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Atado al pasado pero no encadenado

Miguel Lázaro
Psiquiatra HUSE
Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión
Dos monjes zen, un anciano y un joven, caminan por el campo. Han dejado el monasterio para visitar a sus respectivas familias en la aldea. Entonces oyeron una voz femenina que reclama socorro, corren hacia donde surge la voz y ven que una joven se ha caído al río, es arrebatada por la corriente y está a punto de perecer. Instantáneamente el joven monje se echa al río, coge a la joven entre sus brazos y la deja en la orilla. Los monjes siguen su marcha y varias horas después, el monje anciano dice: «Me supongo que eres consciente de que nuestras reglas no nos permiten tocar a mujer alguna y, empero, cogiste a esa joven entre tus brazos».

Y entonces el monje joven le replicó: «Yo cogí a esa mujer y la dejé en la orilla del río, pero tú todavía la llevas encima».
Reflexión: ¿Con qué recuerdos nos acompañamos? Algunos de ellos nos extorsionan, nos mortifican y comprometen la construcción de nuestro presente y futuro. Sufrir no modificará la realidad pasada. Como decía Antonio de Mello: un agravio no significa nada si no insistes en recordarlo.

Stop al despellejador del prójimo: los tres filtros de Sócrates

Una de las conductas más presentes en las situaciones de despellejamiento psicológico del prójimo debido a que todavía no hemos educado nuestros esfínteres superiores tanto como los inferiores es la rumoropatia, chismes, alcahueterías, infundios y el demoledor etiquetado estigmatizante. Las motivaciones para enfangar a los demás tienen que ver con emociones negativas secundarias tales como: la envidia, la rabia, el resentimiento, la mediocridad moral y el acomplejamiento y autoninguneo que las personas atesoramos. Cuánto cuesta renunciar a la proyección a través de la cual nuestras fallas y defectos las proyectamos en los demás. Como decía Cioran “nos confesamos cuando hablamos de los demás”. Un mantra que funciona bien en estas situaciones, ya clásico es el “ladran luego cabalgamos”. Otra forma más elegante y elitista de parar a los “verduleros tóxicos” es utilizar de forma masiva el triple filtro de Sócrates. He aquí los tres filtros que hay que utilizar cuando tengamos que afrontar al rumuropata de turno: Antes de contarme, dime primero: ¿Lo averiguaste tú mismo o te lo han contado? (filtro de la verdad) – «Me lo acaban de contar, pero lo consideran totalmente cierto» –. O sea, que no me puedes certificar que es cierto ¿verdad? Dejando a un lado lo anterior, ¿aquello que vas a contarme va a beneficiar a mi amigo? (filtro de la bondad). Todo lo contrario lo podría perjudicar. Una última pregunta: ¿Me va a ser útil o provechoso? La verdad es que no. Pues si no es cierto, ni bueno, ni útil, no entiendo los motivos por los que he de escucharlo. Este verano es una buena oportunidad para empezar a autoaplicarse el filtro. Desde aquí, muchas gracias a todo el personal del Ib Salut y clínicas privadas que están de nuevo dando el do de pecho ante la sobrecarga de este verano tórrido a nivel sanitario.
Buenas vacaciones, cuidado con el depredador estrés posvacacional y ya saben no son responsables de la cara que tienen pero sí de la jeta que pasean. Ah y no olviden en victoria transitoria porque nunca hemos estado en doma.

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