El Día Universal del Niño, que tiene lugar todos los años, cada 20 de noviembre, es una jornada especialmente dedicada a todos los niños y niñas del mundo. La conmemoración permite celebrar los avances conseguidos, pero, sobre todo, constituye una llamada a prestar atención a situación de los menores más desfavorecidos, dar a conocer los derechos de la infancia y concienciar a las personas de la importancia de trabajar día a día por su bienestar y desarrollo.
La elección de la fecha del 20 de noviembre por parte de Naciones Unidas está relacionada con la aprobación, ese mismo día del año 1959, de la Declaración de los Derechos del Niño por parte de la Asamblea General de la ONU.
Esta declaración, que no adquiría legalmente carácter vinculante, se demostró claramente insuficiente para proteger los derechos de la infancia. Por ello, tras diez años de negociaciones con gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONG, y otras instituciones, se logró acordar el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1989, cuyo cumplimiento es obligatorio para todos los países que han firmado la resolución.
En este sentido, Naciones Unidas celebra el Día Universal del Niño en honor a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y a la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, el tratado internacional más ratificado de la historia.
El objetivo de la conmemoración no es otro que recordar a la ciudadanía que los niños son el colectivo más vulnerable de la sociedad y el que en mayor medida sufre las crisis, las injusticias, los desequilibrios y, en definitiva, los problemas del mundo.
A su vez, la fecha del 20 de noviembre recuerda que todos los niños tienen derecho a la salud, la educación y la protección, independientemente del lugar del mundo en el que haya nacido o en el que vivan.
Dedicar un día internacional a la infancia también sirve para realizar un llamamiento mundial sobre las necesidades de los más pequeños y para reconocer la labor de las personas que cada día trabajan para que los niños y niñas tengan un futuro mejor.
Ciertamente, el planeta en su conjunto sigue arrastrando numerosos déficits en el ámbito de la atención a la infancia. En el mundo, unos 600 millones de niños malviven en la más absoluta pobreza, y más de 27.000 menores de cinco años mueren cada día por causas evitables. Paralelamente, más de 250 millones de niños entre los cinco y los catorce años trabajan durante agotadoras jornadas laborales, y otros 130 millones no reciben ni siquiera algún tipo de educación elemental.
Tan devastadoras cifras no acaban ahí: aproximadamente seis millones de menores padecen lesiones limitantes causadas por los conflictos bélicos, o bien han fallecido como consecuencia de la guerra.
De hecho, unos 300.000 niños y adolescentes menores de 18 años se ejercitan como combatientes en diferentes confrontaciones armadas, suponiendo el diez por ciento de los soldados implicados en guerras en alguna parte del mundo, ya sea como miembros de fuerzas bélicas, grupos opositores u organizaciones terroristas.
Las enfermedades son el otro gran foco de amenaza para la infancia. Cada 24 horas, 8.500 niños se contagian con el VIH, y, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la prostitución y la pornografía infantiles, los llamados niños de la calle y el tráfico de órganos extraídos a muchachos menores de edad engañados o secuestrados y luego asesinados, ha superado ya con creces las expectativas más negativas.