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“Nunca he tenido la ambición de ocupar cargos, sólo me han deslumbrado la ciencia y el conocimiento»

juan-roman-pinanaNatural de Cartagena y residente en Mallorca desde 1960, Juana Mº Román es Doctor en Medicina. Pediatra. Neumóloga y Psicólogo Clínico Su brillante trayectoria profesional incluye una gran producción científica, docente e investigadora. Ha sido Jefe de Servicio de Pediatría del Hospital Universitario Son Dureta de Palma de Mallorca (1978-2006); Gestora y realizadora del “Master en Pediatría con la Fundación Universidad-Empresa (UIB) y promotora del Grupo “Asma y Educación” de la Asociación Española de Neumología Pediátrica, así como impulsora del Proyecto “Pla d’Atenció al Nin Asmàtic de les Illes Balears”. En 1978 fue elegida Académico Numerario de la Real Academia de Medicina de las Islas Baleares (la primera mujer que ingresaba en una Real Academia en nuestro país) y ha obtenido numerosos galardones por su labor profesional, entre ellos el “Premi Ramon Llull”, que le fue concedido en el año 2009 por el Govern de les Illes Balears, y el “Premio Nacional de Humanidades y Cooperación”, otorgado en 2014 por el Consejo General de Colegio de Médicos. Un premio lleva también su nombre, el creado por la Sociedad Española de Pediatría y el Hospital Son Dureta, dirigido a premiar la mejor Tesis Doctoral en Pediatría de nuestro país. Preside la Fundació Amazonia, cuya misión es luchar contra la pobreza y la marginalidad, además de promover el acceso a la educación, a la salud, a la alimentación, entre otros objetivos.

¿Por qué Pediatría?

-Hice la carrera de Medicina cuando esta era considerada un “oficio de hombres”. La decisión de ser pediatra forma parte de aquellas incógnitas que han movido siempre mi mundo emocional y de las que en realidad sé muy poco. No existen antecedentes familiares de esta profesión, por lo que realmente ignoro el verdadero móvil de mi decisión, aunque quizás sea esa sensibilidad exquisita que me ha sido dada la que explicaría mi fascinación por la infancia y sus cuidados.

-Su trayectoria profesional ha sido verdaderamente intensa….

– Yo diría que bastante, pero la etapa más gratificante es sin duda aquella en la que ejercí el liderazgo del Servicio de Pediatría en el Hospital Infantil Son Dureta. Recuerdo que fue en enero de 1978 cuando se inauguraba el citado centro, una construcción adyacente al antiguo Hospital Son Dureta, en aquel entonces el único hospital público de Mallorca y auténtico centro de referencia sanitario del archipiélago. Era un edificio ya obsoleto, pero aun así carismático y que durante 25 años fue el crisol donde se forjaron médicos, pediatras, enfermeras especializadas, auxiliares de clínica, estudiantes… y donde la competencia profesional fue el distintivo más valorado por nuestra sociedad. Todos recuerdan la frase tantas veces repetida en la Mallorca de entonces: “si me pasa algo que me lleven a Son Dureta…”. Hasta ese momento, un pequeño servicio de Pediatría ubicado en la cuarta planta del hospital había desarrollado una actividad dirigida especialmente al cuidado de los recién nacidos y niños hospitalizados de nuestra comunidad; una labor pionera y encomiable que en ese año 1978 iba a cristalizar en el emblemático Hospital Infantil, centro de referencia de pediatría de las islas y uno de los hospitales de vanguardia en el conjunto del país.

-¿Cómo recuerda aquellos primeros años?

-Aquella andadura no fue fácil. Los importantes cambios socioeconómicos y políticos obligaron a una evolución continua, difícil para muchos, con mucha resistencia al cambio. El Hospital Infantil Son Dureta, convertido en hospital universitario, abordó pronto grandes desafíos, orientándose a la promoción de la salud de la población infantil, a la curación de la enfermedad, a la formación de sus pediatras, a la investigación básica y aplicada, a la gestión de sus recursos, permaneciendo fiel en la incansable tarea de la búsqueda de la excelencia. Y aquel centro hospitalario, que inicialmente era utilizado por un sector limitado de la población, infravalorado por la sociedad isleña y por las entidades sanitarias privadas, fue transformándose progresivamente en un gigante científico y asistencial, capaz de competir con cualquier estructura sanitaria y consiguiendo con su eficiencia una Pediatría competitiva de alto nivel.

