P.- ¿Cuál ha sido en nuestra sociedad el papel histórico de los farmacéuticos, en ocasiones con finales trágicos por sus ideas, está viviendo la rebotica un renacimiento como lugar de debate para cambiar la historia?
R.- ¡Ha cambiado tanto el mundo desde aquello tiempos en los que la rebotica era el lugar donde se reunían las fuerzas vivas del pueblo! Las reboticas fueron los lugares donde, por ejemplo, se fraguó la Revolución francesa. Eran esos lugares donde se podía reunir la gente sin que se produjeran detenciones. Hoy las cosas son muy diferentes. Los cambios comenzaron con la radio, que permitía escuchar opiniones desde casa, y luego vino la televisión y ahora incluso tenemos otros medios como el WhatsApp para debatir: Hoy en día las revoluciones se hacen vía WhatsApp o el Twitter se carga ministros…
P.- En aquellos tiempos pretéritos, en las farmacias y en otros ámbitos, se reunían grupos que trabajaban por las libertades de las personas, como es el ejemplo de la masonería a la que pertenecían muchos farmacéuticos maestros y otras personas ilustradas. ¿No le da la impresión de que entidades de esa índole, como la propia masonería están ahora muy calladas?
R.- Probablemente porque ahora tienen competencia. La masonería es el embrión de revoluciones políticas y científicas. La masonería moderna nace en el seno de la Royal Society en el siglo XVII inglés en medio de guerras entre católicos y protestantes, cuando se está viendo que la ciencia puede ser buena para el desarrollo de la Humanidad y que el debate que propicia la masonería podía ser la forma de evitar peleas.
P.- ¿Cómo ve esta nueva sociedad mundial?
R.- La globalización es un fenómeno total y, sin embargo, no ha evolucionado la sociedad tal como se esperaba. Por ejemplo, se decía que cuando cayó el telón de acero y acabó la guerra fría se destinarían más fondos públicos a la salud y a cuidar de las personas y sin embargo no ha sido así. Se habla de la posible existencia de sociedades medio sectarias, medio secretas que intentan ayudar a que las cosas discurran por el buen camino, pero está claro que no funcionan. Es muy poco probable que pueda llegar a desarrollarse una sociedad tan influyente como llego a ser la masonería en el siglo XIX y principios del XX. Hoy hay demasiados centros de decisión y comunicación y eso lo hace prácticamente imposible.
P.- ¿Es la farmacia hoy un lugar donde no sólo se expiden medicinas, sino que las personas que acuden allí conversan también sobre sus problemas, jubilados, y mujeres maltratadas, parados… es así, y si es así que receta se les puede dar?
R.- Así es, cuando llevas un tiempo en la farmacia hablas de todo con la gente; hablas de la familia, de los problemas de trabajo. ¡Hasta hablas de fútbol! Efectivamente, hablan contigo de todo y lo que tienes que hacer es ser próximo, que las cosas que te cuentan no te entren por un oído y te salgan por el otro. Es fundamental interactuar con las personas y ayudarles a resolver sus problemas. La salud no es sólo el bienestar físico y el farmacéutico puede ayudar a mejorar el estado psicológico de las personas.
P.- Recuperando algunas de sus investigaciones queremos preguntarle por mossèn Alcover: ¿De qué males padeció, en los más de 70 años que vivió, a caballo de los siglos XIX y XX?
R.- Fue un hombre fuerte que, aunque tuvo una serie de enfermedades en la mayoría de los casos no tuvieron demasiada importancia. Una patología que sufrió y que me parece interesante ya que ilustra lo que fue la Mallorca de aquella época es que mossèn Alcover fue una de las personas que sufrió fiebres palúdicas, tuvo “tercianas”, como se decía popularmente. Mossèn Alcover pasó una larga temporada en una zona húmeda en Manacor, cerca de Son Amer, que ahora ha desaparecido, donde sufrió el influjo del mosquito Anopheles que fue el que trajo esta enfermedad a las islas. Estas “tercianas” le duraron mucho tiempo y no había forma de quitárselas hasta que a través de la farmacia conoció los ‘productos Kneipp’, desarrollados por un sacerdote alemán protestante. Y a pesar de ser de un protestante, mossèn Alcover los tomó y pudo curarse. Practicó el higienismo, pero tal como Kneipp lo preconizaba, que era por ejemplo con duchas frías, o en una bañera. Alcover practicó estas filosofías e incluso las difundió. Mossèn Alcover fue higienista activo.
P.-Mossèn Alcover viajó, tuvo muchos conflictos… ¿Afectaría eso a su salud?
R.-Sin duda. Tuvo una vida muy estresada. Tuvo una vida muy ajetreada, se levantaba prontísimo, trabajaba 18 horas diarias. Y hubo una relación clara entre sus problemas y su salud. Fue una persona psicosomática y los problemas lo ponían enfermo. Finalmente, sabemos que falleció de un fallo multiorgánico originado en una enfermedad del riñón que padeció al final de su vida.
P.-Usted también ha estudiado el desarrollo de la ciencia en Baleares entre los años 1808- 1814, en los que todo estaba cambiando…
R.-Durante aquello que se llamó “la guerra del Francés” hubo 45.000 refugiado en Mallorca, casi tanto como habitantes tenía la isla en aquel momento. Muchos de ellos eran personas muy cualificadas que huían de la ocupación francesa. Así llegaron arquitectos, gramáticos, ingenieros, militares. Se creó una Escuela de Artillería, se publicaron aquí libros de Gramática castellana… Fue una época de florecimiento de la cultura en nuestra comunidad. Uno de esos personajes, clave en la creación de la RAMIB, fue Pere Castelló. Médico personal de Fernando VII, liberal, intermitentemente en la cárcel o en primera línea de la ciencia española. ¡Imagínense lo interesantes que deberían ser las tertulias de aquellos tiempos con tantos personajes intelectuales exiliados aquí!