Juan Riera Roca /
El verano ya está aquí. ¿Se habían dado cuenta, verdad? Seguro. Y probablemente muchas personas -la mayoría que tienen esa suerte- hayan elegido el mes de agosto para sus vacaciones, un viajecito o, simplemente, quedándose en casa por aquello del ahorrar no gastar, quedarse en casa y disfrutar de las Islas Baleares, que si millones de turistas vienen, por algo será.
Pero del verano, de las vacaciones, hay que volver sanos y salvos. Para ello, en primer lugar, se puede comenzar por obviar tópicos falsos o muy inexactos: los psiquiatras están de acuerdo en que el llamado síndrome postvacacional no es nada. Es decir, que a todos nos ‘deprime’ volver a currar después de 20 o 30 días sin hacerlo, pero eso, ni es enfermedad, ni es nada.
Para hablar de lo que de verdad puede alterar la salud como consecuencia de las vacaciones y del verano, hay que volver a los clásicos. Cuidado con el golpe de calor (que no es lo mismo que tener calor), con los mareos, con una fiebre inusitada tras sufrir calor, con el enrojecimiento, la deshidratación, la falta de orientación y los síncopes. Eso sí puede ser un golpe de calor.
Y un golpe de calor puede acabar muy mal, sobre todo si lo sufre una persona mayor, pluripatológica y enferma crónica. Más riesgo si está sola.
Estos días, especialmente, hay que vigilar a los abuelos, lo que comen, si beben bastante agua, si se visten con ropa ligera, si se tapan la cabeza con un sombrero adecuado al salir a la calle. Y no dejarlas solas demasiado tiempo.
¿Y SI VAMOS DE VIAJE?
¿Y si vamos de viaje? Si el desplazamiento es a países de riesgo de infecciones contra las que en nuestro entorno no estamos vacunados, hay que acudir con tiempo al médico de cabecera y pedirle consejo.
Para la mayoría de destinos de interés en países de riesgo hay paneles de vacunas que solventan el problema y permiten un viaje en familia con total seguridad.
Si el viaje es largo, es decir, si incluye cambios de continente y con ello de uso horario – hay que tener en cuenta el jet lag, tanto a la ida, como a la vuelta.
Y es que además de las digestiones pesadas por los excesos del verano o las quemaduras provocadas por las largas exposiciones al sol, el jet lag es uno de los grandes enemigos del disftute con salud en los meses centrales del año.
“El jet lag es un malestar que aparece en nuestro cuerpo cuando realizamos un viaje con un cambio horario importante.
La consecuencia más común de este trastorno es la dificultad para conciliar el sueño o tenerlo durante las horas de luz”, explican los expertos de Somnisa, el primer tratamiento online capaz de solucionar el insomnio de forma definitiva y permanente.
Pero ¿por qué se produce el jet lag? “Nuestro cuerpo cuenta con un reloj biológico interno que se encarga de prepararnos para mantenernos activos durante las horas de luz y dormir durante la noche”, aclara la doctora Cristina Zunzunegui, directora del Área Clínica de Somnisa y especialista en Psiquiatría y Medicina del Sueño, en base a los ritmos circadianos.
CAMBIOS DE USO HORARIO
Al pasar de un huso horario a otro de forma brusca, nuestro reloj interno se encuentra desfasado con respecto al horario del país al que hemos llegado.
Es con ese desajuste con el que se produce el tan odiado jet lag: nuestro cerebro no es capaz de sincronizar de manera inmediata sus patrones de sueño con las nuevas pautas de día y noche.
“La dificultad para dormir es la queja más común, pero el jet lag también puede derivar en otros síntomas como la disminución del rendimiento, alteraciones en la memoria y la concentración, dolor de cabeza, fatiga e, incluso, problemas digestivos acompañados de vómitos, náuseas o estreñimiento”, asegura la doctora Zunzunegui al respecto de este problema.
“Es importante acudir a un especialista en caso de que los síntomas se alarguen en el tiempo. Algunos de los pacientes que recurren al tratamiento online contra el insomnio de Somnisa asociaban sus problemas para conciliar el sueño al jet lag de algún viaje reciente, pero en realidad se trataba de insomnio que nada tenía que ver y que requería atención”, advierte Zunzunegui.
Por otra parte, en verano también hay que tener en cuenta que del 20 al 30% de los niños de seis meses a cinco años presenta frecuentes despertares durante la noche y/o dificultades para conciliar el sueño. Si están en la habitación de un hotel o en la de un apartamento vacacional, ese entorno, distinto al que están acostumbrados, puede afectar a su sueño, explican los expertos.
