J. RIERA ROCA / JOAN CALAFAT
Jesús Mullor es el presidente ejecutivo del Proyecto Hombre, entidad de la que ha sido antes el director general y mucho antes, en los inicios del trabajo de Tomeu Catalá y las personas que lo acompañaron, terapeuta en aquellos duros tiempos de la heroína, en los que muy pocos se creían que rehabilitar ‘yonkis’ fuera posible. Graduado social y psicopedagogo de formación, con grado de doctor, experto en Educación Inclusiva, ha recogido hace pocos días la Cédula Fundacional, galardón con el que la Real Academia de Medicina distingue a profesionales y entidades por su trabajo en el mundo de la salud y de la ayuda a las personas.
P.― Como decíamos, usted se inició a Proyecto Hombre en los tiempos de la heroína, que recuerdan aquellos tiempos, cuando nadie daba nada por los drogadictos, por los yonkis…
R.― Fue un tiempo de predicar en el desierto. No había experiencia de un abordaje global del problema. Había mucho desconcierto, mucho despiste. Nosotros, antes de abrir en 1987 estuvimos investigando durante dos años en busca del modelo más adecuado. Recuerdo que los profesionales no nos daban muchos ánimos… pero aquí están los resultados, 31 años después.
P.― Unos años después la Real Academia de Medicina otorga a Proyecto la Cédula Fundacional. ¿Qué ha supuesto para usted este reconocimiento?
R.― Un orgullo. Este reconocimiento de la Real Academia de Medicina de Baleares a nuestro trabajo de ayer, de hoy y de mañana, porque esto continúa, cada día, tras 500 personas en tratamiento, con sus familias, pues es un orgullo. Aunque creo que también es un reconocimiento que habla muy bien de la Academia que lo otorga, por ver que el abordaje de la toxicomanía no solo pasa por la parte médica, sino también por la psicológica y la social. Proyecto Hombre es un modelo bio-psico-social (tal como recomienda la OMS que se aborde la salud) y que la Academia lo vea, nos alegra mucho.
P.― De terapeuta en el proyecto hombre, uno de los primeros, director general y posteriormente presidente ejecutivo. ¿Cómo se ve la historia del Proyecto a lo largo de estos más de 31 años y de estos cargos?
R.― En estos 31 años Proyecto Hombre ha sido una organización viva. Tan viva como las personas que han venido a rehabilitarse. Desde esos inicios oscuros a hoy, las personas siempre han buscado lo mismo: vivir, con responsabilidad, con sencillez, pero vivir. Proyecto Hombre debía estar a la altura de esas circunstancias. Y ha estado. ¿Cómo? Pues con una gran adaptabilidad. Antes teníamos un solo programa, el de heroína, y ahora tenemos 26 programas diferentes. Esto es el resultado del esfuerzo de sus profesionales, que son una joya de Proyecto.
P.― Usted fue además una de las personas que puso en marcha el Proyecto Joven, del que fue el primer director. ¿Cómo ha evolucionado la atención a las personas jóvenes con problemas de dependencia desde entonces?
R.― En 1996 vimos que había que hacer algo más que una mera adaptación de Proyecto Hombre a los jóvenes. Los códigos son diferentes. Por ejemplo, para un joven el futuro es mañana. Muchos detalles como éste nos llevaron a replantear la intención de Proyecto, que es trabajar por la rehabilitación, para la inclusión a una vida con valores. Y desde 1996 a hoy estos nuevos planteamientos han evolucionado muy bien. Hemos pasado de un solo dispositivo para jóvenes, a tener cuatro para atender a jóvenes que ya han consumido mucho a otros que están aún en una fase experimental.
P.― De la etapa de los heroinómanos, al momento actual en que los toxicómanos consumen drogas químicas pero también drogas virtuales. ¿Cómo ha evolucionado esta problemática, están peor o mejor aquellos toxicómanos que los actuales?
