Las comilonas navideñas pueden desencadenar crisis de reflujo gastroesofágico, lo que comúnmente se denomina “acidez”. La Dra. Esmeralda Rubio, especialista digestóloga de Juaneda Hospitales, explica que «el reflujo gastroesofágico se puede prevenir controlando la ingesta de determinados alimentos y medicinas».
Las pruebas funcionales para medir enfermedades en el esófago que se han incorporado recientemente a la cartera de servicios de Juaneda Hospitales, especialmente la PHmetría, pueden ayudar a diagnosticar éstas y otras enfermedades del esófago. De cara a las fiestas, conocer el problema y cómo se genera puede ayudar a evitarlo.
«El reflujo se produce —explica la Dra. Rubio— cuando la válvula cardias, que separa el estómago del esófago, se vuelve incompetente y el ácido que hay en el estómago, y que en condiciones normales debería estar contenido en su interior, asciende por el esófago. Cuando eso sucede se da el reflujo y la sensación de quemazón o acidez.»
Los síntomas no son siempre los mismos y ello puede despistar al paciente: «En ocasiones los síntomas del reflujo gastroesofágico se presentan no como una quemazón, sino como un dolor de garganta, de oídos, una afonía (que es consecuencia de una irritación de las cuerdas vocales por el ácido) o una tos que puede llegar a ser crónica.
»Hay pacientes que descubren que tienen reflujo gastroesofágico cuando van al otorrinolaringólogo a consultar un problema de garganta u oídos», explica la especialista, señalando un error de percepción, normal en una persona sin conocimientos médicos, que lleva a sospechar que se tiene un problema de garganta, cuando es de esófago.
El reflujo gastroesofágico, la acidez, pueden ser consecuencia «de múltiples factores, entre ellos, la ingesta de determinados alimentos, como el ajo, la cebolla, el café, el alcohol, los picantes… También pueden causarlo algunos medicamentos que son fuertes. Es el caso, por ejemplo, de antiinflamatorios como el ibuprofeno», explica la digestóloga.
También pueden producir reflujo la obesidad, el sobrepeso o embarazos, estados que aumentan la presión intra-abdominal, de modo que el ácido tenga más posibilidades para ascender por el esófago. En cualquier caso, «hay que evitar las comidas fuertes, procurar hacer varias al día ligeras y no tener nunca el estómago ni vacío, ni demasiado lleno».
Algunos alimentos pueden desencadenar este problema por dos vías: «Una, porque aumentan la producción de ácido dentro del estómago; otra, porque facilitan que el cardias no se cierre bien y el ácido pueda subir. Y, por supuesto, hay que evitar el estrés, del que se ha demostrado que existe una relación directa con la aparición de este problema.»
Tampoco es buena idea, en personas propensas a sufrir ataques de acidez, «la costumbre tan española de hacer siesta después de comer. Si me pongo en una posición demasiado horizontal cuando se está haciendo la digestión, que es cuando más ácido hay en el estómago, la gravedad facilita que ese ácido ascienda», añade la Dra. Rubio.
»No hay que tumbarse —continúa— inmediatamente después de comer o de cenar. Si vamos a hacer una siesta o ver una película, que sea en una butaca e incorporados. Del mismo modo, no es conveniente que inmediatamente después de cenar nos acostemos a dormir. Lo aconsejable es cenar pronto y esperar un par de horas antes de irse a la cama.»
Los tratamientos indicados dependerán de la causa de la acidez: «Si el desencadenante es un fármaco, se retira. Si la causa es una infección por la bacteria Helicobacter pylori, muy frecuente entre la población y que puede causar exceso de ácido y con ello reflujo, la indicación es tratar la bacteria», explica la Dra. Rubio. Y continúa:
«Un tratamiento médico muy conocido para la acidez es el omeprazol, que hoy tiene mala fama por sus supuestos efectos secundarios, aunque no es para tanto. Si se toma el omeprazol cuando está indicado y por prescripción médica, como en el caso del reflujo, es idóneo para tratarlo. El almax también funciona bien, pero solo como una solución puntual.
»El almax neutraliza el ácido que se tiene dentro del estómago, con lo que evita la acidez en el momento. Por ejemplo, después de una comilona de Nochebuena o Navidad, se toma almax y protege. Se puede utilizar de forma puntual, pero lo importante es atajar la raíz del problema, evitando esos estímulos que están aumentando la cantidad de ácido.»
Además de las molestias, el reflujo o acidez puede tener consecuencias a largo plazo si no se soluciona adecuadamente: «Puede generar afonías, dolores de garganta o de oído. Es muy frecuente que los otorrinolaringólogos o los neumólogos nos deriven pacientes, algunos de los cuales pueden tener incluso infecciones respiratorias de repetición.»
«Por otra parte —continúa la digestóloga— en ocasiones vemos (a través de una prueba llamada gastroscopia) quemaduras dentro del esófago que son consecuencia del ácido. Eso se produce porque la piel del estómago es más resistente al ácido, pero no lo es tanto la del esófago, por lo que se quema con más facilidad, produciendo esofagitis.»
Las esofagitis «pueden evolucionar a la temida enfermedad llamada Esófago de Barrett o incluso a un cáncer de esófago, aunque son complicaciones muy raras. En estos pacientes que ya tienen quemaduras —añade la Dra. Rubio— la indicación es el omeprazol, para disminuir la cantidad de ácido y dejar así que esa piel cicatrice».
Juaneda Hospitales ha incorporado a su cartera de servicios dos pruebas funcionales de esófago, la manometría y la PHmetría, que permiten, en el primer caso, ayudar a diagnosticar problemas musculares que dificultan la función de tragar y, en el segundo, el reflujo gastroesofágico, conocido popularmente como ‘acidez’.
«La manometría esofágica y la PHmetría —explica la Dra. Rubio— son pruebas para estudiar cómo funciona el esófago. La manometría consiste en introducir una sonda nasogástrica (a través de la nariz del paciente), para llegar al esófago y al estómago y estudiar allí la existencia de posibles trastornos funcionales.»
La PHmetría consiste continúa la Dra. Rubio, en «mantener durante 24 horas una sonda muy fina, colocada en el esófago del paciente, para estudiar si se producen los reflujos. La sonda detecta los escapes de ácido y nos permite medirlos, así como, con esos datos, estudiar qué tratamiento es el más adecuado en cada paciente.»
Asimismo, también se ha incorporado a la cartera de servicios la manometría rectal, «enfocada a estudiar casos de diarrea crónica, es decir, la que se alarga en el tiempo, de incontinencia fecal o de estreñimientos crónicos, para descartar causas orgánicas y aplicar tratamientos como el biofeedback», explica la digestóloga.
«La manometría rectal es poco invasiva y poco molesta, como en el caso de las manometrías esofágicas», señala la Dra. Rubio. «La preparación para esta prueba se realiza en casa con la práctica de un enema». Además, como en el caso de las pruebas antes mencionadas, está cubierta por los seguros médicos privados.