– Usted tenía poco más de veinte años cuando empezó a ejercer de matrona….no parece la imagen más habitual…
– Esta muy estereotipada la figura de las matronas, las imaginamos mayores y más bien rellenitas, pero lógicamente no siempre es así. Mucha gente ignora que la matrona es una figura fundamental a la hora de atender embarazos normales, ya que cuando se detecta un embarazo de alto riesgo o alguna patología que puede afectar negativamente al parto, es la propia matrona que evalúa la situación de la parturienta- la que deriva a esta hacia el ginecólogo. De hecho, no se concibe un equipo obstétrico sin la figura de la matrona, que en cierta manera es como un equipo multidisciplinar (partos, pediatría, medicina interna, control embarazo, educación maternal…).
-También ha sido, tradicionalmente, una figura muy popular, en especial en algunos pueblos….
-Habría que rendir un homenaje a las matronas rurales, siempre han contado con mi admiración. Las que yo conocí ya tenían titulación académica, se examinaban en la facultad de medicina y obtenían el título de Asistencia Pública Domiciliaria (APD); algunas también eran practicantes y luego se transformaron en ATS y así podían obtener la plaza de matrona y practicante del SOE. Cuando se fundó el hospital materno- infantil de Son Dureta (1978) hubo una importante demanda de matronas; lo recuerdo porque en esa época yo fui una de las fundadoras de la Escuela de Educación Maternal, junto con Xisca Fiol i Bagur -la matrona jefe- y María Rojas Vinué.
– Cuarenta años de profesión dan para mucho….sin duda habrán cambiado mucho las cosas…
– Cuando yo estaba en Barcelona, a principios de los setenta, eran los años del “baby boom”- llegaron a registrarse hasta cien partos diarios en el hospital del Valle Hebrón y los medios con los que contábamos eran rudimentarios, nuestra labor era casi artesanal. Recuerdo que trabajábamos con estetoscopios de Pinard (que denominábamos trompetillas) para auscultar la frecuencia cardíaca fetal (FCF) en el vientre de la parturienta y disponíamos de un único monitor interfetal y apenas unos pocos sonicaid. Con el tiempo ha evolucionado mucho el papel de matrona: ahora está más preparada, tiene más conocimientos en materia sanitaria…y eso es importante, porque la futura madre necesita mucho apoyo de todo tipo en uno de los momentos más importantes de su vida; apoyo psicológico, médico, humano, emocional….En el momento del parto vives una situación delicada, has de actuar con inteligencia y responsabilidad y tratar con mucho tacto tanto a la futura madre (que está muy vulnerable) como a los familiares que esperan el momento del parto y que a veces, de buena fe, creen saber más que tú lo que le conviene a la parturienta.
– ¿Hasta qué punto se establece un vínculo directo y personal entre la parturienta y la matrona?
– La relación es muy íntima: estás al lado de una mujer a punto de dar a luz, sabes qué siente, percibes sus temores y quieres, como ella, que toda salga bien, tienes que apoyarla psicológicamente. En un paritorio vives todo tipo de situaciones, pero al fin y al cabo un parto normal es un motivo de alegría, no una enfermedad, y la matrona siempre está allí, a veces incluso con una presencia más intensa que el propio médico (siempre que hablemos de partos normales). En ocasiones el trabajo de parto dura muchas horas, y por eso es importante que la parturienta tenga absoluta confianza en su matrona y esta, si surgen complicaciones, tiene la autoridad para dar un grito e impartir las órdenes oportunas, ya que si hay un riesgo para la vida de dos personas hay que actuar con firmeza y sin vacilar, porque no hay margen de error.
– ¿Ese vínculo tan íntimo se mantiene una vez ha concluido el parto?
– No. Cuando el parto ha terminado y ha ido bien los nervios desaparecen, todo son sonrisas, la gente rodea a la madre y al recién nacido…las cosas vuelven otra vez a la normalidad y todo el mundo regresa a su casa. Somos matronas, no relaciones públicas, así que cuando ese momento tan especial se acaba también termina el vínculo entre la madre y su matrona, aunque a menudo queda algo de esa relación, como cuando te saludan por la calle madres a las que tú asististe en su parto y te dan las gracias cuando ya han pasado años desde que nació su hijo; o mujeres que asistieron a tus clases de preparación al parto…Es algo muy gratificante.
– ¿Y cuando las cosas no han salido bien?
– Entonces es duro. Durante al parto, hasta que el feto no ha salido del útero materno y no le has oído llorar y no le has practicado el test de Apgar para comprobar que todos los órganos funcionan adecuadamente, no estás tranquila. Las urgencias vitales obstétricas más habituales son el prolapso del cordón umbilical; el desprendimiento de la placenta – incluyendo hemorragia-; y la eclamsia. En estos tres casos el equipo que atiende a la parturiente no corre, vuela, a fin de garantizar que el feto nazca en las mejores condiciones.
– Con todo ¿ha sido gratificante para usted ejercer como matrona durante toda su vida?
– La verdad es que he dormido poco y he trabajado mucho. Mi espalda y mis cervicales han sufrido mucho ese desgaste físico; de hecho el accidente laboral que en parte aceleró mi jubilación tuvo lugar en una urgencia vital, concretamente a causa de un prolapso de cordón umbilical. Salvamos al feto, así que valió la pena. En general estoy satisfecha, aunque creo que cientos de profesionales que, como yo, hemos contribuido, con nuestro trabajo, a mantener el estado del bienestar en el ámbito sanitario, ahora no podemos disfrutarlo por culpa de unos malos gestores de la sanidad pública. Pero tengo claro que si volviera a nacer volvería a ser matrona, esa profesión ha sido mi vida; tenga en cuenta que el primer parto al que asistí fue hace más de cuarenta años, en el último curso de ATS, en Son Dureta, cuando rotaba en el servicio de partos, con las matronas Mª Angeles Calvo y Pilar Cirer, grandes profesionales por cierto, de las que aprendí mucho.