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Sigue la lucha sin cuartel: tolerancia cero

Miguel Lázaro
Psiquiatra HUSE
Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión
Todos tenemos un alto potencial estigmatizador, que empieza con el chafardeo y hablar y despellejar al prójimo, pero esto alcanza cotas máximas cuando hablamos de todo lo concerniente a la salud mental, es decir a los enfermos, a sus familias, a la atribución de que son violentos, a las enfermedades psiquiátricos, a los fármacos psiquiátricos: ansiolíticos, antidepresivos y antipsicóticos, al electrochoque, a ir al psiquiatra etc etc.

Además de la losa de la enfermedad, desde edades tempranas y de la espada de Damocles que supone para toda la vida, la sociedad les etiqueta, los rechaza y los discrimina. Grandes dosis de invisibilidad y silencio. Las familias de los enfermos mentales se convierten en guetos. Aislados como defensa ante los anticuerpos que la enfermedad mental genera en la sociedad. Genoma y angioma en contra del enfermo y de sus familias. El estigma ha sido y es la batalla que no podemos perder.

Está en juego la dignidad y los derechos civiles de nuestros enfermos mentales.

Y aunque, pensemos y nos engañemos con la creencia que autodiseñamos nuestra vida, somos fruto de mil casualidades y del azar. Madurar exige siempre una progresiva des-idealización y asumir que la vida controlada es un pensamiento mágico e infantil del cual es necesario desprenderse. La materia prima con la que fabricamos el estigma son las creencias. Una creencia es el sentimiento de certeza sobre el significado de algo. Las creencias, que en muchos casos son inconscientes, afectan a la percepción que tenemos de nosotros mismos, de los demás, de las cosas y situaciones que nos rodean. Son una fuerza muy poderosa dentro de nuestra conducta. Es difícil cambiarlas. Como decía Proust los hechos de la vida no penetran en el mundo que viven nuestras creencias, no las han hecho nacer, ni las destruyen: se les pueden infligir , los más constantes desmentidos sin debilitarlas. Hemos avanzado mucho en la atención en salud mental pero aunque nos queda mucho, es muy importante “desterrar” el sentimiento de culpabilidad que tienen en muchas ocasiones tanto las familias como los enfermos.

La resiliencia enfatiza a cada individuo como alguien único, es enfatizar las potencialidades y los recursos personales que permiten enfrentar situaciones adversas y salir fortalecido, a pesar de estar expuesto a factores de riesgo.

Factores resilientes como la autoestima, la confianza en sí mismo y el entorno, la autonomía y la competencia social. Y el respeto. La falta de respeto, aunque menos agresiva que un insulto directo, puede adoptar una forma igualmente hiriente. No se le concede reconocimiento. No se le ve como un ser humano integral cuya presencia importa. Hay suficiente cantidad de esa preciosa sustancia para todos. Al igual que muchas hambrunas, la escasez del respeto es obra humana; a diferencia del alimento, el respeto no cuesta nada. Los antídotos contra la estigmatización son: la resiliencia, el respeto y sobre todo más recursos en Salut mental: doblar el número de psiquiatras, psicólogos clínicos, enfermeras especializadas y trabajadores sociales. Se precisa mucho más apoyo a las asociaciones de enfermos así como estrategias en prevención primaria (grupos de riesgo) y rehabilitadoras en cuanto a defender los derechos sociales y laborales de los enfermos mentales. Planes sin presupuesto son brindis al sol.
Entonces por qué escasea HUMANICEMOS el estigma: transformarlo en un valor: El estigma se transforma en ESTIMA, si le quitamos la g intermedia. Espero que el presupuesto en salut mental sea prioritario en el actual Gobierno ,tal como se ha comprometido.No olviden: aun, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma.

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