El doctor Antoni Bennàssar, el actual presidente del COMIB, aspira a la reelección tras cuatro años al frente de la institución. La otra opción llega de la mano del doctor José Segador, un profesional radicado en Eivissa que, desde la isla Pitiusa, tratará de forzar un cambio en la cúpula del Colegio de Médicos de Baleares.
Sin duda alguna, se trata de una cita relevante no solo para los facultativos colegiados en las islas, sino, en general, para todos los profesionales sanitarios y para la sociedad balear en general. El presidente del COMIB, refrendado con los votos y los apoyos de los miembros de la entidad, se erige en el interlocutor de los médicos ante las administraciones, el resto del sector y la población. Por supuesto, también ante los pacientes y las asociaciones que les representan.
Desde este punto de vista, el proceso electoral adquiere una dimensión que difícilmente puede encontrarse en los comicios de otras instituciones colegiales.
Desde Salut i Força, tal como ha sido siempre nuestra norma de actuación desde que tenemos el privilegio de ser el único medio específicamente sanitario que se divulga y se distribuye en las islas, preconizamos, en esta nueva convocatoria de elecciones al COMIB, la salvaguarda de la neutralidad y la objetividad.
Nuestras páginas están abiertas a ambos candidatos para que expongan sus respectivos programas de actuación y formulen aquellas propuestas que consideren oportunas o convenientes. Difícilmente podría ser de otra manera, teniendo en cuenta que nuestra misión es puramente informativa, y no la de tomar partido por una u otra alternativa. Esta última baza solo puede estar en manos de los médicos, de cada uno de ellos, en realidad.
Más bien, la postura de este periódico en relación a estos comicios tiene que ver con la pretensión de invitar a los aspirantes a la presidencia del COMIB a utilizar la campaña previa no para tirarse los trastos el uno al otro, no para atacarse impunemente sin argumentos de peso, no para recurrir a personalismos que a nada conducen, sino, muy al contrario, para dejar claro a los votantes, es decir, a los propios médicos, cuál es su visión acerca de la realidad del Colegio y las expectativas de futuro que, a su juicio, deberían canalizarse y concretarse a lo largo de los próximos cuatro años.
En la memoria de todos, especialmente de aquellos que ya acumulan la experiencia de unas cuantas confrontaciones en las urnas, queda el espectáculo, nada gratificante, de campañas anteriores caracterizadas por comportamientos que vulneraban el sentido institucional que ha de presidir una disputa electoral.
Eso no debería volver a suceder. Y ya no solo porque se empaña la imagen de los candidatos, sino porque dañan inexorablemente el prestigio del Colegio de Médicos y de la profesión médica en general.
Los facultativos que acudirán a las urnas en estas próximas fechas quieren, solamente, saber qué actuaciones piensa acometer cada uno de los aspirantes en caso de acceder a la presidencia. De este análisis, y de la comparación de los programas correspondientes, el votante decidirá el sentido de su sufragio. Esa debería ser, al menos, la senda a recorrer, olvidando los fangos y lodos que han presidido otras campañas, convertidas más en trincheras mediáticas que en exposiciones razonadas y razonables de las previsiones de futuro.