Ni la de reanimación del hospital universitario.
Hacía tiempo que una noticia no tenía la misma cantidad de secuelas que la incompetencia de sus mandamases, por lo que intentaremos que la cosa llegue a término. Ustedes, los fieles, sabrán que siempre hay una razón para tenerlas.
Veo una foto fija en un medio de tirada local con las quejas de más de 40 médicos o médicas embarazadas que denuncian al Ib-Salut por discriminación laboral.
Leo que las promesas de pago y la previsión presupuestaria por un futurible son causa de un revuelo que viene a sumarse al olor que deprende la sección, y que llega más allá del polígono.
Leo, lees, querido Juli, la noticia de al lado que habla del “revuelo de las enfermeras por el aporte de méritos de la oposición” (UH), y donde los servicios administrativos de tu casa se niegan a registrar los méritos de los opositores por el desastre del que hablábamos el día pasado, la discapacidad de Biy Ba, Bay Bi, tu bendecido digitado dúo sacapuntas en la dirección de tus recursos humanos.
Como las verdades tienen las patas muy cortas, pasaremos por alto los mensajes que van llegando sobre el descojono general que produce la sustitución del uno en el otro en reuniones en la capital del reino, pero eso, ya sabes, importa lo justo, que Madrid siempre se nos ha quedado lejos. Se rumorea en la corte Esclaramunda (sección poligonera) que el regalo estrella al funcionario para la Navidad viniente pretende ser un neceser adaptado a largos viajes. Si apuramos igual incluso es el disfraz estrella en la próxima Rua, que los padres terminamos siempre pareciéndonos a nuestros hijos.
Más cerca nos queda, te queda, Fuster, el contrato de arrendamiento poligonero que andamos husmeando haciendo las típicas preguntas de nuestro padre Hipocrátes; las del quién, cómo y por qué, como en los típicos síndromes desconocidos. Un lugar de asueto, un lugar de vacaciones que permite que nuestros dirigentes se pierdan en el limbo que existe entre la reina Esclaramunda y el “prince” del polígono” (juro que el mote no es mío), un lugar únicamente comparable en desapariciones al triángulo de las Bermudas. Es lo que pasa por permitir tinglados injustificados escindiendo la presencia de los funcionarios.
Pronto necesitaremos una bolsa que regule los movimientos de los directivos de tu casa, Juli, pronto necesitaremos geo-localizadores para saber en qué lugar de nosotros mismos, de ti mismo también, te perdiste.
Aunque bien pensado, si siempre hemos sido prudentes desde aquí con las pérdidas, por qué no íbamos a tener que serlo con las desapariciones, con los objetos perdidos, con los mandamases que trabajando tanto y estando en tantos sitios a la vez, estando en tantas bolsas a la vez, terminan no estando en ninguno de sus lugares de trabajo.
Si el polígono siempre fue una figurada cerrada y plana, ya sabe nuestro querido director general lo que tiene entre manos. Una banda de poligoneros.