-Papá, ¿tú crees que me podría hacer una foto con Fito?
Resulta que en casa de Álvaro son fans de Fito y los Fitipalidis, y cuando el más pequeño de la familia, que es ya todo un musicólogo de 6 años, se enteró que este bilbaíno que ha hecho universal su boina y su guitarra eléctrica, venía a tocar a Palma, hizo lo que hacen los niños, pedir la Luna.
-Pues no sé, hijo, veremos.
-Vengaaaaa.
“Puedo escribir y no disimular es la ventaja de irse haciendo? viejo no tengo nada para impresionar ni por fuera ni por dentro.”
Una llamada, un café, una charla con alguna vieja amiga… Y resulta que desde el equipo de Fito llega el “sí”, que Alvarito tendrá su foto. Nuevamente un niño que ha pedido la luna, y la ha conseguido. La luna y varios satélites.
El caso es que la cita se fija para la tarde antes del concierto que llenaría Son Fusteret. El equipo de Fito está haciendo pruebas de sonido. Fuera del recinto, los fans se agolpan esperando ver una sombra u oír un eco del cantante.
La familia, que se ha puesto guapa para la foto, especialmente Alvarito que ya camina casi a un palmo del suelo, se acercan a la puerta del recinto. Los estaban esperando.
-Pasen, pasen, -les dicen en la entrada- Aitor los aguarda.
Aitor es el jefe de producción de Fito. Se acercan por detrás al ‘backstage’. Se oyen acordes, se oyen voces (“¡Es Fito, es Fito!”) el corazón da saltos en el pecho de Alvarito (y en el de su padre, para qué vamos a engañarnos).
“La noche en vela va cruzando el mar porque los sueños viajan con el viento y en mi ventana sopla en el cristal mira a ver si estoy despierto.”
Al dar la vuelta al escenario, a pleno sol de una tarde de primavera que sería inolvidable, ven por fin a Fito y a los suyos cantando, probando, corrigiendo. En un momento que será para siempre uno de los más hermosos sueños traídos por el viento, el bilbaíno deja la guitarra y se baja de la tarima, caminando con paso seguro, con una sonrisa tan emocionante e increíble que a padre y a hijo les hace repetir uno de los versos de la famosa canción “mira a ver si estoy despierto”.
Fito se acerca, saluda y nada más ver a Alvarito se quita la gorra y se la pone en la cabeza, luego le da un abrazo y después otro y después muchos abrazos más, como si Alvarito fuera su hijo, su sobrino o un amigo de la otra ribera del Nervión al que llevara años sin ver: Con la famosa gorra en la cabeza del niño le dice:
-Jo, con esa melena lo que iba a ligar yo.
Alvarito ya no sabe dónde está, si en el cielo o en la tierra, o perdido en un cruce de caminos. Está bien, está con Fito, está feliz, ¿qué puede importar dónde, cuándo o hasta cuándo? Joan, más fan de Fito que nunca, procura que las lágrimas de la emoción, que hace rato que ya no contiene, no le nublen las fotos que está haciendo, que al día siguiente convertirán a Álvaro en el héroe de la escuela y que le dejarán eso que se denomina ‘un recuerdo imborrable’, el alma más grande y un corazón sano a prueba de balas y de desgracias… Grande Fito. Gracias Fito.
“Y no volveré a sentirme extraño aunque no me llegue a conocer y no volveré a quererte tanto y no volveré a dejarte de querer”