El Dr Vicenç Thomàs es, ante todo, un experto en gestión sanitaria. Experto, como médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, con una larga trayectoria asistencial, primero en servicios de Urgencias hospitalarias y luego en Atención Primaria, esa primera línea de la sanidad, hoy tan duramente sacudida por el COVID. Experto, como asesor de su partido, el PSIB-PSOE, durante gran parte de la historia de la democracia balear. Experto, como director general de Evaluación y Acreditación Sanitaria del Govern balear (2002-2003) y, posteriormente como conseller de Salut (2007-2011). Ha sido docente del programa MIR y presidenta de la semFYC de Baleares y de España, entre otras muchas responsabilidades. Hoy es la segunda autoridad de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, desde su cargo de presidente del Parlament balear. Este es su testimonio en el programa de Salut i Força TV, en unos momentos tan duros y de tan profundo calado histórico para nuestras islas.
P.— La actual presidenta del Govern balear es farmacéutica, como lo fue su antecesor. Usted mismo es médico y hay un sinfín de casos similares. ¿Qué tiene la política que atrae tanto a los profesionales sanitarios?
R.— Las personas que se dedican a trabajar dentro del mundo de la salud tienen un componente de vocación por el servicio público. Todos trabajan con la gente e intentan solucionar los problemas de salud que tiene la gente. Además, la salud es una de las cosas más apreciadas por todos. El nexo entre la vocación sanitaria y la política es esa dedicación y entrega de los profesionales sanitarios al servicio público.
P.— Usted protagonizó en septiembre de 2010 y como conseller de Salut, el histórico y exitoso traslado del hospital de Son Dureta al recién contruido complejo de Son Espases. ¿Qué recuerdos tiene, cuando han pasado algo más de 10 años desde entonces?
R.— Pues sentimientos diferentes. Yo aún me acuerdo de la historia del viejo hospital de Son Dureta y del nuevo de Son Espases, de su gestión, de los problemas que hubo con la adjudicación, de los problemas políticos y judiciales. Políticamente [los socialistas, que habían apostado por la remodelación de Son Dureta en lugar de por construir un hospital nuevo, como finalmente hizo un Govern del PP] hicimos un parón y se tomó una decisión política que no fue fácil, y luego fue un reto muy importante.
P.— ¿Alguna anécdota en especial?
R.— Recuerdo que un día de verano, sobre las tres de la tarde me llamó Pep Pomar [actual director de Son Espases, entonces director del Ibsalut] y me dijo, “Vicens, creo que tendrías que venir” Le digo: “¿Y eso?” Y me responde, “no te lo quiero decir, ven”. Y era que cuando ya se había levantado la estructura de la parte importante del hospital y se tenía que comenzar a construir el edificio industrial, delante de lo que ahora es Urgencias aparecieron unas ruinas de gran valor arqueológico. ¡Qué problema! Aunque lo pudimos solucionar con Patrimonio.
P.—Aquello fue todo un desafío…
R.—Son Espases se construyó en poco más de tres años y medio, con toda la complejidad y la magnitud del edificio y de la dotación tecnológica. El Palau de Congressos ha tardado 10 años. Había un reto planteado y creo que lo superamos. Heredamos un proyecto de hospital que venía del plan de reforma de Son Dureta. Nosotros hicimos modificaciones importantes que costaron 60 millones de euros. Teníamos una idea muy clara, la de hacer un hospital moderno, a nivel europeo, dando un paso más de lo que fue el antiguo Son Dureta. Es decir, hacer un hospital excelente para ofrecer la mejor asistencia sanitaria, e incluir la docencia y la investigación. Para ello introdujimos el Edificio de Investigación, y tenemos la Facultad de Medicina. Son elementos que no estaban en la planificación que heredamos. Estoy contento porque logfamos un hospital que cumple esos objetivos que nos marcamos.
P.— Si fuera usted en estos momentos y le tocara gestionar el COVID ¿tomaría decisiones en la misma línea de las que se están tomando?