-¿Qué pasos destacaría de aquel proceso?

– Para empezar, el Hospital infantil incorporó en su área docente la Formación MIR y la enfermería pediátrica, obteniendo excelentes profesionales que elevaron el nivel de calidad de la Pediatría de nuestra comunidad. Se crearon Unidades de Cuidados Intensivos pediátricos y Neonatales; se impulsó la Unidad de Neonatología y se pusieron en marcha programas de “Lactancia materna” y proyectos como el “Banco de Leche”, verdadero desafío para la alimentación de los recién nacidos prematuros. Asimismo se desarrollaron las Especialidades Pediátricas, aumentando así las posibilidades diagnósticas y evitando traslados a otros hospitales fuera de las islas. La creación del Hospital de Día Pediátrico permitió una asistencia especializada ambulatoria, evitando los riesgos de la hospitalización. También quiero destacar el desarrollo de la Unidad de Oncología Pediátrica; la creación de la Unidad de Transporte Neonatal -que permitió incrementar la asistencia en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales- y la incorporación de la Unidad de pacientes Semicríticos (única en nuestro país y con una transcendencia social y humana sin precedentes), sin olvidar el desarrollo de un Programa de Detección Precoz de Enfermedades Hereditarias. En conjunto, fue aquella una etapa intensa, fructífera y apasionante.

-¿Qué significó para usted asumir esa función de liderazgo?

-Cuando obtuve la plaza de Jefe de Servicio en el año 1978 tuve el sentimiento de ser un instrumento útil para poder desarrollar y planificar estructuras y programas en beneficio de la pediatría de esta comunidad. Mi estancia durante un año en un prestigioso Hospital Infantil alemán supuso para mí una extraordinaria riqueza y también una difícil experiencia personal (recuerdo que no volví a España ni una sola vez a lo largo de aquellos eternos doce meses), pero aquello fue el preludio de una experiencia intensamente enriquecedora, en la que el sentido de la responsabilidad y del trabajo bien hecho quedó marcado en lo más profundo de mi quehacer profesional. Aquella otra visión de la medicina me hizo más sabia, más humilde y sobre todo más universal. Desde pequeña había aprendido la cultura del rigor y de la rectitud, de la auto-exigencia en el trabajo cotidiano, del esfuerzo y de la honradez, de la valentía cuando surgen los problemas y hay que tomar decisiones, de la independencia y de la libertad personal.

-Una trayectoria como la suya deber de haber implicado renuncias en otros ámbitos…

-Siempre hay pequeñas renuncias, tiempo que hurtas a la familia, a los amigos, a los que están cerca de ti…Aunque, si lo pienso bien, no he hecho grandes renuncias porque cuando uno se siente involucrado en lo que hace y pone el alma en ello, cuando el trabajo te apasiona y te sientes afortunado, el esfuerzo es relativo. Intento hacer recuento de lo que ha sido mi vida y puedo asegurar que lo mejor de mí lo he puesto al servicio de mi familia y de mi trabajo. Me he volcado siempre en el quehacer hospitalario de la Pediatría y le he dedicado mis capacidades, mis conocimientos, mis esfuerzos y mi potencial de trabajo a esta sagrada labor, pero reservando el alma para algo más grande: el compartir, en espacios muchos más amplios, el sufrimiento humano.

-¿Hasta qué punto siente usted que ha pagado un alto precio personal por alcanzar el éxito en el campo profesional?

