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Juan y yo (sin Platero)

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz Médico- Forense Especialista en Medicina Legal. @Alarconforense
Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz
Médico-
Forense
Especialista en Medicina Legal.
@Alarconforense
Me pregunta Juan Sanz por el artículo que el otro día escribía sobre él y sobre su muerte. Le cuento que yo iba a hacerle la misma pregunta, que creía que lo había escrito en él, y aprovecho su pregunta y le hablo de todas las cosas que ha dejado escritas, en nosotros y en el resto de los que decían que eran suyos y han terminado traicionándolo. Le cuento lo de su escrito con sangre y le pregunto sobre la posibilidad de haber dejado algún testamento escrito para el Juez Castro, un papel donde cuente esos últimos días de la mesa de contratación de la adjudicación del Hospital de Son Espases; la posibilidad de que haya dibujado un esquema infantil a modo de hoja de ruta que podría dar una vuelta de tuerca a los que van desfilando estas semanas por ese cementerio de vivos del Juzgado número tres.

Estaríamos buenos que los que siguen viviendo en el corazón no pudieran ejercer su derecho a callar por escrito, a no dejar de decir lo que los demás, los que eran suyos, querrían que su silencio no pudiera decir. Quién sabe, Juan, quién sabe.

Le hablo a Juan y se pone serio cuando le cuento lo de mi hermano Kovacs y la miseria de Juli, la no renovación del contrato de prestación de su ciencia y que es una especie de cobardía tirando a miserable que tiene poco que ver con lo que es y que tiene mucho que ver con el miedo del fuego abierto y la politización de su espacio, el uso de la política para impedir que los ciudadanos puedan tener acceso a una prestación sanitaria que se ha demostrado necesaria y solvente. Francina, su dueña, la dueña del matrimonio, se nos vende estos días baratita a ese por menor del que no deja de menguar, y es que no hay que fiarse de las plañideras del subtipo acaudalado, de esas de la paja en el ojo ajeno y no la pasta en el propio. Esperemos que, a cambio, con la tarjeta sanitaria renovada y regalada a todo ilegal viviente, se implemente una “rosa es una rosa”, un bulbo de esos generados por el negocio de su pareja en Jardins de Tramuntana al modo de “un negoci és un negoci”, Juan, una nueva canción del grupo.

Le hablo a Juan, se ríe Juan, cuando le hablo de la carrera profesional y de los coletazos de esta banda de vivientes. Me pide que deje de utilizarle como figura literaria mientras me refiero a Miguel Lázaro, que Platero ya hubo uno, el de azabache y del nacido para el luto, que lo suyo es un tipo de sonrisa que todavía no se ha descrito.

Hablo de la carrera profesional para decir que ya no somos lo que éramos, y mucho menos lo que nunca fuimos ni llegamos a ser. Como para hablar de las cosas técnicas ya está Lázaro, como para contar que había una partida presupuestada para su cumplimiento y que lo único que hay es una voluntad de castigo al sector sanitario-lanar ya están los expertos, me dedico a comentar la foto que veo publicada en prensa.

Veo la foto en los medios de comunicación de la ruda declaración de intenciones de los operadores sociales que defienden la carrera, y es para descojonarse y no parar. Le pido a Calafat que ponga la foto en la sección de congelados de esta revista y me dice que la revista no permite la alimentación aplazada ni paliativa, que aquí todo se consume al instante.

Como la foto se ha hecho para ser comentada, veo a una banda de sindicalistas de todos los espectros. Veo a unos tío acojonados a las puertas del Parlamento, seis o siete, varias mujeres entre ellos, con cara de saber y sobre todo de querer decir que no hay nada que rascar de la carrera profesional. Veo a un sindicalista en bermudas de invierno con sandalias de Otoño que viene a reivindicar la seriedad de la petición de algo merecido, aprobado y consensuado entre los profesionales y sus rectores políticos. Veo a un tío que se llama Pericay, o algo así, y que es el fiel reflejo de lo que es la carrera profesional: un mal sueño, un aburrido aspecto de dormido sobre las siglas de un partido bajo la cama de su silente escaño Parlamentario. Las camas caliente de la inmigración llegan a la carrera profesional.

Veo todo eso y entonces ya sé que aquí no hay guerra de “batas blancas”. Veo todo eso y entonces ya se que aquí no hay cojones suficientes para utilizar a los pacientes de rehenes ni para salir a la calle, que aquí van a holgar las huelgas, van a sobrar las huelgas, que faltan huevos para tirar de boli y recetar los más caro y prescribir lo más necesario y lo más indicado sin miedo al qué dirán. Aquí a lo más salir con la bata y el fonendo a la puerta del centro, a ver lo bien planchada que la llevo.

La carrera profesional empieza en estos 10 euros de limosna que les mando a los de la foto y que eran la paga semanal de mi hijo Javier. Él si entiende lo que es luchar por ellos.

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