No es un regalo como ha dicho alguna maldiciente. Es una posibilidad de mejorar trabajando, es un premio al esfuerzo continuo, es un horizonte de trabajo trabajado en un país de regalados.
Y no, no estoy en la nómina autonómica de los que merecen una retribución por su esfuerzo y su cualificación, que no siempre en los acontecimientos nacionales se tiene a un Miguel Lázaro -o a un sindicato como el que representa- a la altura de un país todavía llamado España.
En un tiempo y en un momento en que los muebles se mueven de sitio, en que la movilidad de lo escaso, la fuga de lo que tanto nos ha costado crear, donde la inestabilidad de los profesionales sanitarios es manifiesta, la carrera viene corriendo a asistir a esa huida, a sanarla en su justicia, a ofrecer lo debido cuando se cumple lo pactado.
Hablar de carrera, hablar de profesional y hablar del cumplimento en materia de tratamiento del profesional sanitario, no sólo es cumplir con la palabra dada e incumplida desde el año 2018 por los otros, es cumplir con cada una de las veces en que como ciudadanos sentimos la preocupación de cómo nos asiste el personal sanitario en su preocupación, en su saturación, en su dificultad. Cuando entendemos -o no- el cuidado, su coste y la cualificación que lo sustenta.
Para entender el esfuerzo de la administración -el cumplimiento del Ib-Salut y el compromiso del Govern Balear, a Ureña y a Prohens- hay que rotar 360º la columna cervical, hay que atisbar en el horizonte peninsular y en el resto de las comunidades autónomas no sólo el gasto/cápita sino la planta hospitalaria y los servicios para la población de nuestra Comunidad. El beneficio del beneficio de los profesionales, situarlos a la altura económica de lo que merecen en su esfuerzo, contribuye necesariamente a reforzar el conjunto de la salud en toda nuestra comunidad. Cuesta encontrar un entorno asistencial nacional para ese número de habitantes (por mucho flotante que haya) con la diversidad, cantidad y calidad en recursos como éstos.
Los aplausos desde la altura de los altos balcones, la cháchara de los kilométricos agradecimientos en lontananza habían sido sólo eso, metros de distancia, tele-solidaridad, olvido enmascarillado guardando la extrema distancia de seguridad en lo merecido. Todos los compromisos eran palabras sin materializar, mentiras sin mentalizar. Hoy han dejado de serlo.
El acuerdo -dice- fomenta “la cultura del compromiso”, una forma poética y decidida en la que la Presidenta Prohens recupera no sólo la fe en el acuerdo sino la voluntad de educarlo, de hacer de la formación y el esfuerzo una forma continuada de mejorar. Bienvenidos tod@s al cumplimento de la palabra.