El panorama resulta especialmente tétrico en las residencias geriátricas, donde, siempre según la actualización de datos del pasado 18 de diciembre, 208 internos han perdido la vida y 137 representan, en estos momentos, contagios activos. A este contingente de usuarios hay que añadir los 75 profesionales de residencias en proceso de tratamiento por coronavirus. Y, para redondear esta lúgubre estadística, son 129 los trabajadores sanitarios infectados, mientras que otros 335 se hallan en situación de vigilancia. ¿Cabe una manifestación más rotunda que estas estadísticas para darnos cuenta de hasta qué punto las medidas excepcionales aprobadas por la Comunidad Autónoma durante estos próximos días y semanas no solo resultan necesarias, sino que, además, son absolutamente imprescindibles? Nos jugamos mucho. Nos jugamos nuestras vidas. Frente a este objetivo crucial, ¿de verdad hay alguien que pueda defender, sosteniendo la mirada bien alta, que celebrar reuniones sociales en Navidad, acudir a restaurantes o cafeterías o, en definitiva, pasar por alto las directrices de prevención de la Covid, se halla por encima, en la escala de importancia, que evitar una presión asistencial incontenible que ponga en peligro nuestra supervivencia? Para quienes pensamos que no es así, o sea, la inmensa mayoría de la sociedad, está claro que no puede haber otra opción factible que vivir estas fiestas de Navidad desde la cautela y la precaución, aplicando todas las medidas que se han diseñado para frenar la expansión del virus.
La Covid 19 no es una enfermedad que nos ataque tan solo individualmente. Lo hace también colectivamente. Es una pandemia altamente contagiosa que se transmite, además, con una inusitada facilidad.
Precisamente por esto, la decisión de protegernos o no frente a los contagios no puede responder únicamente a la elección personal. Por corresponsabilidad hacia los demás, y ya no solo hacia uno mismo, esta Navidad ha de ser diferente a cualquier otra. De no ser así, si nos empecinamos en no querer ver cuáles son las expectativas que tenemos ante nosotros, habremos fracasado como sociedad, y el precio de ese fracaso será la enfermedad y la muerte.
Que los deseos de feliz Navidad tan asociados a estas fechas, y que desde Salut i Força les hacemos llegar, como todos los años, se completen en esta ocasión con otras dos expresiones absolutamente imprescindibles en esta alarmante crisis sanitaria: feliz Navidad… segura y responsable.