Si tuviéramos el tiempo que un día le dedicaremos, hablaríamos del nuevo, de Pedro Jota Jiménez, un ramírez al que le iremos explicando el flamenqueo de su división regional, todo mientras nos ponemos a las órdenes inmediatas del chief comander, Julielamoroso. Quizá necesite en estos momentos de drama jurídico, social y personalmente internacional, algún asesor de defunciones, un consejero de mamandurrias en fase de liquidación, un oráculo que le explique alto y claro en qué consiste el marrón que tiene encima con el tema de los nenes hoteleros en cinco palabras: “los menores no se tocan”.
Sabida la avidez del partido socialista de este páramo por cagarla sucesivamente con los menores, le recordaremos a Patriciadesaparecida o a Mariantoniafontdemisinepcias aquello de levantarse orinao; lo de acostarse con la testosterona juvenil, que viene al hilo de explicarles detenidamente lo que ha ocurrido, no sea cosa de que tal como hoy, jueves dramático, todavía no se hayan enterado.
No se trata de Cayetanos, ni de fascistas, ni de partidos. No se trata ni de educadores o educandos, que no te pecerreen. Se trata de la ley, de cumplir con los preceptos que marca. La cosa va de que se cumpla la ley por parte del govern, que es precisa y paradójicamente quien la hace. La cosa trata de tatuarse en plan gitano, cual Jiménez, el tatoo de “libertad presos covídicos”; de entender eso tan básico que venimos denunciando en este box político desde hace muchos muchos meses en rigurosa y exclusiva soledad: “la libertad no se toca”. La libertad es sagrada, Patricia. La libertad es sagrada, Juli. La libertad es sagrada, Maria Antonia. No se toca, o se acaricia cuando lo dice la ley. Y eso es lo que viene a decir la sentencia en esplendorosa lucidez de la jueza contenciosa 3 de Palma con la venia del fiscal. El trío pecó de “falta de motivación”, de “faltar a la verdad”, de “tomar medidas desproporcionadas”, de no hacer “pruebas ciertas de contagio”, de “arbitrariedad”, “falta de claridad” y de que “no se individualizaran” ni las relaciones, ni los contagios ni los lugares siquiera donde estuvieron esas almas, jóvenes y bellas. Tócate los cojones, Baldomero.
La respuesta institucional -más bochornosa que el drama internacional en el que nos han metido- ha sido la creación de una campaña pagada por nuestros bolsillos, un publiciteo que al aludir a “la salud, lo primero”, al insultar a su señoría llamándola irresponsable, no es capaz de entender que sin libertad todo es enfermedad, que sin respetar el estado de derecho la única patología que subsiste es la de la libertad. Les entusiasmó la liberación de los niñatos del 15M, los quema-autobuses del norte en funciones de “España se rompe”. Les chifló al ensalzado cojo manteca en su violencia, y la jodienda de los indepens violentando la paz global de esa parte del todo llamada Cataluña. Aquellos eran chicos traviesos. Los nuestros, parece ser, son sólo una forma de hundirnos más en la miseria.