P.- Esta es la segunda vez que usted se pone al frente del IBD después de su etapa como directora entre 2003 y 2007. ¿Es diferente este segundo ciclo al primero?
R.- Sí, la verdad es que sí. La situación económica de estos años hace que sea diferente. Se han tenido que renegociar contratos y optimizar los recursos con el objetivo de no eliminar ningún servicio esencial, y puede que ahí radique la principal diferencia. Por otro lado, me alegro de contar con una segunda oportunidad. El día que regresé, después de este nuevo nombramiento, me sentí como si retornara a casa, y, de hecho, en apenas 24 horas ya me sentía como si jamás hubiera abandonado el IBD. Cuando asumes un cargo que no has ejercido anteriormente necesitas al menos dos meses para hacerte una composición de lugar, pero en este caso no fue necesario este período de adaptación.
P.- Una pregunta muy directa: ¿la igualdad entre el hombre y la mujer ya es un hecho palpable e innegable en las sociedades occidentales? ¿O todavía queda mucho camino por recorrer?
R.- Sobre el papel, y desde un punto de vista estrictamente legal, la igualdad de derechos existe. Sin embargo, no es real, y en el día a día cotidiano se pone de manifiesto que hombres y mujeres no tenemos las mismas oportunidades. Por supuesto, una muestra extrema de esta desigualdad es la violencia de género
P.- ¿Cuáles son, por tanto, los principales ámbitos en que esta desigualdad se hace más evidente?
R.- Todas las cuestiones que atañen al terreno de la mujer y a la defensa de la igualdad de oportunidades han de ser planteadas desde una perspectiva transversal, porque afectan a un gran número de campos. De hecho, desde el IBD tratamos de actuar como un organismo que es transversal a toda la acción del Govern, ya que cualquier conselleria o dirección general puede adoptar decisiones que incidan directamente en la reivindicación de la mujer. Siempre digo que como directora del IBD soy como una mosca en la oreja de cada conseller con el propósito de que no pierdan de vista este planteamiento. ¿Qué quiero decir con ello? Simplemente, que al referirnos a la igualdad no podemos hablar solamente de un terreno u otro, sino de todos en general. También ocurre esto en la salud, por cierto.
P.- ¿Quiere usted decir que el acceso a la salud no es igualitario para hombres y para mujeres?
R.- Quiero decir que también hay diferencias. Pero no me refiero explícitamente a las condiciones de acceso, sino a que desde un punto de vista biológico hombres y mujeres somos diferentes, y no utilizamos de la misma manera la red sanitaria ni tenemos las mismas prioridades en cuestión de salud. Le veo sorprendido…
P.- Un poco sí, la verdad, aunque supongo que si usted lo dice debe ser así…
R.- Le sorprendería aun más comprobar hasta qué punto la desigualdad entre hombres y mujeres es todavía un fenómeno muy presente en nuestra sociedad. Y podemos visualizarlo en cualquier momento. Acuda, por ejemplo, al patio de un colegio cualquiera, a la hora del recreo, y fíjese en quiénes utilizan el espacio más grande del patio y quiénes el más pequeño. El primero es para los chicos, y el segundo, para las chicas, Le puede parecer una tontería, pero supone toda una declaración de intenciones de cómo trata la sociedad a las mujeres desde su más tierna infancia, reservándole los espacios más diminutos porque, en realidad, sus actividades no son tan importantes como las de los hombres. Dicho esto, le puedo dar cifras de cómo están las cosas en el otro patio, o sea, en el de los adultos….
P.- Dígame…
R.- Pues mire, en Baleares las mujeres seguimos cobrando un 17.6 por ciento menos que en los hombres. Se entiende que por hacer las mismas tareas y asumir el mismo tipo de responsabilidades. Y eso que en las islas podemos considerarnos afortunados hasta cierto punto, porque a nivel de España ese porcentaje llega al 24 por ciento.
P.- Estamos hablando de las sociedades del entorno occidental, pero en determinados países la desigualdad adquiere magnitudes extraordinarias. Y no solo eso, sino que está certificada y avalada por la legislación. ¿Dar pasos por la igualdad en estas regiones del mundo es uno de los grandes objetivos del siglo XXI?