R.— Esta pandemia la recordaremos, cuando haya pasado el tiempo, de una manera muy diferente a lo que estamos viviendo. A esta pandemia la define una palabra: Incerteza. No sabíamos nada y hay muchas cosas que aún no sabemos (por ejemplo, lo que durará la inmunidad de las vacunas, si hay que hacer pasaportes inmunitarios, etcétera). La incerteza es un factor muy importante de esta crisis, muy ligada a los comportamientos humanos. Las decisiones que se toman dependen de cómo se comportan las personas. Las gestiones que se hace en Baleares y la que se hace en el conjunto de España van en la misma dirección. Primero lo hizo todo el Ministerio de Sanidad y luego se acordó una cogobernanza que genera una gestión muy compartida. España eligió una estrategia ante esta crisis de salud pública que se denomina ‘de mitigación’. Otros países eligieron estrategias ‘de eliminación’, que son mucho más duras. Se ha gestionado todo lo bien que se ha podido, en base a las incertezas que hay. Con esa incerteza creo que la gestión ha estado bien. Las restricciones se han de modular. Baleares tiene características diferenciales, con un modelo económico muy ligado al turismo.
P.— ¿Contempla usted su cargo como presidente del Parlament como la culminación de su carrera política, usted de quien hay que decir que no ha dejado nunca de ser un gran médico de cabecera?
R.— En 2002 tomé mi decisión más dolorosa antes de ser director general de Investigación, Acreditación y Evaluación en la antigua Conselleria de Sanidad, cuando aún sin la transferencia de las competencias asistenciales hicimos el Plan del Sida o la única Encuesta de Salud que se ha hecho hasta ahora en Baleares. Cuando me llamaron para ese puesto tomé esa dolorosa decisión que he mencionado. Entonces era presidente de la semFYC y tuve que renunciar para convertirme en director general. Respecto a todo lo demás… Yo no voy detrás de los cargos. Creo en la teoría de Newton: la manzana cae cuando está madura, Y si no cae… Le recuerdo que me afilié al PSOE después de perder unas elecciones en 2003. Asumí la Secretaría de Salud del PSIB-PSOE y la primera gestación de Son Espases la viví pasando consulta como médico. Luego, un día, me llama el presidente Antich y me dice que convendría que fuera conseller de Salud. Se sucedió a esa la legislatura de Bauzá (PP) y Francina Armengol hizo un equipo en el Parlament, del cual yo fui portavoz adjunto. En la siguiente legislatura fui vicepresidente del Parlament y en ésta, presidente. Me ha tocado esta función y la desempeño encantado. Espero que entre todos podamos dignificar la función del Parlament, que es el trabajo más importante que tengo en estos momentos.
P.—Hace poco se ha puesto en marcha en la Facultad de Medicina la asignatura de Cuidados Paliativos, en lo que la UIB es una de las pocas universidades que lo imparte.
R.— Aquí hemos sido pioneros en muchas cosas. Fue la primera comunidad autónoma en la que implementaron los cuidados paliativos y se dio formación en ello a los residentes de Medicina Familiar y Comunitaria. Pero también el centro de salud del Coll den Rebassa fue el primero de España en el que se organizó la cita previa. Antes se enviaba a un hijo a las seis de la mañana al centro a pedir una cita y a partir de ese momento ya no fue necesario, gracias al trabajo que se hizo con un equipo de catalanes. Uno de los que participó fue el doctor Manuel del Castillo, que luego sería el primer director del Hospital de Manacor.
P.— Ha publicado usted un artículo sobre la eutanasia, a la que calificó de derecho subjetivo. ¿Qué opina respecto a la nueva legislación?
R.—Yo lo tengo claro desde hace muchos años. En el Congreso del PSOE de 2015 se presentaron dos enmiedas relacionadas con la eutanasia. Una de esas enmiendas era mía. En ese momento el PSOE no estaba aún para recorrer ese camino que ha sido largo. Yo creo en la eutanasia desde la base de que todos nos morimos y la muerte es una parte de nuestra vida, la última, pero una parte. Ante cualquier situación ha de haber unos cuidados paliativos universales, ya sea en el domicilio o en un hospital. Pero creo que eso no es suficiente. Hay situaciones ante las que necesitamos algo más.Y este “algo más” es una ayuda a morir. Creo que hay que respetar esta opinión, que será siempre la de una minoría y que es constitucionalmente viable. La eutanasia no es un acto médico. No decide el médico, decide la persona. El profesional sanitario tendrá que ayudar a hacer efectiva esa decisión, pero no la toma él. María Luisa Carcedo, la que fue ministra de Sanidad, ha hecho un buen trabajo al respecto. La ley que se ha aprobado es absolutamente garantista, lo que creo que es algo muy importante. Todo el mundo ha de tener claro que quien considere que ha de utilizar ese derecho, que lo utilice y quien no, que no lo utilice. No se obliga a nadie. A nadie que lo solicite se le ayudará a morir antes de que hayan transcurrido 30 días desde que lo solicite. Esp es garantismo, que algunoa consideran incluso excesivo. Dejemos que cada uno con sus creencias, con su ética personal, si considera que está en una situación determinada pueda ejercer ese derecho.
