Llega el Ébola a España sin pasar por Quirón PalmaPlanas, lo hace como primer país importador del Ébola y uno no entiende que se le critique precisamente por incorporarlo al catálogo de prestaciones de nuestra seguridad social. Cuando traes el Ébola a casa es como cuando te casas, te llevas a una churri o te compras un perro, que incorporas su relación a tu DNA. No entiendo que uno no pueda tener todas las enfermedades para que puedan curarte de todas ellas.
Y como escribir es no poder rectificar, ya dejamos escritas en estas líneas de antes toda aquella crítica a que sólo nos trajeran el Ébola a los platós, a que no se trajeran todo el resto de las viremias hemorrágicas mortales que existen, empezando por la boliviana y terminando por la argentina, que ésta que nos hemos traído ahora parece la menos incidente pero la más novelada y peliculera.
No puedo vivir en un país que no tiene una representación de todas las enfermedades entre las que poder escoger por casualidad. No puedo vivir en un país en el que no hay una causa para solicitar la dimisión del responsable de algo. De hecho creo que los ciudadanos nos merecemos que los políticos nos traigan enfermedades y cosas raras para poder ponerlos a parir, nos merecemos que hagan cosas -no ya porque eso mejore o empeore nuestras vidas- sino para que podamos sencillamente solicitarles responsabilidades. Ana Mato, por ejemplo, ¿por qué tiene que irse Ana Mato? Lo pienso detenidamente, y qué triste resulta toparse por la calle con el alcalde de Palma, Mateo Isern, por poner un ejemplo, que lleva cuatro años sin hacer nada y por tanto sin que podamos pedirle unos años de cárcel o una indemnización millonaria por algún motivo.
Una vez descartada la analítica que confirma que soy negativo a esa viremia hemorrágica, hay que centrarse en el recuerdo, que ese sí que es una enfermedad infecciosa que causa muertos. Y más que centrarme en el recuerdo, me centro en las palabras que aquí le dedicábamos a nuestro conseller mientras le adelantábamos que venía el Ébola que tenía aquí montado. Es lo que pasa con el lobo o con las complicaciones en la guardia, que en cuanto dices que viene, que en cuanto dices que has tenido una guardia tranquila, viene el Ébola y te come entre sangres. Es lo que pasa con ir haciendo cosas cuando tienes tiempo y estás a la espera del bicho, que luego, cuando la oposición te pregunte, cuando se te tiren al cuello a tocarte y a sacarte todos los fluídos contaminados de la rabia opositora y roja, puedas explicarles todo lo que hiciste: que si te fuiste a Madrid a que te dieran un curso de CCC, que si te quedabas por las noches a ver los debates de la 2, o que incluso que tienes un traje de protección con una máscara y todo, y que haces prácticas en el cuarto de baño de la consellería para que no digan que eres un hombre preparado, vamos.
Se lo decía al conseller cuando le diagnósticábamos la enfermedad endémica y roja en el mismo núcleo duro de su IB-Salut y no quisieron creerme. Pero que no se preocupe, siempre es pronto cuando uno se anticipa, y su tarea –por lo menos hasta que el artículo salga publicado después de estar en la cuarentena y el aislamiento de Calafat- antes o después se verá recompensada. Lo veo anticipando y trabajándose lo que vendrá, y cuando llegue, que llegará, alguno habrá todavía que le diga gilipolleces.
Sigo con el Ébola de verdad, esa mancha en el expediente de este mundo, y sigo preguntándome a qué viene tanta historia que no tenga que ver con el minuto de gloria de los compañeros que estudiaron infecciosas, a qué viene tanta alarma, tanto rollo y tanta historia de si te toco o de si me tocas, si eso tiene sus propios días contados, si no tiene visos de anclarse dentro de lo más nuestro y de que deberíamos estar más preocupados por las palabras que por los virus.
Veo y analizo que no hay Ébola en las clínicas privadas. Me giro, miro a mi alrededor y no oigo protocolo alguno en Quirón Palmapalmas, por poner un ejemplo nefasto, que digan qué piensan hacer en caso de que llegue la enfermedad hasta sus puertas. Debe ser que tienen sus propios patógenos, quizá es que tengan problemas con la agencia de protección y con los datos de sus pacientes cuando no quiere darles sus historias clínicas para poder querellarse en condiciones. O debe ser que aplican ya una política de tierra quemada donde la mejor forma de que su personal no se contagie es sencillamente echarlos a la puta calle. Tiene nombre y apellido esa nueva enfermedad de esa vieja clínica. Tiene nombre y apellido el despido, y tiene, eso sí una razón de estas letras y una salud de hierro para seguir batallando. Algunos no tienen Ébola, es cierto, pero probablemente lo necesitan para seguir muertos.
1 comentario. Dejar nuevo
Quizás los Presidentes (Bauzà y Muro) que acuden esta semana traerán el protocolo de actuación.
Que seguro ha sido preparado concienzudamente por los responsables Territoriales (Torres solicitando enfermeras y trajes), Paya despidiédolas y Arbuniés recortando en el coste de los trajes, mientras Encarna va diciendo que cuando solo había españoles esto no pasaba.
Vaya pena.