-Ser alguien en la sociedad actual exige una competitividad monstruosa y una entrega que tiene mucho de voracidad aterradora. Yo he hecho elecciones en mi vida que han podido frenar el camino de mi éxito. Anduve el camino solitario del autodidacta, con la duda a cuestas siempre y con la necesidad de solventarla, pero me siento orgullosa de no haber perdido independencia ni autonomía. Tengo que decir que he soportado el fracaso y el éxito pero jamás he permitido que ni el uno ni el otro me desconcertaran. Conservo los instantes que merecen mi gratitud como otros atesoran cuadros o joyas y guardo conmigo, como mi mejor riqueza, esa energía y esa pasión inagotables. Eso sí, he pagado un alto tributo a la sociedad a través del esfuerzo, del trabajo duro, de la incomprensión, de la soledad, de la no aceptación, del rechazo, de la crítica (hasta de la calumnia), además de sentir la deslealtad y la ingratitud… aunque soy consciente de que todo eso ha tenido un gran impacto en mi crecimiento personal.

-Cómo primera mujer que ingresó en la Real Academia de Medicina, ¿qué ha supuesto para usted todos estos años como miembro de esta prestigiosa institución?

-Fundamentalmente he sentido el orgullo de pertenecer a una institución hasta entonces relegada exclusivamente a los hombres. He tenido la oportunidad de participar en sus contenidos y he vivido de cerca su progresiva evolución y su respuesta antes los cambios.

-¿Se considera una mujer polémica?

-Creo que por mis características personales, mi trayectoria y por la etapa en que me tocó vivir, he sido predestinada a desencadenar grandes amores y grandes odios. A lo largo de mi vida he encontrado gente excelente, cuyos encuentros han marcado mi trabajo y mi alegría de vivir; personas con las cuales he mantenido siempre una auténtica sintonía. Muchas otras, que podría calificar de interesantes, han llenado también mi vida y su relación ha enriquecido mis vivencias y mis dudas, permitiéndome disfrutar de relaciones apasionantes y profundas. Y finalmente hay personas ajenas a mi mundo y a las que he alejado de mi vida porque realmente no me hacían feliz. Y es que la madurez te permite el equilibrio, la calidad del pensamiento y el control de los sentimientos y de las emociones.

-¿Nunca le ha atraído la política o ha ambicionado cargos?

-Nunca he tenido la ambición de ocupar cargos, solo me han deslumbrado la ciencia y el conocimiento. Es cierto que he tenido ofertas políticas en el transcurso de los años, pero cada uno conoce sus limitaciones y yo pienso que quizás mi sensibilidad era demasiado vulnerable para entrar en el juego político y por otra parte mi independencia y mi autonomía interferirían en la disciplina de partido. Creo que para dedicarse a la política hay que estar en posesión de unas cualidades de las que yo carezco, por lo que es una actividad que jamás me ha tentado.

-¿Si pudiera volver atrás cambiaria algo de su vida?

-La verdad es que no lo he pensado nunca, pero creo que no. Volvería a estudiar Medicina y hacer todo lo que he hecho: estudiar, trabajar, investigar, gestionar, planificar, soñar. Quizás no me gustaría volver a vivir años tan difíciles, siempre derribando barreras. Ha sido una etapa de adaptación continua a los cambios: la gran transformación de la medicina, la pérdida de la relación médico-enfermo, la revolución tecnológica, la informática, la transición a otros sistemas sanitarios, la incorporación de la mujer al mundo universitario y laboral…

-Déjeme que se lo pregunte ¿Cómo se gestiona el dolor de un niño desde el punto de vista de un pediatra?

-Apropiándonos de él. Haciéndolo nuestro. Compartiéndolo con la familia. La infancia es el colectivo más vulnerable de nuestra sociedad. Su protección necesita no solo de sentimiento sino de saberes, de equilibrio emocional, de “savoir faire”. Es el mayor tesoro que tenemos en nuestras manos y nuestra actuación es definitiva para su desarrollo físico y emocional. La familia es la clave.

-¿Qué echa de menos de su etapa en activo?

-La verdad es que nada. Son ciclos de la vida que se van cerrando y simultáneamente se van abriendo otros realmente apasionantes, lo que significa que vivir sigue siendo todavía un auténtico privilegio.

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