«En el sofá de mi despacho de la Conselleria pusimos a muchas personas a favor de la Facultad de Medicina»
Tras la entrevista con Joan Calafat llegó el turno de los contertulios habituales del programa, en esta ocasión Margalida Gili, doctora en Psicología y vicedecana y jefa de Estudios de la Facultad de Medicina de la UIB; Pere Riutord, médico dentista, doctor en Medicina, investigador, profesor y académico, y Antoni Bennasar, médico traumatólogo, expresidente del Colegio de Médicos de Baleares (COMIB) y actual director del Patronato Científico de la institución. Éstas son algunas de sus aportaciones:
A. BENNASAR.— Empezamos con la pregunta que nos gusta hacer siempre al principio: ¿Por qué eligió la carrera de Medicina, tenía familiares médicos?
V. THOMÀS.— No tengo ningún antecedente de la profesión de Medicina en mi familia. Todos mis antecedentes son de abogados; mi padre, mis dos hermanos. A mi me gustaban más las ciencias y dudaba entre Arquitectura y Medicina. Me metieron miedo con la Arquitectura. Y eso que el dibujo me iba muy bien. En los últimos cursos del Bachillerato el Dibujo Lineal me iba muy bien. Vendía mis láminas a 25 pesetas. Pero me metieron miedo con las matemáticas y elegí Medicina. Era en 1975. Me matriculé en el Clínic de Barcelona, pero por sorpresa el señor Roig [Antoni Roig Muntaner, catedrático de Química de la UIB, político y uno de los impulsores de la recuperación de una universidad autónoma en Baleares] anunció que se ponía la carrera de Medicina en Palma. Y comencé la carrera aquí, aunque solo hicimos primer año. Hubo muchos problemas, pero conseguimos que la Unidad Docente de la Universidad Autónoma de Barcelona nos acogiera y nos trasladamos a terminar allí la carrera. Aún conservo una foto (en el móvil) de la manifestación que hicimos el 6 de junio de 1976 reivindicando “Queremos segundo de Medicina”. Mirad el tiempo que nos ha costado conseguirlo. Por entonces compartimos piso con Pep Pomar, Joan Llobera, Pep Sallés… Hicimos un buen grupo.
M. GILI.—¿Usted, que ha sido parte del núcleo de profesionales que desde hace tiempo más ha defendido la creación de una Facultad de Medicina en la UIB, cómo valora estos ya seis primeros años de la Facultad?
V. THOMÀS.— Por personas a las que conozco y a las que pregunto, veo que la gente está contenta. Ahora lo que necesitamos es tocarlo con las manos. Que los que han estudiado aquí puedan hacer el MIR, que algunos o la mayoría se queden aquí. La valoración es positiva, porque además de estar formando a los estudiantes tenemos un beneficio colateral que son los profesionales que están adscritos a la Facultad de Medicina como profesores algo que siempre pensamos que sería beneficioso para los hospitales. Se daba la paradoja de que, primero en Son Dureta y luego en Son Espases, se llevaba ya 30 años haciendo formación especializada pero no se formaban estudiantes de grado. La Facultad de Medicina ha conseguido además ilusionar a un grupo de profesionales. Se ha estructurado bien. Hay un volumen de alumnos adecuado. Todo esto es muy positivo. Lo es para los estudiantes y porque ha añadido este valor al hospital que antes estaba limitado a la formación especializada.
P. RIUTORD.—¿Recuerda aquel periodo de gestación de la Facultad de Medicina, con todos los problemas y presiones en contra que se dieron, como una etapa apasionante?
V. THOMÀS.— Yo de lo que me acuerdo más es de lo que denominé “la escena del sofá”. Mucha gente a la que yo invité vino al sofá de mi despacho en la Conselleria. Creo que gracias a eso convencimos a muchas personas para que cambiaran de criterio, personas cuya ayuda fue luego muy importante para poner en marcha la Facultad de Medicina. Una de las cosas que le dije a Joan Llobera, gran profesional y persona, a la que como conseller de Salut pedí que fuera director general de Evaluación, Acreditación e Investigación, fue que después de todos los años que llevábamos hablando sobre el tema, ahora teníamos la oportunidad. Redactamos un gran informe y desde ese momento comenzamos con “la escena del sofá”, por el que pasó gente muy diversa, no solo del mundo universitario o de la investigación, también de la CAEB, de la Federación Hotelera, de la Cámara de Comercio y más.