Manuela y sus miedos respiratorios

Una vez recibida y acusada nuestra felicitación navideña del pasado año, empieza la campaña del calvario sanitario en nuestra Comunidad, empieza -por fin- la gestión achacable a los responsables que se dejaron nombrar algo el pasado mayo, con o sin el permiso socialista de Juli Fuster. La campaña de la enfermedad navideña, la llegada del invierno, ha puesto -desde que el mundo es mundo- a cada uno de los gestores sanitarios en su sitio. Llega la enfermedad del frío y entonces no hay forma de esconder la realidad, no hay miserias ni trolas.

Ya tenemos a los nuestros colocados en el panteón del desastre. Con la llegada del frío hemos visto estos días el acalorado debate entre la imposición o no de mascarillas, la gestión de los centros de salud con las vacunas y la incapaz y denunciada públicamente previsión del material necesario para acometerla. Un debate que -cuando existe, cuando aparece- es que no has currao, es que no tienes idea alguna de a lo que has venido a hacer.

Hablar de caos no sería nada sino fuera porque cuando apuntamos a que sólo una de cada cinco personas en Baleares se ha vacunado contra la gripe (136.734 de 724.719), no vemos a nadie que se haya responsabilizado de hacerlo, no hemos visto esos grandes palabros, esas orondas llamadas, esos grandes fastos publicitarios dando la matraca. No hemos visto al niño Ureña ni a su miedosa virgen Manuela, la consellERA, poner el brazo, ni, lo que es peor, haber adquirido 266.800 dosis de la vacuna de la gripe sabiendo (se supone) que la población diana de la enfermedad en Baleares son todos y cada uno de esos 724.719 cuerpos. Purita fe en sí mismos.

Sería suficiente, si, también anunciado, el desastre en la cobertura a menores de cinco años (menor al 15%, 13,4%) no fuera peor, una falta de conocimiento que no cuadra mucho con la sensibilización hacia ese colectivo de la que hace gala la presidenta Prohens desde el Consolat. Y como los datos no mienten, como en este caso ni siquiera se interpretan, ante el colapso sanitario (imaginemos que no hubiéramos tenido una de las tasas más bajas de gripe en España), ante el error, rectificado, de cita previa para la vacunación, ante el error, consumado, de presentación del plan de contingencia, ante la falta de improvisación de un sistema para la certificación de las bajas y la falta de previsión de oxígeno y camas en hospitales, la consellera declara que “cumplirán las órdenes” del Ministerio de Sánchez para imponerte la mascarilla en centros sanitarios.

Que lo único discutible, que lo único que se esperaba, fuera el contundente mensaje de un “Sánchez no manda en Baleares”, o que simplemente se esgrimiera su falta de competencia o las abundantes resoluciones del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, hubieran sido argumentos suficientemente para entender la diferencia entre imposición y recomendación, para que fuera el Ministerio el que nos denunciara. Es la diferencia entre miedo y medio. Que la cacareada defensa de la libertad que les llevó al gobierno, que el cocogüagüa de la consellera Manuera (ha dejado de ser la que fue) sobre los sorprendentes miedos aquellos que ya anticipara nada más tomar posesión, se nos hayan hecho realidad nos lleva a preguntarnos si también la nombró Patriciademisvacunas.

Dice ahora Manuela que acatará las mascarillas pero que estudiará la legalidad de lo que acata, dice “a sus órdenes” pero se inventa excusas de que se ha perdido la cogobernanza, de que necesita que “le den unas guías” etc etc. Lo de siempre: aire, vacío, cosas típicas del miedo.

O falta oxígeno o se avecina un clima irrespirable. A ver cómo lo soluciona Juli Fuster.