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Todos los olores, grandes y pequeños

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Estamos en verano y hace calor, de modo que se suda mucho más de lo habitual, lo que puede ser bueno para alejar el golpe de calor, pero generar malos olores / Los olores corporales pueden llegar a ser molestos (todo el año) pero además ocultar problemas de salud / Cuidarse empieza por olerse

También hay que lavarse tras tener contacto con otras personas u objetos y antes de las comidas, al levantarse de la cama y antes de acostarse. Las orejas deben lavarse con especial atención al pabellón y a las zonas cercanas, usando agua y jabón. El uso de bastoncillos u otro tipo de objeto para ser introducido en el conducto auditivo externo puede introducir el cerumen hacia el interior e incluso lesionar el tímpano.

Los pies deben ser periódicamente lavados y secados con atención a las zonas interdigitales. Así disminuirá la posibilidad de malos olores y la frecuencia de infecciones. Se recomienda el lavado diario de esta zona. La cara y la zona del cuello deben de lavarse con agua y jabón dos veces al día. Si se sufren lesiones, especialmente a consecuencia de la diabetes, hay que consultar con el profesional sanitario adecuado.

EL MAL ALIENTO NO SIEMPRE VIENE DE LA BOCA

Hablando de olores corporales es básico hacerlo del mal aliento o de la halitosis. La halitosis es un síntoma o un signo caracterizado por mal aliento u olor en la boca. En su versión crónica está provocada por algunas bacterias que afecta al 25% de la población. La halitosis tiene una gran prevalencia en la población general. Y en ocasiones se origina en el estómago, no en la boca, con lo que lavarse los dientes no basta.

Se estima que más del 50% de las personas padecen halitosis. Casi todo el mundo presenta halitosis al despertar por la mañana, cuando las estructuras de la boca han estado en reposo y la producción de saliva ha sido muy escasa. Las causas de la halitosis pueden ser múltiples, desde escasa higiene bucal, hasta enfermedades tan graves como el cáncer de pulmón, pasando por la gastritis crónica.

La mayoría de casos de “mal aliento” tiene su origen en la propia boca, de modo que es aconsejable acudir al médico si es persistente. Se produce por descomposición bacteriana de restos de alimentos entre los dientes, de saliva, de células de la mucosa oral o de sangre, que producen sustancias volátiles como ácidos grasos simples y componentes de sulfurados derivados de las proteínas como la putrescina y cadaverina.

Para el tratamiento de la halitosis no resultante de otras patologías de base se debe acudir a un odontólogo que explore la cavidad oral, todas las piezas dentarias y las encías. Es posible que aconseje una tartrectomía para eliminar el sarro y la placa bacteriana y trate las piezas dentales con caries o extraiga las que estén en mal estado. Puede ser aconsejable el uso de seda dental para eliminar restos incrustados.

El cepillado dental debe realizarse como mínimo tres veces al día o después de cada comida principal. Sobre todo, nunca debe olvidarse de cepillarse los dientes antes de ir a dormir por la noche. El cepillado de los dientes debe realizarse en todas sus caras y también debe incluir el dorso de la lengua, señalan los expertos. Se recomienda un cepillo dental suave si sangran las encías y una pasta con alto contenido en flúor.

COLUTORIOS, ADEMÁS DE; NO, EN VEZ DE

Son aconsejables los colutorios bucales (con agentes antisépticos) tras el cepillado o entre cepillados. Su eficacia es transitoria y no debería sustituir al cepillado dental sino complementarlo. Masticar chicle sin azúcar es otro remedio contra la halitosis entre las comidas o entre cepillados de dientes, aumenta la saliva.

Los colutorios no deben de sustituir al cepillado dental.

Los chicles con Xilitol, además, tienen un efecto bacteriostático debido a la neutralización de los ácidos y evitan la formación de placa dental. Ingesta abundante de agua: se recomienda beber entre uno y dos litros de agua al día para favorecer la producción de saliva.

Evitar el tabaco, alcohol, café y alimentos de intenso sabor u olor como el ajo, que potencian la halitosis. Si nada de todo esto funciona, vaya al médico.

CONTROLES EN LA ZONAS GENITALES

Uno de los malos olores más desagradables y socialmente controvertidos es el que se produce en los genitales. En los de los hombres, generalmente por falta de higiene. En los de las mujeres puede producirse además por exceso de higiene, a consecuencia del desequilibrio de la flora vaginal por demasiado jabón, de modo que hay que actuar con prudencia en ambos casos.

En aparato genital, la convivencia del sistema urinario y reproductor en una pequeña zona de la anatomía corporal, así como los convencionalismos hacen que existan una serie de circunstancias especiales de higiene que muchas personas no saben afrontar de forma satisfactoria, pecando por exceso por defecto, en ocasiones llegando a sufrir verdaderas manías higiénicas que, paradójicamente, se traducen en mal olor.

La piel de la zona genital –en mujeres y en hombres –está más irrigada, más inervada, es sensiblemente más permeable y consiguientemente presenta una mayor reactividad frente a agentes irritantes que el resto de la piel del cuerpo, por lo cual tendrá una mayor susceptibilidad de sufrir irritaciones. Es zona en la que hay que hay que actuar con especial cuidado, pero ese cuidado es equilibrio.