R.― Si aumenta la oferta aumenta la posibilidad de no vivir de una manera libre. Además de las adicciones químicas están aquellas sin sustancia, el mundo de las nuevas tecnologías, de las apuestas on-line, las llamadas ‘socioadicciones’ sin sustancia, es otro de los elementos que en estos momentos nos esclaviza. No ayuda que en medio de un partido de fútbol aparezca una figura de renombre haciendo un anuncio de apuestas on-line. Si en los 80 luchábamos contra los incrédulos, hoy las nuevas batallas son para decir que la persona no ha de estar sometida solo a consumo y más consumo. Hay otros valores. No hemos de demonizar las nuevas tecnologías, que son una gran herramienta. Pero hay que saber usarlas. Y en eso tenemos un papel muy importante no solo los educadores, sino también los padres, porque los niños aprenden primero por el modelo de referencia, por imitación.
P.― Y aunque hablamos de drogas modernas no podemos olvidarnos de las personas que siguen esclavizadas por la cocaína…
R.― Hay diferencias sutiles en lo que es el consumo por la droga, pero en realidad lo determinante es el entorno y la intensidad. Hoy el programa de cocaína es el más numeroso, con 200 personas de las 500 que atiende Proyecto. Pero nosotros no solemos hablar de las drogas, hablamos de las personas. En las altas terapéuticas escuchamos a las personas que relatan todo su proceso en Proyecto Hombre, como han aprendido a afrontarse a ellos mismos, a resolver sus dificultades sin drogas.
P.―Proyecto Hombre ayuda también a las personas que tienen problemas con el alcohol.
R.― En estos momentos tenemos unas 50 personas con este problema. Y con ellas trabajamos de dos maneras, dado que lo marca más es la severidad de la adicción. Con aquellos que aún no han sufrido problemas de desestructuración, no han perdido la familia o el trabajo, hacemos un trabajo ambulatorio, dos días por semana, por la tarde, para que puedan continuar con su vida. Trabajamos reforzando a la persona, sus recursos, analizando por qué han llegado a tener el problema. Para aquellos en los que se ha llegado a un problema más complejo tenemos una comunidad terapéutica especializada en la que se ingresa.
P.― En estas décadas ha cambiado mucho la percepción de la persona con problemas de toxicomanía por parte de la sociedad, ¿hemos ido a mejor o hacia peor?
R.― ¿Puedo coger las dos opciones? Ha ido a mejor porque no se produce tanto rechazo, tal vez porque a lo largo de los años hemos experimentado en personas próximas esta realidad. La percepción de la persona con adicción es la de una persona con problemas de salud, social, eso ha mejorado. Ya no se hace aquella asociación del drogadicto con el delincuente. Pero ha empeorado en la percepción de la peligrosidad. Antes, en el CIS la drogadicción salía como uno de los principales problemas. Hoy esta preocupación está en el nivel 23 o 24 a nivel de percepción, cuando la realidad del consumo y de las personas que lo sufren sigue existiendo. Si hay un nivel de percepción de que ya ‘no pasa nada’, los programas de prevención ya no se apoyan tanto.
P.― ¿Por qué se drogan las personas?
R.― ¡Uf! Si ahora estuviéramos con un grupo de diez personas podríamos encontrar casi diez motivos. Durante 31 años hemos llegado a categorizar. Primero, porque no ha aprendido a afrontar sin la muleta de la droga todo lo que cuesta afrontar la realidad cotidiana, el miedo, el dolor, la rabia. Se busca la droga como anestesia. Pero eso es lo que se busca al final. Las vías de entrada son muy variadas. Puede ser a través de la diversión. Nadie dice que empezó por algún problema: hay que tener cuidado con la escalada, de un fin de semana, a varios días, a muchos días, a varias drogas.
P.― Vivimos en unos momentos en que se habla de normalizar el consumo de hachís y de marihuana. ¿Qué piensa usted, desde su experiencia, de la generalización del consumo de porros?
R.― Desde Proyecto no polemizamos, pero no podemos aceptar la banalización del consumo de hachís. O del abuso del alcohol. El discurso de drogas duras o blandas de los años 80 está más que superado, igual que el de las drogas legales o las ilegales, con o sin sustancia. Todas pueden destruir a la persona.