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Brindo con Juan

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz.
Médico-Forense. Especialista en
Medicina Legal.
@Alarconforense

Me pide mi querido Carlos Hernández la columna a mi destiempo, y no me atrevo a preguntarle en la premura si es la última antes de la Navidad, la primera del fin del año o la de siempre de cualesquiera de las fechas en las que nos da por recordar a Juan Calafat.

La ñoñería de que la fecha te atrape al corazón de alguien, que el calendario marque tus tristezas, que llegue el tiempo de alabar, de recordar a los que están en otro tiempo (qué manía de situarlos en algún lugar) no nos deja explayarnos en la debida extensión del corazón, lo sé. Pero permite estar presente, ser el presente de los que cuentan de otra forma estando más cerca de nosotros. No sé si procede hablar de Calafat o de que Armengol acaba de ponerte la primera piedra al cuello del centro de Salud de Montuiri, un detalle de la miss a sabiendas de que el ayuntamiento compró el terreno en el año 2016. Debería elogiar el vendemotismo del Francina´s style, las trolas bajo piedra con las que nos salva a todos, de todo, todos los días, o de su despreocupación por la Atención Primaria, pero prefiero el corazón a la miseria.

Voy de camino a una de esas cenas a las que a veces no iba porque se me perdía el tiempo éste con el que no termino de llevarme del todo. Y yendo de camino prefiero recordar lo bello de las relaciones que lo canalla de esta política degradada, degradante y desagradablemente desangrada. Prefiero darle la mano a la columna, ponerle gratín navideño a los compañeros de esta publicación yendo a uno de esos todos aquellos saraos que Juan perfumaba con su generosidad, con su sonrisa y con su forma de agradecer y de castigar. No me extrañaría que en sus capitulaciones con la vida hubiera dejado parte de su herencia para la organización desmesurada de hacer coincidir en estos días las sonrisas de los amigos. Recuerdo alguna de esas sonrisas que alguna vez se sentía acorralada sin cita, algunos de los que se sintieron maltratados por estas letras y como él templaba y ajustaba los tempos de los corazones dolidos.

Cómo iba a ser un castigo que no te invitara Joan si a mi me invitaba y no iba, si tenía que decirle que había sido una ausencia sin querer; si me reñía, si me hacía prometerle que iría y -una vez prometido- jamás en tantos años escuché un solo reproche a mi defecto, a mi ausencia acostumbrada de todos los grandes momentos que hizo suyos porque él los fabricaba. Pienso mientras voy, que pienso mucho más en ese Juan ahora que voy necesariamente a su ausencia lejana, pero voy porque le llevo conmigo como cada uno de los nuestros, como lo llevan consigo todos los que componen estas letras. Y ese vernos ahora al que no falto, es juntar esos fragmentos de todos en todo y que aparezca de donde nunca se ha ido. Sé que debería haber hablado del recule, de la conga sanitaria hacia atrás de este govern con la lengua catalana del tarde del mal y del nunca, pero ya he llegado a mi cita. Al pronto, al bien y al siempre que nos dejó en herencia nuestro amigo. Y brindo. Por él y por ti.

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