Si no entiendes que no existe otro lugar mejor para hablar de una televisión pública que éste es que no has entendido el esfuerzo denodado de este govern y su apuesta por la mejora de la salud mental. Si alguien no ve que la necesaria vuelta a recuperar los niveles de higiene necesarios forma parte del espíritu integral de velar por la salud colectiva es que estaba a sueldo de los anteriores y sus productoras. O algo peor.
Si alguien no ve claro por qué en una revista de salud hay que hablar de las disfunciones anatómicas del Parlament, de las hemorragias de nuestra mísera izquierda Caín, del mamoneo de su manipulación psicopática, es que precisamente necesita ingresar en una lista de espera de esas que guarda celosamente Mr. Ureña.
La higiene televisiva es otro de los test que se necesitan para articular la forma en cómo se ha tejido el velo ténue de control y prohibiciones, de reparto de fondos del presupuesto televisivo, de la permanencia de viejos elefant@s al servicio de una causa a la que los ciudadanos han puesto en la calle. Un mon de patologías. Si en nuestra columna del otro día (muchas gracias por las loas al título, “de rojo a rojillo”) ya le narrábamos en riguroso directo al próximo e ilusionante llegante Albert Salas, que la izquierda y su ansioso y poco realista monolingüismo interesado iba a dejar de votarle no para no votarle, hoy le avisamos de que cuando llegue, sus antiguos jefes en el socialismo, los que salivan y se regodean en público de sus facilidades para manipularlo, estarán cercanos a articularlo.
Le televisamos desde nuestra grada caliente los movimientos físicos del deporte rey que practica esta oposición, unos máquinas que no sólo no le han votado sino que se han abonado a la miseria de rescatar a la momia roja de Jordi Bayona para su nuevo estreno del director general de IB3 del mes. Si de aquellas visitas con los niños a Ikea nuestro primer vistazo eran para el cuadro del “empleado del mes”, hoy ya tenemos también a nuestro director general del mes, nuestro Jordi del mes. Nunca hubiéramos pensado que éste, además, era un pesebre de muñecos articulados.
La prensa dice hoy que Vox se rompe en tres partes, sin que sepamos de momento quién es el padre, el hijo o su espíritu santo. Quién nos iba a decir que iba a ser tan fácil desarticular las piezas.