En la mujer la vulva, el pubis, los labios mayores y menores, el clítoris, el introito vaginal y el meato uretral son estructuras en las cuales existen fluidos susceptibles de contaminarse fácilmente. Entre estos fluidos cabe destacar de forma específica la presencia cíclica de la menstruación. En ese período es precisa la utilización de compresas higiénicas o tampones.

La mujer debe extremar las medidas higiénicas utilizando para ello productos suaves y respetuosos con el pH de la zona íntima. No se recomienda de ningún modo, a no ser que exista indicación médica para ello, la realización de duchas vaginales. Estas duchas, explican los especialistas, actúan eliminando sustancias y flora autóctona con acción protectora.

Es algo parecido a lo que sucede en los intestinos cuando hay una diarrea y la flora se desestabiliza. Esa desestabilización en la vagina por exceso de higiene puede desarrollar problemas que generan malos olores. Esos malos olores, en fases iniciales, son –en algunas ocasiones –parecidos a extraños perfumes, por lo que pasan desapercibidos hasta que se convierten en pestilencias.

En el hombre el pene y el prepucio constituyen una de las partes más sensibles de la anatomía masculina. El aparato genital masculino se caracteriza en varones incircuncisos por presentar una secreción procedente del recambio celular del glande y porción interna del prepucio acumulable en el espacio prepucial, según explican los expertos, sobre un tema controvertido.

Esta secreción que protege y lubrica el espacio prepucial requiere de una minuciosa higiene ya que además de presentar un fuerte olor característico puede ser el origen de irritaciones tanto del glande como del prepucio o de ambos.

Es por ello tan importante una higiene correcta, aunque mesurada, de esa zona. En los niños pequeños se debe fomentar la costumbre de revisar esa zona bajando la piel en busca de residuos.

CUIDADO CON LOS PLIEGUES DEL PREPUCIO

Estas estructuras presentan pliegues que favorecen la proliferación de microorganismos, por ser fácil la acumulación des secreciones y restos de orina.

La convivencia en el aparato genital de una bifuncionalidad de procesos excretores y sexuales impone la necesidad de maximizar las medidas higiénicas en esta zona. El pediatra –más tarde el médico –pueden aconsejar medidas de control de esta zona tan especial.

En condiciones normales y aplicando una adecuada higiene tras la micción y en el aseo diario no debería haber problemas. Sin embargo, la pérdida involuntaria de orina, asociada al envejecimiento y a determinados factores que favorecen la incontinencia urinaria, puede dar origen a un problema higiénico-social. De hecho, un problema que además de connotaciones sanitarias supone tabúes complejos.

La incidencia de los problemas de incontinencia urinaria – más frecuente en las mujeres que entre los varones –está directamente relacionada con la propia anatomía del aparato urinario femenino, pero en su aparición desempeñan un papel importante los embarazos, los partos múltiples, la atrofia genital y del suelo pélvico por falta de estrógenos en la menopausia.

Las relaciones sexuales comportan inevitablemente un incremento en el riesgo de infecciones por el contacto físico como por el intercambio de fluidos. La mujer posee unos mecanismos de defensa específicos: el flujo vaginal que cumple funciones de autodepuración, humectación y lubricación.

La acidez de este fluido permite mantener en equilibrio la flora vaginal. Además, esa acidez en el fluido, actúa como barrera frente a otros microorganismos patógenos externos que pretendan colonizar el área genital. El aparato genital del varón no dispone de medidas similares ya que debido a sus características anatómicas, fundamentalmente el hecho de ser una protuberancia externa, no comparte la citada problemática.

LA HIGIENE ÍNTIMA AFECTA A LA PAREJA

La higiene íntima afecta a ambas partes de la pareja, puesto que si una de las partes tiene unos hábitos higiénicos inapropiados puede provocar la transmisión re c íproca de patologías infecciosas.

Prendas con frecuencia ajustadas y a base de tejidos no naturales que faciliten la transpiración propician una semioclusión permanente, una mayor humedad y una temperatura que puede facilitar el crecimiento bacteriano.

Ese elevado coeficiente de fricción más las exposiciones a traumas de tipo mecánico derivados de la propia función sexual o, en el caso de la mujer, a la utilización de compresas y tampones, hacen necesarias la implantación de medidas higiénicas diarias que minimicen el riesgo de infecciones y/o molestias en la zona genital. Muchas de esas molestias generan malos olores.

Ambos sexos, aunque especialmente la mujer debido a sus características anatómicas, deben prestar una escrupulosa atención a la higiene anal tras las deposiciones para evitar contaminar la zona genital con los microorganismos procedentes de las heces. La cercanía, en la mujer, de orificios, es un factor a tener en cuenta. Curiosamente el ano es difícil de infectar, por su resistencia propia. Pero sus aledaños no.

Las propiedades básicas que los productos para estas zonas deberían reunir son dermocompatibilidad con la superficie mucosa y ausencia de agresividad posibilitando un uso diario o más frecuente, no provocar irritaciones ni sequedad en la zona cutaneomucosa.

Deben desarrollar una suave acción limpiadora, respetuosa con el manto hidrolipídico y la flora residente genital.

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