No es fácil asistir en el destierro solitario y firmante de Juli Fuster a que siga siendo prota de nuestra actualidad. Se está convirtiendo en una especie de Terminator que viene difunto del pasado firmante a liarla parda. De poco sirve lamentar que la solución a todos sus problemas hubiera pasado por leer estas columnas, neones de la realidad que su maneje robótico y violento del pasado le hacen, le traen, al presente asesino.
Sí, ahora resulta que siendo Director general del Ib-Salut también firmó su propio concurso de traslado, que ese ansia firmante, que esa voracidad colocadora, le engullía incluso hasta en su auto-colocación. Ahora resulta que firmaba compulsivamente al estilo de como lo hicieran Francis Bacon o Dalí, con trazos falsos en la senilidad de la sinrazón que otros inducían para su beneficio. Y como siempre nos pronunciamos favorablemente hacia Juli, ante la tentación de revisar el registro mercantil (por si pudiera tener cuentas pendientes firmadas) o el registro de la propiedad (por si se hubiera vendido al mejor postor) hemos preferido centrarnos en el registro civil. Hoy puede afirmarse en rigurosa primicia que todavía no ha firmado su propio certificado de defunción. Larga vida y larga firma.
Y como no hay uno sin medio, agradecemos por fin el tono festivalero y guardiacivilista de nuestro benemérito de cabecera, de Manuel Palomino. “Si hay que colocar se coloca, con dos cojones y mirando hacia España”, que pudo haber dicho. Mientras Juli se firmaba a sí mismo, el nuevo director Palomino se colocaba a sí mismo en la comisión Parlamentaria que le instaba a que explicara el por qué compulsivo y colocador de su familia al completo, miembros a los que -por ser interminables- no citamos aún firmes. Un guardia civil que comparece “asustado” y “preocupado” es un benemérito de verdad, con más miedo a escribir y a firmar el atestado que a los tiros y a las ostias. Y siéndolo -lejos del miedo a la munición- recolocaba a la oposición pidiéndoles explicaciones a sus explicaciones tras el chaleco antibalas de los datos, una fobia al viaje al pasado de las firmas en las que nos simula aquello del “firmas y firmas y cuando vienes a darte cuenta no sólo has colocado a rojos sin querer, sino que descubres que tienes hijos secretos que ni conocías”. Y todo por la patria. Al final resultará que el dúo era pareja de hecho y que Patricialone no se enteraba de la misa la mitad. Como siempre.