La Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP) ha lanzado la campaña ‘Un colegio, un botiquín, una adrenalina’ para concienciar sobre la necesidad de incluir al menos dos auto inyectores de adrenalina en los botiquines de los colegios para tratar las reacciones anafilácticas en los más pequeños.
El objetivo es minimizar los riesgos de los niños alérgicos en caso de una reacción anafiláctica y no contar con una atención precoz. «Sabemos de varios casos en los que los menores han fallecido por no administrar la medicación de rescate a tiempo”, señalan los especialistas, dando cuenta de la gravedad que puede conllevar el problema.
La adrenalina puede controlar una reacción anafiláctica grave y evitar complicaciones mayores cuando es aplicada de manera precoz, ha asegurado el coordinador del Grupo de Trabajo de Anafilaxia de la SEICAP, que lidera esta campaña, Carlos Sánchez Salguero, con motivo de la difusión de la acción.
La Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica entre calcula que de 10 y a un 28% de las reacciones anafilácticas alimentarias suceden en el entorno escolar. La campaña reclama la existencia de auto inyectores y, por ello, solicitarán a las autoridades correspondientes la necesidad de disponer de la medicación que permita tratar estos casos.
«Aunque un niño alérgico siempre debe llevar consigo el tratamiento de rescate, es preciso que también esté disponible no sólo en la escuela, sino en todos aquellos espacios tanto públicos como privados en los que haya población infantil alérgica con riesgo de sufrir una reacción anafiláctica», ha apuntado el doctor Sánchez Salguero.
Sin embargo, la voz de alarma de los pediatras especialistas en alergias va más allá, ya que revelan que una encuesta realizada por SEICAP a 2.400 profesores confirma que el 90% no sabe cómo administrar un auto inyector y que seis de cada diez no sabe lo que es la anafilaxia. Durante la campaña se realizarán sesiones de formación en los colegios.
Profesores y alumnos
Estas campañas irán dirigidas tanto a profesores como alumnos, ya sean alérgicos o no, para ofrecerles conocimientos sobre alergias infantiles y enseñarles el procedimiento a seguir en caso de reacción, ha indicado el experto. Lo ideal, según este especialista, «sería que en cada centro educativo hubiera un protocolo de ‘shock’ anafiláctico”.
En Galicia y Baleares ya se ha llevado a cabo el programa Alerta Escolar, con el registro del alumnado escolarizado que presente patologías crónicas como asma, alergias con riesgo de anafilaxia y otras enfermedades que puedan suponer para los niños una situación de riesgo vital.
Según el Registro Europeo de Anafilaxia publicado en enero en ‘The Journal of Allergy and Clinical Immunology’ uno de cada cinco casos registrados en niños se produce en el exterior de las viviendas y el principal desencadenante es la alergia alimentaria (66% de los casos), lo que da idea de la magnitud del problema.
Los principales alimentos causantes de estos shocks son la leche de vaca y el huevo de gallina en los primeros dos años, las avellanas y las nueces en edades preescolares y el cacahuete en todas. Desde los ámbitos pediátricos hace tiempo que se desaconseja el consumo a ultranza de la leche, por los problemas de intolerancia de muchas personas.
Baja mortalidad
La mortalidad de los casos de shock anafiláctico se sitúa entre el 0,05 y el 2% de las reacciones graves. Son tasas bajas, pero son muertes evitables que sufren niños sanos. Para ello se deben aplicar todas las medidas de prevención necesarias y tratar de manera precoz los síntomas de alarma, explicó el especialista ponente de esta campaña.ha subrayado.
La anafilaxia produce síntomas simultáneos en ojos, nariz, bronquios, piel, digestivos, malestar, mareos, pérdida de conciencia, bajada de la tensión o ‘shock’. Su gravedad es variable, y llega a provocar la muerte o secuelas severas en los casos más graves.
Puede ser causada por diversos alérgenos, inhalantes, medicamentos y vacunas, látex, venenos de abeja o avispa, ejercicio y, lo más frecuente, por alimentos.
En cuanto aparezcan los primeros síntomas de anafilaxia se debe administrar lo antes posible la adrenalina para evitar su evolución.
La alergia es mucho más frecuente en niños
La mayoría de las personas pueden comer una gran variedad de alimentos sin problemas. No obstante, en un pequeño porcentaje de la población hay determinados alimentos o componentes de alimentos que pueden provocar reacciones adversas, que pueden ser desde pequeñas erupciones hasta reacciones alérgicas graves.
Las reacciones adversas a los alimentos pueden deberse a una alergia alimentaria o a una intolerancia alimentaria. Aunque una de cada tres personas cree que son «alérgicas» a algunos alimentos, la prevalencia real de la alergia alimentaria es tan sólo de un 2% en la población adulta. En la población infantil, la incidencia es superior al 3-7%. Son datos del European Food Information Center que explica que una reacción alérgica alimentaria consiste en que el sistema inmunológico, que generalmente protege al cuerpo de las proteínas extrañas dañinas percibe una sustancia normalmente inocua como si fuera una amenaza – un alérgeno -, y lo ataca con las defensas inmunológicas del cuerpo. Cuando hay una reacción alérgica real, el cuerpo produce anticuerpos (una proteína que específicamente se une a otra proteína llamada antígeno – en este caso el alérgeno – para neutralizarla y eliminarla del cuerpo). Los anticuerpos conocidos como inmunoglobulina E (IgE) reaccionan ante los alérgenos. Eso a su vez produce una reacción en los mastocitos (células de los tejidos) y los basófilos (un tipo de célula de la sangre). Los mastocitos se encuentran en la superficie de la piel y en las membranas mucosas de la nariz, del aparato respiratorio, los ojos y el intestino. Los mastocitos segregan una sustancia denominada histamina y otras.
La histamina, los leucotrienos y prostaglandinas provocan síntomas alérgicos. Se producen reacciones adversas de forma inmediata, que normalmente son localizadas. Algunas reacciones alérgicas tardan horas o incluso días en desarrollarse desde el momento de la exposición a la proteína extraña.