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Vacúname

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz Médico- Forense Especialista en Medicina Legal. @Alarconforense
Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz. Médico-
Forense. Especialista en Medicina Legal. @Alarconforense
Dice Paco, mi padre, que ha tenido que ir a renovar la tarjeta sanitaria y que le han soplado entre ocho y nueve euros. Le digo que si no recuerda exactamente cuánto es se merece la renovación a cualquier precio, y lo remato diciéndole que no me hable de precios ni de cantidades, que me pierdo en las magnitudes numéricas desde las últimas elecciones. Acostumbro a no ponderar demasiado desde esa fecha en que renovarse o morir es también renovarse en morir. Los muertos también sentimos, y no precisamente que lo estamos.

Escribo desde hoy hacia la izquierda, escorado a siniestra. Escribir hacia la izquierda, escribir mirando hacia la izquierda, parece que deba ser más de lo mismo que cuando se hace hacia la derecha. Pero no. Olvidaremos lo malo que tiene porque necesito argumento para el resto de columnas que me quedan hasta las próximas elecciones y nos centraremos en lo bueno.

Pensar hacia la izquierda tiene de bueno -que mallorquín parece esto dicho así- que siempre estás pendiente del margen, pendiente del comienzo de la frase. Tiene de bueno que el cursor siempre está empezando, como si quisiera avanzar, aunque hay quien dice que la prueba inequívoca de que ha avanzado es que está en la derecha, de que ha llegado a la derecha. Tiene de bueno que siempre es el lado natural por donde uno empieza a vigilar un pretexto. Esa forma de empezar es la mejor metáfora disponible en este momento, rato al que deberíamos darle cien días. Lástima que ya no nos queden momentos de cien días, y que sólo nos quede darles a los recién llegados visa para que renueven sus tarjetas. Así dejarán de saber –como mi padre- lo que valen las cosas. El reto de analizar la irrupción de la izquierda en esta comunidad de vecinos sólo es inferior a la posibilidad de analizar algunos de sus dejes. La igualdad ante la ciencia, la independencia hacia la ciencia, por poner algún ejemplo. La república independiente de tu cuerpo.

Empecemos, por ejemplo, por el del buen rollo igualitario que te entra desafiando directamente al calendario vacunal: muy cool, muy anti-sistema. Empecemos por lo transversal (ojo a la palabra, será muy repetida durante los próximos años) de hablar de tú a tú con Corynebacterium diphtheriae. Ese diálogo es lo más parecido que he oído nunca a la grandeza de las “charlas de nunca” de mi extinto maestro Alvite.

Hablamos del lío de no vacunar a tus nenes. Hablamos de eso de hacerte tu propia sanidad a partir de la ciencia que otros desarrollan; de eso de confeccionarte a tu medida todas los anticuerpos posibles rechazando los postulados científicos gracias a la evidencia del “porque yo lo valgo”. Ahora que me fijo, ahora que caigo, la relación médico-paciente acaba de decaer en relación paciente-paciente. Estamos salvados de nosotros mismos.

Siempre me han gustado esos pacientes valientes que desoyendo los estudios científicos y su numerología estadística rechazan su tratamiento para engrosar -en su mayoría- el cumplimiento inexorable de su tragedia estadística. El que raramente se salva es un héroe de sí mismo. Al menos deciden sobre cómo no aplicarse la ciencia sufriéndola en primera persona. Hacen su propio estudio doble cero cuando tiende a infinito, mientras tienden ellos a infinito. Al menos ellos y ellas deciden no tener en cuenta los desvelos nocturnos de los investigadores y los velos económicos tuneados de las farmacéuticas. Pero otra cosa son los niños y sus cosas. Otra cosa es no inmunizarse contra la amenaza de que tu hijo pueda llamarte irresponsable cuando se empareja con la Difteria en un debate. Y otra cosa es lamentarte de ti mismo cuando ingresa en una UVI en la que debieron meterte a ti previamente en la vigilancia intensiva de tus constantes consonantes.

Se pregunta alguien si -igual que la anti-política es un tipo orden por el que tender a la destrucción- la anti-sanidad no será también una forma de estar enfermo a tiempo completo, estar obsesionado por querer ver en la inercia de la ciencia una imposición que limita tu voluntad y tu inteligencia. Se pregunta alguien si el viejo debate de tener libertad suficiente para cuestionar la salud de un menor a tu cargo es un tipo de patología todavía en fase de estudio. Supongo que las dos preguntas tienen respuesta y tienen su respuesta, pero la que mejor se explica es la del resultado, es la del arrepentimiento, el lloriqueo de los padres reconociendo su error vacuno que es a la postre reconocimiento tardío y paleto a lo que dictan la ciencia y su desarrollo.

Si para ejercer tu libertad y sentirte completo en el vacío buscas su aplicación en quien no puede decidir por sí mismo porque es indemne, entonces estás enfermo. Si llegado hasta aquí te has auto-diagnosticado también, ya sabes cuál debe ser tu tratamiento. Vete al centro de salud más próximo y ponte y ponlo al día en el calendario vacunal. Mi padre seguramente te lo agradecerá pagándolo del dinero que olvida que paga.

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