Genética, hormonas, estilo de vida, medio ambiente e infecciones están en la base de la práctica totalidad de los cánceres. Con un nivel de influencia muy distinto según el tipo de cáncer. Y con notables diferencias de raza, género e individuales.
Por si fuera poco complejo, cuando analizamos las variables epidemiológicas observamos que los obesos son más propensos a sufrir más cánceres que la población sin sobrepeso y que las variables socioeconómicas también tienen una notable influencia. ¿En qué sentido? Pues que se asocia la pobreza y al aumento de sufrir una neoplasia. El cáncer se ha convertido en la principal causa de muerte en el mundo occidental y debemos poner en marcha todos los mecanismos para combatirlo.
De hecho, los procesos preventivos van dirigidos selectivamente a evitar el contacto con las sustancias y las situaciones carcinogénicas. Las campañas poblaciones dirigidas a la detección precoz es una buena herramienta.
En este mismo sentido, es alentador observar como un proceso de “vacunación contra un virus” desarrollado para la prevención el cáncer de cérvix y contra la hepatitis B contribuye a esta reducción. Es esperanzador observar como los avances en el tratamiento del cáncer, entre ellos el de mama en base a nuevas moléculas y a la individualización de los tratamientos con marcadores específicos aumenta los índices de curación, cronifica la enfermedad y mejora la supervivencia. Resulta tranquilizador el habernos dotado de un sistema sanitario que no nos hacer decidir entre la quiebra o el acceso al tratamiento.