El olor del dióxido de carbono que exhalan los seres humanos atrae a los mosquitos hembra, que pueden transmitir enfermedades mortales como la malaria, el dengue, el virus del Nilo Occidental y la filarisis. Los insectos son capaces de rastrear ese olor incluso a distancia, pero, una vez que se acercan a las personas, a menudo se alejan de esa zona de exhalación y se dirigen hacia áreas expuestas, como tobillos y pies.
“Fue una verdadera sorpresa cuando encontramos que las neuronas del receptor de CO2 de los mosquitos, designado CPA, es un detector muy sensible de varios olores de la piel, siendo, incluso, mucho más sensible a algunas de estas moléculas de olor, en comparación con el CO2”, aseguró Anandasankar Ray, profesor asociado en el Departamento de Entomología de Riverside e investigador principal del proyecto.
Siguiendo su argumentación, “durante muchos años nos habíamos centrado sobre todo en el complejo de antenas de los mosquitos para buscar los receptores del olor humano de la piel, e ignoramos los órganos palpo maxilares más simples”. El nuevo hallazgo de que la neurona olfativa sensible al CO2 también es un detector de la piel humana resulta fundamental, porque identifica este doble receptor como un objetivo clave para interrumpir este comportamiento y controlar la transmisión de enfermedades.
Para probar si la activación de CPApor el olor humano es importante para la atracción de los mosquitos, los científicos idearon una novedosa estrategia basada en la química que cierra la actividad de CPA en el ‘Aedes aegypti’, el mosquito transmisor del dengue. Entonces, probaron el comportamiento del mosquito ante el olor del pie humano y detectaron que la atracción del mosquito hacia esa olor se reduce considerablemente.