R.- Pienso que sí, que es un reto que hay que asumir y llevar delante de forma urgente. Tenga presente que muy cerca de nosotros, países con los que compartimos las aguas del Mediterráneo, especialmente en la parte más oriental, todavía prohíben a las mujeres que conduzcan un coche. Curiosamente, pueden examinarse y obtener el carnet, pero luego se les prohíbe conducir. O fijémonos en las vestimentas. Hay mujeres árabes que por la calle van ataviadas con sus ropas tradicionales, que cubren una parte de su físico. Luego, en casa, de puertas para adentro, se quitan esos vestidos y su ropa doméstica no dista demasiado de la que usamos las mujeres occidentales. En cambio, cuando están en la calle, han de taparse. Como ve, queda mucho camino por recorrer.
P.- ¿El problema en estos países es, en gran parte, el credo que se difunde desde determinadas religiones, en las que se propugna la superioridad del hombre frente a la mujer?
R.- Ninguna religión dice eso. No encontrará ningún texto religioso en el que se afirme taxativamente que los hombres son superiores. Otra cuestión es que según qué personas predican aquello que les interesa y realizan las interpretaciones que casan mejor con su objetivo de consolidar la supremacía del hombre. En consecuencia, no es tanto un problema de religiones, sino de la interpretación que se hace de las mismas. .
P.- Una de las consecuencias más directas de la discriminación de la mujer es la violencia de género. ¿Qué cifras se manejan en Baleares?
R.- Aproximadamente, los datos son parejos a los del resto de España. De hecho, el Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales dio a conocer muy recientemente los resultados de una macroencuesta en la que el 12,5 por ciento de mujeres españolas alega haber padecido algún tipo de maltrato. Si extrapolamos esta estadística obtenemos la cifra de 2,3 millones de mujeres. Por otra parte, el Consejo del Poder Judicial en Baleares informa de que se producen 4.600 denuncias anuales de mujeres que quieren acabar con este tipo de situaciones. Es una cifra importante. Tenga en cuenta que, el año pasado, murieron 53 mujeres a manos de sus parejas.
P.- ¿Qué motivos o causas desencadenan una situación de violencia de género en una familia, o en un hogar? ¿Cuál es la génesis del problema, por así decirlo?
R.- La génesis es que somos una sociedad patriarcal, en la que se considera que el hombre es el eje de toda la organización social, de todas las estructuras. Y la mujer, su acompañante, siempre en un segundo plano. Y eso que la sociedad mallorquina es más matriarcal que otras de su entorno, pero, aun así, también entre nosotros se avala la superioridad del hombre. A partir de aquí, si el hombre piensa que la mujer le pertenece, surgen presiones y acosos para obligarle a realizar su voluntad y evitar que su pareja tome decisiones de forma autónoma. Finalmente, en determinados contextos, la situación llega al extremo de la violencia, que en un 99 por ciento de casos es psicológica. Ahora bien, no crea que esta estadística suponga ningún alivio. La violencia psicológica es más perjudicial que la física.
P.- ¿Qué fórmulas se muestran más eficaces para combatir la violencia de género?
R.- Una fórmula mágica no existe, pero, en mi opinión, la base reside en la educación que proporcionemos a las nuevas generaciones. Hemos de esforzarnos para que niños y niñas crezcan en un ambiente de tolerancia, en el que la igualdad de derechos sea tan consustancial, tan natural, y tan espontánea, que nadie se atreva a cuestionarla. En este sentido, desde el IBD estamos trabajando codo con codo con los centros escolares, a través de un proyecto de sensibilización al que ya se han adherido 51 escuelas. También hemos de incidir en los medios de comunicación. El lenguaje y las actitudes que se transmiten desde ciertos programas no merecen comentarios.
P.- Como directora del IBD, y también desde una vertiente personal, ¿qué le diría a una mujer que está leyendo esta entrevista y que es víctima de abusos y malos tratos?
R.- Si vive en Mallorca, le diría, ante todo, que se dirija a nuestras oficinas, y si reside en alguna de las otras islas que lo haga en los centros asesores que mantenemos en funcionamiento gracias a los convenios firmados a tal efecto con los consells insulares. En estas dependencias se le informará de todas las opciones que tiene, a nivel jurídico, policial, social, y, por supuesto, psicológico. Particularmente, valoro mucho el servicio de asistencia psicológica, porque una de las características de estas situaciones es la pérdida de la autoestima y de la propia identidad. Cuando la víctima se encuentre más recuperada, será el momento de acudir al juzgado y denunciar los abusos, y también en ese paso estaremos a su lado para acompañarla. Además, contamos con casas de acogida en todas las islas, excepto en Formentera. Son lugares cuya ubicación solo conoce la policía y los profesionales que atienden a la víctima y que resultan de utilidad cuando de lo que se trata es de mantener a salvo a la mujer de un desenlace que puede resultar dramático. Igualmente, el IBD cuenta con un servicio de 24 horas, los 365 días del año, para atender las urgencias que puedan producirse. El número es el 971 178 989. Además, existe el 016, en el ámbito nacional, y el 112 en situaciones de peligro inminente.
