MARTA BEDMAR (*) / La imagen de un bebé en un restaurante comiendo delante de una pantalla de móvil no es algo infrecuente. Tampoco en la sala de espera de una consulta, o mientras pasea en el carrito o en el coche. Así como ver un adolescente con cualquier pantalla por la noche. Se está convirtiendo en algo tan cotidiano como lo era hace unos años ver a los adultos fumar cerca de los menores.
Pero igual que ya se demostró el riesgo del consumo activo y pasivo de humo, actualmente, los expertos están alertando de las consecuencias negativas del uso de pantallas, sobre todo en la infancia y adolescencia.
La relación entre el uso de los aparatos tecnológicos (teléfonos, tabletas, ordenadores, móviles, consolas…) y el sueño es una de las facetas que han sido estudiadas con mayor interés. Se ha visto que usar dispositivos con pantallas puede afectar a la cantidad y calidad de sueño por al menos por tres factores: la luz que emiten los dispositivos, la disminución de la actividad física del que los usa y el contenido de lo que se ve.
La luz es uno de los principales reguladores del ritmo sueño-vigilia. Por eso de forma natural, los seres humanos dormimos de noche y estamos despiertos de día.
Los dispositivos electrónicos emiten un tipo de luz, luz azul, que altera este ritmo circadiano. Al usar una Tablet o un móvil por la noche, se le está mandando la señal al cerebro de que “es de día” y por tanto, que hay que activarse. Todos somos vulnerables al efecto de esta luz azul, pero a menor edad, aumenta la sensibilidad. La explicación es por el mayor diámetro de la pupila de los menores, que hace que la repercusión de la luz sea mayor.
Otro de los reguladores del ritmo sueño-vigilia es el cansancio acumulado.
Los menores que están en contacto con tecnología tienen menor actividad física que aquellos que no la tienen. De hecho, una de las razones por las que se le suele dar un dispositivo electrónico a un niño para “que no se mueva” en ese restaurante, en esa cola del supermercado etc. Todo ese tiempo que está con el dispositivo no está realizando actividad física, no está jugando ni realizando un deporte.
Tercero: el contenido de los que se ve también puede influir en el sueño. Hay ciertos videojuegos interactivos, o conversaciones de whatsapp que activarán a la población vulnerable, así que si se realizan por la noche no favorecerán el sueño. Y hay determinados contenidos, por ejemplo de una película, que en población vulnerable pueden incrementar esos miedos que tan frecuentemente aparecen por la noche y dificultan la conciliación del sueño.
Estos tres factores, entre otros, propician que el uso de los dispositivos tecnológicos, sobre todo por la tarde-noche repercuta notablemente en el detrimento de la calidad y cantidad del sueño.
Dormimos cada día, y dentro del campo científico y médico, se le da cada vez más relevancia a esas horas de descanso. Las alteraciones en la calidad y cantidad de sueño se consideran un problema de salud pública, por la enorme repercusión en aspectos emocionales, de aprendizaje o metabólicos. Los menores que duermen menos horas de las que deben, o que tienen un sueño de mala calidad pueden tener al día siguiente dificultades de concentración o de ejecución de tareas que les haga disminuir el rendimiento escolar.
Los adultos con falta de sueño suelen dormirse de día, pero los menores son más propensos a hiperactivarse durante la vigilia, y pueden estar más impulsivos e irritables. También son más vulnerables a procesos emocionales. Y nivel metabólico, se ha demostrado que los problemas de sueño tienen repercusión en aspectos de obesidad, retraso de crecimiento o alteración de la inmunidad.
Dicho esto, los expertos inciden en la necesidad imperiosa de que los menores duerman las horas que deben según su edad, y que se realicen todas las pautas destinadas a que la cantidad y calidad del sueño sea la apropiada.
Una de estas indicaciones sería el uso de la tecnología de manera apropiada. En menores de 2 años no se recomienda ningún tipo de uso. Hasta los 5 años, uso muy limitado y de un contenido de mucha calidad y siempre acompañados. A medida que van creciendo, se insta a realizar un adecuado control parental del tiempo empleado y de los contenidos visualizados.
De cara al sueño, lo indicado sería limitar el uso de aparatos tecnológicos una vez que ha oscurecido. Cenar en familia sin usar pantallas, y que no existan dispositivos tecnológicos en la habitación de los menores (incluida la tele).
Además del sueño, los expertos advierten de la influencia negativa del uso de pantallas en la infancia y adolescencia en otros aspectos de interés, como el desarrollo del lenguaje, el aprendizaje, la socialización, o como factor influyente en el desarrollo/empeoramiento de algunos trastornos de salud mental, como pueden ser los trastornos del espectro autista, el TDAH, los Trastornos de conducta alimentaria, las adicciones, etc.
(*) La doctora Marta Bedmar es psiquiatra del Hospital Universitario de Son Espases y del IBSMIA