Más de 10 millones de personas tienen al menos una dosis, con lo que las personas inmunizadas mediante la vacunación ya superan a las contagiadas en toda la pandemia.
Ya tenemos más de 15 millones de vacunas distribuidas.
En total, se han suministrado un 90,1% de las vacunas recibidas. Además, más de un 70% de los ancianos mayores de 80 años ya están vacunados contra la COVID, un porcentaje que asciende al 99% cuando solo se tiene en cuenta la primera dosis. En este caso, este proceso comenzó en todas las comunidades autónomas a finales de febrero o principios de marzo, por el momento solo con las vacunas de Pfizer y Moderna. El objetivo que se planteó no se ha conseguido, pero aunque nueve de cada diez (el 99,4 %) ya han recibido al menos una dosis, solo un poco más del 70% (72,1 %) alcanza la pauta completa. Y estamos llegando a los 1.000 millones de personas vacunadas en el mundo.
Las personas vacunadas en España son ya casi tantos como el total de contagiadas. Desde el inicio de la pandemia se han infectado 3.428.354 personas, mientras que unos 4 millones tienen las dos dosis. Extremadura, Andalucía, la Comunidad Valenciana y Baleares, junto a La Rioja son las comunidades con mayor porcentaje de dosis administradas.
De todas formas, la estrategia de vacunación en España tiene aspectos mejorables, como es el de los tramos de edad y el de los grupos esenciales. Es una situación anómala que se vacune a personas sanas por su edad o por su profesión antes que otras que están consideradas de riesgo. Sería bueno que todas las vacunas se usasen en igualdad de condiciones para todas las poblaciones en España, pero concentradas en las personas de más alto riesgo, no en los profesionales esenciales, no en grupos de población.
Sería bueno concentrar la vacunación en personas de más riesgo, mayores de 70 años y enfermos con enfermedades crónicas, con un riesgo elevado del coronavirus y personas en peores condiciones socioeconómicas.
En el grupo de esenciales, de nuevo, se han considerado profesiones como policías, bomberos o docentes, pero se han olvidado aquellas ocupaciones cuya “esencialidad” quedó patente durante el confinamiento. En la actualización del plan de vacunación se optó por considerar solo la vulnerabilidad por edad o por comorbilidad (en algunos casos, no en todos) como criterio en el cronograma de la vacunación, aunque desapareció la vulnerabilidad socioeconómica.
Es evidente que personas con trabajos precarios, carentes de marco regulatorio (por ejemplo, economía sumergida, etc.), personas que viven en viviendas precarias (mal ventiladas, sin suministros básicos), con alta densidad de convivientes o en las que conviven diferentes generaciones en una misma vivienda, personas que viven en viviendas colectivas (como residencias o albergues) y personas sin hogar (ver “Entornos cerrados”), junto a personas con situaciones económicas precarias (por ejemplo, personas preceptoras del Ingreso Mínimo Vital, cheque comedor, usuarias de comedores sociales, desempleadas de larga duración, sin hogar) y/o que viven en barrios menos favorecidos (que también son los barrios o poblaciones con mayor incidencia).
Cómo dice Javier Segura, el enfoque “gerencialista” arrincona los principios y valores. Se considera mucho mas fácil vacunar por grupos etarios y se argumenta la dificultad de tener listados de personas que cumplían esas condiciones sociales o la dificultad de acceso a estos colectivos.
Por favor, no nos olvidemos de la vulnerabilidad desatendida. Los hechos tienen que acompañar las estrategias y las palabras.