Y como no hay fecundación sin fuego, hablaríamos del tema de la quema del retrato de la consellera García sino fuera porque el tema -además de menor- es sólo apto para paletos. Que desde Cataluña pensaran en el retrato de Manuela para quemarlo nos ha servido para el análisis de los rescoldos de la Presidenta del Proceso, una deslenguada Armengol. Ni una sola palabra de condena. Ni un solo mensaje de apoyo a la falla catalana del careto de Manuela García. No la ha condenado ni en Gallego. El fuego ha dejado de purificarlo todo, da igual que representes la pluralidad, el equilibrio y el arbitraje político en el centro de Madrid.
Que la representada impresentada de Francina abriera el fuego del prometeo de las lenguas era únicamente cuestión de tiempo. No rinde homenaje a la lengua, ni siquiera a lo que la lengua representa para nosotros. Rinde homenaje a su desconocimiento, a sí misma.
Y mientras el fuego arrasa con lo que no somos dejando paso a que la lengua sea una posibilidad para dejar de ser una imposición, se quema a lo bonzo Manresa, Andreu Manresa, que dice bye-bye con su pinta de desvalido cowboy. Alardea en el adiós defendiendo la independencia de un cargo porque no puede hablar de la suya. Vitorea lloroso con ese cacareo institucional porque no puede defender una gestión caótica, politizada, sectaria, incumplidora de promesas insistentes de regularización nunca consumadas. El mismo se ha echado.
Sabemos desde aquí -recordamos desde aquí- el dolor del cierre del programa televisivo, del sectario determinismo de acabar con la presencia de Joan Calafat en “su tele”. No le gustaba al rojo el “olor a pepero” por el que delira en un programa blanco políticamente, un espacio sanitario que tuvo y mantuvo a profesionales indistintamente de su opción política. Demasiada libertad para su sectarismo. Demasiada política de tierra quemada.
El resto de los datos -de los incendios que él mismo se ha montado- le seguirán donde se jubile. Hacerle la campaña a su muñidora estirándola hasta las generales, aquellos tintes dictatoriales prohibiendo preguntas a Armengol como si fuera su camata, o manipulando el calendario de las formaciones políticas en período electoral ya forman parte de sí mismo. Dios los acompañe en la gloria de su adiós.
Hablar de decepción de un profesional es simplemente haber cometido el error de haberle dado la oportunidad de investirle de una independencia desconocida, haberle dado la posibilidad razonable de entender la información como un derecho inalienable.
“Llegó, vió y se piró” o “deja menos de lo que había”. Simplemente. Sin más. Que conste así el epitafio en la ceniza de su retrato junto al de la consellera Manuela García. Juntos. Ni Wilde y su golondrina lo hubieran escrito peor.