Como dice G. Lipovetsky, actualmente todo nos preocupa y nos alarma. El andamio de las creencias ya no nos aporta seguridad. Son los tiempos hipermodernos. Ahora, el catálogo de enfermedades mentales (ya saben que el diagnóstico es la enfermedad más extendida y que los psiquiatras no tenemos límite) ha aumentado con la inclusión de otro malestar posmoderno, que rápidamente va ser medicalizado, y será motivo de largas bajas laborales.Viva la hipocondría social. Una vez más la ‘pardalería’ humana haciendo estragos.
En esta estupidez, quejorrea crónica y mamoneo que nos invade, sobresale cada verano, con una cobertura mediática excepcional el depredador estrés posvacacional. El temido EPV. Así, con mayúsculas. Los medios nos infoxican con el EPV y realizan numerosas entrevistas a diversos especialistas sobre cómo prevenirlo y como afrontarlo. Ayer leí que solo los japoneses se libran de él, porque al parecer allí no tienen vacaciones. Reconozcámoslo: estamos atrapados por el estrés que nos configuramos a destajo: estrés laboral, estrés prevacacional, vacacional. Y para acabar estrés posvacacional.
Hay páginas y páginas sobre su malignidad y hay una obsesión delirante sobre cómo prevenirlo. Solo están a salvo los más de 3 millones de parados. Esta es la gran noticia. Sin curro no hay EPV. He aquí el gran logro del Gobierno de Sánchez. Esta es la clave oculta del resultado electoral. Por eso va a seguir gobernando con un Gobierno de Personalidad Múltiple que facilite seguir en el poder pero con una complicada gobernanza. Vayan preparando la chequera.! El festín que se van a dar los partidos independentistas, a costa de los paganos de siempre.
Pero volvamos al tema central del artículo. Me impongo hacer pedagogía un año más. Existen cinco criterios básicos para padecerlo: no estar criando malvas, tener job, minijob, ser fijo discontinuo y/o temporal, haber tenido vacaciones y haber superado el estrés vacacional familiar y la salmonelosis estival, no haber sucumbido en las diferentes operaciones retorno y volver sanos y salvos al hogar y tener amigos para contarlo en las tertulias. ¡Joder macho estoy con el EPV! Quina putada!
Los más snobs e intelectualoides se explayan: es la serotonina, son los ritmos circadianos, son las endorfinas, es la música límbica desajustada. La cutrez cognitiva no tiene límites. Cada vez se cotiza más. El EPV da estatus, es un gran valor emergente dado el desolador panorama laboral. Enhorabuena si lo padece: No se le ocurra contratar las vacaciones en una agencia en la que no le garanticen un magnífico estrés posvacacional. Si no cumplen que le devuelvan el dinero. ¡Ah! Ni el prozac, ni la homeopatía, ni el ayuno ayurvédico alivian ni curan el EPV. Aumente su autoestima fabricándose un gran EPV. Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma. Buen verano.