Desde este punto de vista, ¿puede a alguien quedarle alguna duda sobre la conveniencia de defender con uñas y dientes que el proyecto de la implantación de los estudios de Medicina sea una realidad en Baleares, y, además, en el menos plazo de tiempo posible? Pues, al parecer, sí quedan algunas opiniones disconformes, especialmente en el terreno político. Ya sea por desconocimiento, por empecinamiento o por simple oportunismo demagógico, la realidad es que, todavía hoy, no existe una voz unánime favorable a la facultad de Medicina en nuestra Comunidad Autónoma. Bajo una perspectiva de aritmética parlamentaria, no parece probable que el proyecto encabezado por la UIB y por el Govern de les Illes Balears, a través de las consellerias de Educació y de Salut, corra peligro alguno. De hecho, los dos partidos involucrados en la acción del Ejecutivo autonómico cuentan con el apoyo explícito de una parte mayoritaria de la oposición en el Parlament, por no hablar de la adhesión sin fisuras de los colectivos sociales y profesionales vinculados a la docencia y la investigación.
Aun así, es una lástima que la unanimidad no sea completa. La historia se halla repleta de ejemplos de pueblos que han logrado materializar sus sueños gracias al espíritu de unidad de sus gentes. Y ese, y no otro, debería ser el ejemplo que se siguiera también en Baleares, porque también nuestra historia como comunidad cuenta con escasos pero significativos éxitos colectivos que han llegado de la mano de la aplicación de ese dicho tan repetido y, a la vez, tan certero: no miremos tanto aquello que nos separa, como aquello que nos une.
En el caso de la creación de la facultad de Medicina, además, son tantos y tan importantes los factores y las circunstancias que invitan a la unidad, que resulta complicado entender los motivos de cualquier tipo de disensión.