EDUCAR EL SUEÑO
Los padres han de intentar cambiar los hábitos que impiden el correcto descanso de los hijos, “educándoles en una correcta higiene del sueño”, aclara la doctora Cristina Zunzunegui.
Los trastornos del sueño, o que este sea insuficiente, tienen efectos negativos en el desarrollo cognitivo de los niños y en su calidad de vida y en problemas de conducta desarrollados a posteriori.
Pero no solo hay que vigilar el sueño de los niños en hoteles y en general, sino además hay que cuidar estos días cómo afecta al sueño el cambio de cama en vacaciones. Muelles fuera de su sitio, una firmeza a la que no estamos acostumbrados o pasar de una cama de matrimonio a una individual son los principales problemas a la hora de dormir en el destino vacacional.
“Mantener las rutinas de sueño o incluir un antifaz en la maleta es muy eficaz para descansar en vacaciones”, explican los expertos de Somnisa.
“Otra de las recomendaciones que hacemos siempre a los pacientes del tratamiento online contra el insomnio de Somnisa es intentar mantener las rutinas de sueño, aunque en vacaciones se trasnocha se levanta más tarde.” Otro aspecto importante es de cómo prevenir los problemas digestivos en verano: pues bebiendo sólo agua embotellada o con seguridad de salubridad, evitando en los viajes arriesgados beber del grifo nunca: un simple cambio en la fluoración y dureza del agua potable, pueden sentar mal. Hay que tener cuidado con alimentos poco hechos o crudos.
OJO CON LOS ALIMENTOS
Es el caso de pescado, marisco, carnes, que pueden contener agentes infecciosos y producir enfermedades importantes como la salmonella, la toxoplasmosis, o problemas causados por el Anisakis. Hay que vigilar también la leche sin pasteurizar, porque es portadora de muchos gérmenes y el calor aumenta el riesgo de que se contamine. Olvídese de la moda de la “leche cruda”.
Es importante manténer la cadena de frío de todos los alimentos que compres. Si un alimento se descongela no hay que volver a congelarlo. No hay que com e r al imentos que lleven mucho tiempo al aire libre.
Ojo con las tapas ‘destapadas’, especialmente si llevan mayonesas. Y también en verano, hay que cuidar de forma extrema la higiene de las manos.
Hay que llevar los alimentos cocinados en recipientes herméticos y mantenerlos frescos, si se lleva comida a la playa o piscina, especialmente, para lo que se aconseja el fácil recurso de llevarlos en neveras o recipientes refrigerados. Y aunque se cumplan todas estas medidas, en verano es mejor no comer fuera de casa salas con huevo o nata, especialmente en chiringuitos poco fiables.
Y -naturalmente- no hay que olvidar los consejos para no tener problemas derivados del exceso de sol (que pueden ir desde insolaciones a cáncer de piel) en la playa o en general, y cuando se está al lado del agua, especialmente si hay mareas, evitar que el mar juegue una mala pasada, especialmente a los niños y a las personas mayores, más frágiles (ver gráficos en esta página).
En verano también se enfermaEn verano se ralentiza casi todo, menos el termómetro. Incluso las estadísticas de mortalidad nos muestran su lado más amable. La percepción de intolerancia al calor no se acompaña de peor salud porque es en invierno cuando la precariedad y la fragilidad del organismo encuentra más dificultades para la supervivencia.
Lo que si cambia de forma radical es la forma de enfermar. De hecho, las enfermedades se adecúan al cambio de estilo de vida. Se enferma distinto que en el resto del año. Bajan de una forma muy significativa las enfermedades infecciosas y emergen con fuerza las derivadas de las actividades de riesgo, de la vida al aire libre.
Los accidentes derivados de los excesos que se cometen en vacaciones se disparan.
Especialmente en la carretera. Los accidentes originados en actividades acuáticas en general y náuticas en particular también adquieren un súbito protagonismo.
Resultan alarmantes los incrementos de las asistencias relacionadas con el consumo abusivo de alcohol y con la ingesta de tóxicos. Se convierten en compañeros habituales de los servicios de urgencias.
Las borracheras son asiduas e incómodas visitantes de los centros sanitarios. Por su frecuencia, por su severidad, por la edad de los afectados y por su crecimiento.
En verano también se relajan los hábitos saludables, se reducen las precauciones y con ellos aumentan las enfermedades de transmisión sexual. Por último, es importante el papel que juega la exposición excesiva al sol. No solo porque se acentúan las enfermedades derivadas de la deshidratación, la insuficiencia renal, el insomnio y los golpes de calor sino porque envejece la piel y aumentan de forma diferida las enfermedades neoplásicas derivadas de una exposición insana.
El verano es una estación deseada y muy saludable, no la empañemos.