para tocar con los pies en el suelo y aumentar nuestra empatía: Todos estamos pre-delirantes y pre-depresivos. Todos somatizamos. Todos somos agresivos. Todos somos terminales. Todos estamos en riesgo de descompensarnos. Nadie es culpable ni elige padecer un trastorno mental. Todos jugamos a la lotería genética. No elegimos nuestra crianza, la familia de origen ni el lugar donde nacemos. Y aunque, pensemos y nos engañemos con la creencia que auto diseñamos nuestra vida, somos fruto de mil casualidades y del azar. La materia prima con la que fabricamos el estigma son las creencias. Una creencia es el sentimiento de certeza sobre el significado de algo. Las creencias, son una fuerza muy poderosa dentro de nuestra conducta. Todos tenemos creencias que nos sirven como recursos y también creencias que nos limitan. Cuando una creencia se instala en nosotros de forma sólida y consistente, nuestra mente elimina o no tiene en cuenta las experiencias que no casan con ella. Es difícil cambiarlas.
Como decía Marcel Proust los hechos de la vida no penetran en el mundo que viven nuestras creencias, no las han hecho nacer, ni las destruyen: pueden infligirles los más constantes desmentidos sin debilitarlas. El estigma se operativiza a través de tres factores: los estereotipos, los prejuicios y la discriminación con la privación de derechos civiles: vivienda, trabajo, etc. Resultado: trato indigno y bloqueo de la reintegración social. Y por si fuera poco, derivada de la estigmatización social aparece la auto estigmatización que se manifiesta en el autoaislamiento, en el ocultamiento de la enfermedad, en la baja autoestima y en la anticipación del rechazo de los demás. Además del estigma de usar los servicios de salud mental. Otros temen que cualquiera sepa que tiene un problema de salud mental, o les preocupa la confidencialidad. Dos antídotos contra la estigmatización son: la resiliencia y el respeto. Al igual que muchas hambrunas, la escasez del respeto es obra humana; a diferencia del alimento, el respeto no cuesta nada. No olviden: aun, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma. Recuerden que como dijo un maestro «el cielo siempre está arriba, solo hay que mirarlo». Sigan construyéndose un buen estrés posvacacional. Por cierto, enhorabuena por la creación de la Direcció General de Salut Mental , ahora solo hace falta que vaya acompañada de un buen presupuesto y que sea una prioridad.