No dormir bien o lo suficiente puede ser una enfermedad grave que merme la calidad de vida.
Una de las mayores maldiciones a las que puede verse condenado un ser humano es la de no dormir. No existen super héroes en este ámbito. Nadie está diseñado para no dormir.
Dicen que una persona normal se pasa un tercio de la vida durmiendo y que eso, no es vida. La realidad es que una vida sin un sueño periódico y reparador tampoco es vida, sino una especie de situación de enfermedad, de decaimiento y de debilidad constantes.
La vida no es sueño (o tal vez sí) pero sin sueño no hay vida. Dormir bien es tan importante que conciliar (o no) las horas necesarias de sueño de un modo reparador es un indicador de la buena o mala evolución de las enfermedades mentales. A personas con esquizofrenias o depresiones graves se les controla de forma especialmente cuidada el sueño, induciéndoselo mediante medicación si es necesario. Dormir bien es importante. ¿Duerme usted bien? El insomnio es uno de los trastornos del sueño más comunes.
Aunque el insomnio únicamente suele concebirse como la dificultad para iniciar el sueño, lo cierto es que la dificultad para dormir puede tomar varias formas: Una dificultad para conciliar el sueño al acostarse (insomnio inicial, el más común de los tres); despertares frecuentes durante la noche (insomnio intermedio) o despertares muy tempranos por la mañana, antes de lo planeado (insomnio terminal).
Padecer alguna de estas formas de insomnio impide la recuperación que el cuerpo necesita durante el descanso nocturno, pudiendo ocasionar somnolencia diurna, baja concentración e incapacidad para sentirse activo durante el día.
Varios son los determinantes de este trastorno de sueño. Factores como el estrés, la elevada activación del organismo o la depresión son relevantes.
Existen diversas clasificaciones del insomnio, según la duración del trastorno, según la gravedad con la que se presente y según el horario en el que se presente: Según su duración, se puede distinguir entre el insomnio transitorio o agudo (dura menos de 4 semanas), el insomnio a corto plazo o subagudo (más de 4 semanas, pero menos de 3-6 meses) y el insomnio a largo plazo o crónico (más de 3-6 meses).
En función de su severidad, se distingue entre el insomnio leve o ligero, con el que existe un mínimo deterioro de la calidad de vida; el moderado, que se da cada noche y en el que empiezan a surgir ciertos signos del deterioro de la calidad de vida con síntomas como irritabilidad, ansiedad, fatiga, y el severo o grave, en el que los síntomas se sufren con mayor intensidad y por tanto la calidad de vida se ve algo más afectada.
Por los horarios, se hace distinción entre el insomnio inicial o de conciliación (dificultades leves o graves para conciliar el sueño al acostarse), el intermedio o de mantenimiento del sueño (en vez de dormir toda la noche de continuo, la persona se despierta varias veces durante la noche) y el terminal o de final de sueño o de despertar precoz, conocido por los expertos como insomnio matinal (la persona despierta poco o mucho antes de la hora que tenía planeada hacerlo).
El descanso es fundamental para el organismo, con una finalidad restauradora: es esencial para la conservación de la energía y la termorregulación, y en general para que podamos ser capaces de tener un grado satisfactorio de vigilancia y atención durante el día. De este modo, la falta o una calidad pobre del mismo puede traer consecuencias tales como: depresión, dificultades de concentración, somnolencia diurna, cansancio constante, accidentes de tráfico y laborales irritabilidad, dificultades de memorización y o desorientación espacial.
Diversas son las causas del insomnio conocidas y analizadas por la medicina. Cuatro causas conocidas son, en primer lugar, los cambios fisiológicos. El envejecimiento produce cambios en el patrón del sueño. En las personas mayores es frecuente la reducción de las horas y la calidad del sueño y un aumento de la somnolencia diurna. Los cambios constantes de horario, bien por cuestiones laborales o por los viajes (jet-lag) provocan alteraciones en el ritmo circadiano.
Entre los medicamentos y sustancias a tener en cuenta por el hecho de que pueden alterar el sueño se encuentran los antihipertensivos, anticolinérgicos, hormonas, estimulantes, esteroides, antidepresivos, broncodilatadores, descongestionantes, antineoplásicos, la cafeína y la levodopa.
Hay una serie de enfermedades asociadas con el insomnio: es el caso de los trastornos cardiovasculares, la insuficiencia coronaria, la insuficiencia ventricular izquierda y las arritmias cardiacas. También, los trastornos pulmonares, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el asma. Otras de estas enfermedades son los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia nerviosa; los trastornos endocrinos, como la disfunción tiroidea y los trastornos neurológicos: cefaleas, enfermedad de Parkinson, lesiones en el tálamo.