P.- Recientemente, realizó usted unas declaraciones sobre el resurgimiento de comportamientos machistas entre las nuevas generaciones, es decir, entre las parejas jóvenes. ¿Piensa que los adolescentes y la gente joven están volviendo a asumir roles de desigualdad más propios de otras épocas?
R.- Es un problema que me preocupa especialmente, porque el fenómeno que está cobrando gran actualidad entre las parejas jóvenes es lo que se denomina violencia de control. ¿Y en qué consiste? Pues en que el novio le dice a su pareja cómo debe vestir, a qué amigos o amigas puede ver, o incluso le vigila las llamadas del teléfono móvil o los mensajes que proyecta en el Facebook. En este aspecto, Internet y las redes sociales, que tan positivas han sido en otras cuestiones, están suponiendo un hándicap para mujeres cuyas parejas masculinas quieren controlar sus vidas, sus ideas, y sus iniciativas. Y otro problema grave es que las chicas no se dan cuenta de eso, porque piensan que la violencia de género solo les sucede a las mujeres más mayores y a las casadas. Y no es así, por supuesto.
P.- ¿Cómo puede una chica joven que está comenzando a salir con su novio percibir actitudes machistas en este?
R.- Pues, por ejemplo, si cuando discuten o hablan, el muchacho utiliza hacia ella un cierto tipo de lenguaje ofensivo o menospreciativo. O si se empeña en que le facilite las claves de su móvil o de su Facebook bajo el argumento sibilino de que esta confianza será una demostración de amor. Que no ceda a estas pretensiones, porque por muy unida que esté una pareja siempre hay que preservar un espacio para la intimidad personal.
P.- El machismo, ¿se hereda? Por ejemplo, ¿un niño o una niña que en su casa ha sido testigo de situaciones de malos tratos hacia su madre, tiende a repetir ese modelo cuando entra en la edad adulta?
R.- Los expertos aseguran que tanto hombres como mujeres nacemos agresivos, pero que la violencia es aprendida. En efecto, en una familia, los padres son los referentes. Si el pequeño observa cómo su padre trata de manera autoritaria y despectiva a su madre, tenderá a imitar este comportamiento. O, por otra parte, si una niña vive esas situaciones, cuando sea adulta es posible que adquiera un rol de sumisión hacia los hombres. Es por ello que se ha de insistir en la necesidad de romper con estas dinámicas desde las edades más tiernas, a través de una conjunción de esfuerzos entre el ámbito educativo y el familiar.
P.- ¿Usted, personalmente, es partidaria de las leyes de paridad o leyes de cuotas para asegurar la presencia de las mujeres en las instituciones políticas?
R.- No me gustan las cuotas, ni los cupos, pero, en cambio, defiendo un cierto tipo de discriminación positiva, que se ha demostrado eficaz para equiparar la presencia de hombres y mujeres en las instituciones. En Baleares tenemos una clara prueba. Hace treinta años, el primer parlamento autonómico estaba formado por tres mujeres y 56 hombres. Hoy, más o menos, la cámara parlamentaria acoge al mismo número de mujeres y hombres, y la ley de paridad ha influido positivamente en que ello sea así. Lógicamente, cuando se haya alcanzado esa plena igualdad real de la que hablaba antes, ya no serán necesarias este tipo de leyes.
P.- Pronto se celebrarán elecciones. ¿Le gustaría, en función de los resultados que se den el 24 de mayo, continuar al frente del IBD la próxima legislatura?
R.- Le seré sincera y le responderé sin tapujos: me gustaría. Así de claro se lo digo. Me haría mucha ilusión porque creo que se ha desarrollado un trabajo muy valioso que me encantaría tener la oportunidad de consolidar con más tiempo por delante. Como todo el mundo sabe, los responsables políticos nos debemos a la confianza de los partidos de los que formamos parte y, por supuesto, a la decisión siempre soberana de los electores. El tiempo dirá si las circunstancias lo permiten, pero si fuera posible me gustaría seguir dirigiendo el Institut Balear de la Dona.