Algo hay que aprender de los movimientos sociales a la hora de plantear posibles mejoras en los servicios sanitarios, ya que en el siglo XXI, se necesitan nuevos modelos de compromiso entre las instituciones sanitarias y los movimientos sociales.
Las personas que están en los movimientos sociales han cambiado la forma en que experimentamos la salud y los sistemas que lo conforman como son la reducción del estigma en torno a temas como el cáncer de mama, la mejora de la atención al final de la vida, la conquista de derechos para las personas con discapacidad o la reformulación de las prioridades de salud.
Los movimientos sociales ejercen presión sobre los sistemas sociales para acelerar la transformación, ya que responder directamente a las experiencias de las personas y pueden difundirse ampliamente entre las distintas poblaciones, donde las redes sociales tienen un poder cada vez más importante. Representan un enfoque para la transformación en materia de salud y cuidado a tener muy en cuenta.
Es importante que toda institución pública – con claras jerarquías, normas y protocolos – llamen de forma activa y alimenten a los movimientos sociales. Para ello, es necesario abrir encuentros efectivos entre instituciones y movimientos para crear nuevos modelos de participación que se basen en el dinamismo y la agilidad de los movimientos, a partir de su comprensión.
Hay un poder único para la ciudadanía en los movimientos sociales que consiste en tener el valor y el propósito de levantarse, expresarse y solicitar el cambio en los temas que son importantes para ellos y ellas.
Además, los movimientos son ágiles y dinámicos, pero también son desordenados e incluso turbulentos. Surgen de fuera de las estructuras de poder establecidas. Estos movimientos desafían al estar basados en las inquietudes de la gente. Un elemento a tener en cuenta para las organizaciones: pueden ser incómodos para las instituciones ya que desafían los valores aceptados, normas, prioridades y procedimientos.
Por tanto, hay desafíos inherentes a este cambio cada vez más importante. Muchas preguntas surgen: ¿cómo pueden las instituciones formales trabajar con algo tan inquieto e intangible como un movimiento? ¿Quién es responsable ante quién?, ¿cómo organizar el proceso?, ¿Cómo favorecer la relación? Si las instituciones y los movimientos son capaces de asociarse con eficacia y construir sobre sus fortalezas, los nuevos modelos de participación serán elaborados, con el compromiso de ambas partes para involucrar y crear mejores formas de hacer las cosas.
Bajo ese compromiso, es necesario conseguir conectar con las comunidades, escucharlas y actuar sobre sus prioridades, tener en cuenta el voluntariado, la acción social y el tercer sector para encontrar maneras para que las comunidades se apoyen mutuamente y compartir el aprendizaje. Para ello, será necesario que los servicios de salud mejoren sus habilidades para conectar y conseguir una alianza que permita evaluar lo que funciones mejor y construir un proceso conjunto al servicio de la mejora de la salud y los servicios sanitarios.